lujuria estaba tambien en juego. Algo mas complicado que la sensacion febril y los orgasmos explosivos. Algo que no estaba seguro que quisiera conocer, teniendo en cuenta su vida libertina y licenciosa.
Acababa de conocerla, se dijo el marques, como si la novedad, y nada mas que la novedad, fuera la explicacion a aquellos sentimientos insolitos. O quiza solo estaba reaccionando de manera exagerada ante su poco comun inocencia y su naturaleza altamente sensual.
Esa combinacion asi no llamaba a su puerta todos los dias.
Eso es.
Una explicacion acertada a sus ansias mas voraces.
Una razon logica para no escapar.
Pero con algo de tiempo, podria saciarse.
Siempre lo hacia.
Y el Spring Meeting solo duraba una semana.
Elspeth tenia miedo de que cualquiera que la mirara en el salon de actos adivinara que habia sido indiscreta. Y si no con una mirada, si con el olfato: sentia en las ventanas de su nariz el aroma aun intenso de la excitacion… el humedo perfume carnal la envolvia como una deshonra vaporosa. Teniendo cuidado de no arrimarse demasiado a su marido, se detuvo a una distancia suficiente para que su olor se mezclara con el de la concurrencia.
– No he logrado encontrar a Lady Bloodworth -le informo, y anadio la informacion que le habia dado Darley-. Uno de sus amigos me ha dicho que esta noche se quedara en casa con su tia.
– ?Por todos los infiernos! -Grafton fruncio el ceno, las cejas descuidadas le rozaban con el puente de su nariz bulbosa, la barbilla le temblaba de frustracion-. Ha sido una maldita perdida de tiempo venir aqui. Tu -agito con fuerza su pulgar en direccion a Elspeth-. Espera en el carruaje. Puede que juegue una partida de cartas o dos, ya que me he molestado en venir.
Aquella noche la descortesia de su marido no le encrespo los nervios. Todo el cuerpo de Elspeth se sentia inmune a la injuria colectiva del mundo en su estado de dicha actual, con la mente repleta de los placeres pasados y los que estaban por venir. Gracias al marques de Darley. Gracias, en especial, a su boca y lengua experta, penso sonriendose para sus adentros, y aun mas al acceso sin restricciones a su cuerpo viril que tendria al dia siguiente.
– ?Por que diablos sonries? -gruno su marido.
Quizas incluso cuando se sonreia por dentro, no podia evitar que se reflejara en el exterior, cuando uno se sentia en la gloria.
– Por la melodia tan encantadora que esta tocando la orquesta -dijo con tono agradable, haciendose la mosquita muerta, en consonancia con su estado de animo de placer saciado.
– Un maldito ruido estruendoso, si me lo preguntas -se quejo el conde. Chasqueo los dedos e hizo una senal con la cabeza al lacayo hacia la sala de juego.
Mientras el lacayo conducia al conde en su silla de ruedas, el joven Tom Scott echo un vistazo al hombro de Elspeth, inclino un poco la cabeza y le dijo:
– En el carruaje hay un chal, senora… para el frescor de la noche.
Elspeth bajo la mirada y contuvo la respiracion. Un pelo negro reposaba sobre su hombro, enredado en el encaje del escote. Tiro de el rapidamente y lo guardo cerrando el puno.
Deberia tirarlo. Una prueba como esa podria ser irrefutable.
Pero, en su lugar, se lo guardo en el escote… como recuerdo entranable.
Por lo que respecta a Tom, era el preferido de Sophie.
Era de fiar.
Y tambien muy servicial. Se cubrio con el chal y la capa, y tapo el olor a sexo ilicito en el carruaje de vuelta a casa.
La unica cosa que podia ser util para Darley en ese momento era un orgasmo. Tan pronto como pusiera un pie en su mansion se masturbaria. Estaba muy bien sacrificarse y comportarse como es debido en momentos muy concretos.
En el intervalo de tiempo entre el que habia venido y se habia marchado, estuvo a punto de estallar.
En cuanto entro en su vestibulo, se dirigio a grandes pasos hacia la libreria, entro, cerro la puerta y cruzo la habitacion hasta alcanzar el divan donde hacia poco habia hecho el amor con la incomparable Elspeth. Sin quitarse siquiera las botas, se sento en el sofa, se desabotono los bombachos y la ropa de fino lino, que se habia puesto esa noche porque la ligera tela de lana de sus trajes de noche le marcaba mas que aquellos utilitarios bombachos. Impaciente despues del encuentro dificultoso con Elspeth en el Jockey Club, sus dedos se movieron velozmente para extraer su ansioso miembro, y cerro la mano alrededor del mango erguido. Apenas habia apretado con su mano alrededor de su miembro para acometer la primera embestida cuando eyaculo a la primera de cambio, como un adolescente cachondo de tres al cuarto, y disparo la espuma de su corrida, que salio catapultada contra la alfombra.
Ahora, si hubiera logrado sofocar su lascivia con aquel climax efimero, podria no haber sentido el impulso de lanzar la primera cosa que tenia a mano -un libro nuevo sobre caballos de raza- por la ventana.
Por suerte, los parteluces de hierro resistieron el embate de su furia, y el libro cayo sobre el asiento que estaba bajo la ventana.
Lanzo una mirada sombria al reloj, blasfemando.
Maldita sea, quedaban diez horas y todavia estaba caliente a mas no poder.
Joder.
Y alcanzo la licorera de brandy.
Capitulo 12
A la manana siguiente Elspeth permanecio en cama hasta que oyo que el carruaje de Grafton descendia avenida abajo, pensando que si se quedaba alli podria resistirse a la peligrosa tentacion de Darley. Aunque si la noche que habia pasado en vela era algun indicativo de su potente atractivo, estaba luchando por una causa perdida. Pero cuando Sophie entro en sus aposentos, no se movio, aparentando estar dormida y esperando hacer acopio de fortaleza interior por el puro acto de no moverse.
Ojala pudiera dejar de pensar que indescriptiblemente gloriosa se sentia cuando alcanzaba el climax.
Ojala no deseara sentir el fuerte y potente cuerpo de Darley encima de ella, a su lado y en su interior.
Ojala. Ojala.
Un ligero estremecimiento tenso su vagina como si aquella fuera la respuesta a su dilema.
Un estremecimiento imposible de ignorar. Un estremecimiento que pedia un orgasmo a gritos.
Abrio los ojos y miro el reloj.
Las nueve y cinco minutos. Habia resistido cinco minutos enteros. Tal vez un indicio del talento sexual de Darley.
Un indicio tambien de la infinidad de suenos humedos que habia tenido la noche anterior.
– Esta despierta -dijo Sophie, parada a los pies de la cama con la bandeja del desayuno-. ?Se queda o se va?
– En realidad estaba intentando quedarme -Elspeth aparto las sabanas a un lado-. De verdad. Toda la noche y, en especial, desde el amanecer. (Cuando no pudo dormir mas y, por consiguiente, tampoco sonar, la ferocidad de su deseo sexual se redoblo). Balanceo las piernas a un lado de la cama y se deslizo hasta el suelo-. Sin embargo, ahora voy.
– Vaya, como si no lo supiera. Bueno, el ya esta alli fuera, asi que es mejor que este presentable.
– ?Esta aqui!
– Fuera, detras del huerto. Lleva aqui desde que rompio el alba -mascullo Sophie. Aunque la complacia que el