placer glorioso, una noche en compania de Grafton parecia casi insoportable.

– Eso es, buena chica. Le recordare a Georgie que procure tener la copa del viejo siempre llena.

– Y yo estare contando los minutos para que se acabe la cena. -Decirse a si misma que habia muchas otras mujeres que se encontraban en una situacion peor que la suya no le producia el mismo efecto tranquilizador que en el pasado. Una vez catada la copa de la felicidad, habia descubierto que su vida cotidiana era todavia mas sombria. Aun asi se vistio y bajo las escaleras como es debido, como era su obligacion. Sin embargo, no podia obligarse a que le gustara.

Solo poner un pie en el comedor, Grafton le anuncio que asistirian a una soiree en el Jockey Club… Aquella informacion le causo una reaccion a medio camino entre la alegria y el disgusto.

La posibilidad de volver a ver a Darley la lleno de euforia.

Por otra parte, estaria obligada a pasar una larga noche con Grafton. No era un pensamiento muy agradable, teniendo en cuenta que esperaba cenar rapido y escaparse a sus aposentos.

– Quiero estar en el Jockey Club a las nueve -comento Grafton, con brusquedad. Chasqueo los dedos para indicar a los lacayos que comenzaran a servir antes incluso de que ella llegara a la mesa-. Y te cambiaras ese vestido de colegiala. Lo detesto. Ponte el nuevo azul, con el bordado de perlas. Sientate, maldita sea, no tenemos demasiado tiempo.

Tuvo que hacer acopio de todo el tacto que poseia para mostrarse conforme, cuando en realidad hubiera preferido tirarle los platos que habia sobre la mesa. Recordo todas las maximas de cortesia que le habian ensenado, recordo asimismo las razones que la habian llevado a casarse con aquel hombre rudo y grosero al que llamaba marido, y entonces se sento. No seria siempre asi, penso Elspeth. No puede serlo… o ella acabaria volviendose loca.

Poco despues de las diez, Julius y Charles entraron en la pequena sala de actos del Jockey Club y, desde la entrada, de pie, examinaron al gentio. Habia una multitud agolpada. Ademas de los asiduos a las carreras, se habian dado cita otras personas llegadas desde la ciudad para el partido que se celebraria el dia siguiente entre el caballo negro del Principe de Gales y el ruano ganador de Burlingame.

– No la veo -comento Charles, buscandola con la mirada entre la gente.

– No estoy seguro que estes lo bastante sobrio para ver a nadie.

– ?Desde cuando te has vuelto presbiteriano? Siempre bebemos la semana de las carreras. Oh, me olvide - apunto el vizconde con una mirada lasciva y descarada-. Ha estado en la cama con una doncella virginal que preferia hacer otra cosa que beber.

– No levantes la voz -mascullo Julius. No era que el le hubiera contado a Charles su encuentro. Amanda no pudo evitar revelarle la noticia cuando el vizconde se habia pasado por casa.

– Mis labios estan sellados. -Charles hizo un movimiento amplio, descuidado y entrecruzado por encima de la boca, casi golpeando a Julius en el proceso.

– ?Por que no te buscas un sitio en la sala de juego y nos reunimos mas tarde?

– Hijo mio, no podras montarla aqui aunque te la encuentres. Hay demasiada gente.

– Muchas gracias por la observacion -comento Julius, secamente-. Alli esta Newcastle -anadio con un gesto de la cabeza hacia la sala de juego-. Apuesta fuerte incluso para ti.

– No tiene sentido jugar por dos peniques -dijo Charles, sin rodeos-. Maldita perdida de tiempo.

Julius guio a Charles entre la multitud y lo sento en la mesa de Newcastle, intercambio saludos con toda la mesa en general y, tras excusarse diciendo que tenia que ver a algunos amigos de su hermana, se retiro rapidamente.

– ?Amigos de su hermana? ?Desde cuando? -dijo Newcastle con las cejas enarcadas en senal de escepticismo.

– Desde que conocio a una joven dama cuyo nombre debe permanecer en secreto. -Charles golpeo ligeramente el tapete verde del tablero-. Dame carta.

– Si Darley juega con ella, no conservara el anonimato por mucho tiempo -apunto uno de los hombres-. No con su reputacion. Los periodicos siguen todas sus hazanas.

– De todos modos, para cuando su identidad sea conocida, habra llegado el turno de la siguiente. -El hombre que habia dicho eso sonreia-. ?Que le vaya bonito!

– Dijo la sarten al cazo: retirate que me tiznas, ?eh, Durham?

– Ellas pueden negarse si quieren -el conde de Durham inclino ligeramente la cabeza-. Y espero que la dama de Darley este dispuesta como las demas. De hecho, me pregunto si ha intentado que esta nueva chica…

– Darley no necesita ayuda para su vida sexual -le interrumpio Charles, apartando dos cartas-. Sin embargo yo si que necesito unos naipes decentes. Deme dos mas, Newcastle… que sean buenos esta vez.

La conversacion tomo otros derroteros, quien estaba en racha, o mejor dicho, que apuestas estarian dispuestos a hacer en la siguiente ronda, y asi la nueva conquista de Darley cayo en el olvido.

Mientras tanto, esa nueva conquista se erguia rigidamente al lado de la silla de ruedas de su marido, medio oculta por una vitrina de trofeos de carreras. Tenia un dolor de cabeza atroz a causa de reprimir infinidad de replicas, que no podia pronunciar en voz alta, mientras su marido la amonestaba por todo, por estar demasiado arrimada o no sonreir lo suficiente. La sonrisa de Elspeth era tan rigida que sentia que la cara iba a resquebrajarsele si escuchaba al conde lamentarse de no haber visto a Lady Bloodworth, cuando ella le habia asegurado que estaria alli esa noche.

– ?Maldita sea, ve y encuentrala! -le dijo bruscamente, apartando a Elspeth de un empujon-. ?Y date prisa!

Elspeth se alejo de alli, furiosa y frustrada. Obligada a servir de alcahueta a su marido, se ofendio de lo lindo. ?Acaso su humillacion no conoceria fin? ?Que elevado precio se suponia que debia pagar por el futuro de Will?

Sintiendo aquel dolor de cabeza martilleandole el cerebro tan insistentemente, los ojos se llenaron de lagrimas. Se abrio camino con inercia entre la multitud, sin importarle ni ser consciente de lo que le rodeaba, solo deseando encontrar un rincon apartado donde esconderse.

– Perdone -murmuro sin levantar la mirada, apartandose de quienquiera con que hubiera chocado, sintiendo una desesperada necesidad de escapar.

– Venga por aqui.

Aquella voz era grave y familiar. Un brazo le rodeo el hombro, protegiendola de la multitud que la empujaba, y, en cuanto alzo la mirada y vio la sonrisa de Darley, se sintio subitamente confortada.

– La estaba buscando -musito el, mientras la guiaba hacia el vestibulo adyacente-. Se ha estado escondiendo.

Ella hizo una mueca.

– Ojala pudiera.

– Permita que haga algo al respecto -le dijo con un guino-. Solo deme la orden.

Ella se rio, y aquel sonido alegre mitigaba la frialdad de su alma.

– ?Puede buscar un rincon tranquilo… para pasar cinco minutos ?No puedo ausentarme mucho rato.

– ?Ha ido a buscarle otra bebida? -le pregunto conduciendola escaleras abajo, en direccion al vestibulo. El ruido de la fiesta se apagaba a sus espaldas.

– Tengo instrucciones de encontrar a Lady Bloodworth. Grafton piensa que ella lo esta esperando para verse aqui, esta noche.

– No es asi, pero no tenemos por que decirselo todavia. Aprovechemos primero sus cinco minutos -Darley abrio una puerta y le hizo un gesto con la mano para que pasara dentro.

– ?Sabe donde esta?-le pregunto Elspeth mientras inspeccionaba la pequena oficina.

– Lejos de la multitud -le sonrio-, y con el tiempo muy justo.

– Con mi marido en la habitacion contigua, no hay tiempo -le dijo, sofocada.

– Hay tiempo para un beso.

Darley sonrio muy proximo a ella.

– No me tiente.

– Es lo mas justo. Usted me esta tentando endemoniadamente.

El escote de su vestido era generoso, sus pechos quedaban expuestos a la vista, tal como estaba de moda, y el deseo de sacar aquellos monticulos, mullidos y suaves, del vestido de seda azul era casi incontenible. Le

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