marques estuviera tan excitado de ver a su ninita como lo estaba ella. Y si a una mujer de su edad le estaba permitido dejar volar la imaginacion, incluso ella deseaba mas del marques. No es que se hubiera vuelto completamente chiflada, pero la esperanza no hacia dano a nadie. Grafton era viejo, bebia cada noche hasta perder el sentido y ya habia sufrido una apoplejia. Si habia Dios, el tenia otro.

– El agua para el bano esta caliente, cielo. Y voy a tender su bonito vestido de muselina amarillo, visto el dia tan soleado que hace. Vaya y diviertase, y no se preocupe por nada.

– Gracias Sophie. Creo que lo hare -respondio Elspeth con alborozo, desterrando sus incertidumbres. La aceptacion de su ninera era la aprobacion final a su dia de desenfreno.

Cuando Elspeth cruzo la puerta del jardin, lo vio apoyado en un faeton negro reluciente, con su tranquila fuerza visible a lo lejos. Estaba totalmente quieto, confiado y seguro, un hombre que no dudaba del lugar que ocupaba en el mundo. Y hoy le pertenecia a ella, penso con un ligero estremecimiento de entusiasmo que lo pasaba todo por alto menos el extasis del momento.

El la diviso y le hizo un gesto con la mano.

A Elspeth el corazon le dio un vuelco y le contesto con otro gesto. Los ojos le picaban por las lagrimas de felicidad.

Sin importarle si lo veian, Darley se apresuro hacia ella y ella hizo lo mismo. Cuando se encontraron, la levanto en los brazos y la hizo girar, la beso y le dijo cuanto la habia extranado.

Todo era tan perfecto que ella se puso a llorar.

– Lo siento, lo siento -susurro el, deteniendose, besandola un poco mas-. No quiero que este triste.

– No lo estoy… nunca, nunca… no con usted -dijo hipando y sorbiendose la nariz, mientras esbozaba una timida sonrisa.

– Dime que te apetece hacer -le murmuro, sin explicarse aquellas lagrimas.

– Lleveme lejos de aqui.

El casi dijo donde y quiso decirle que sentirla en sus brazos era algo sublime. Pensar que la alejaba de aquel mundo de restricciones era tentador.

Consciente de su vacilacion (los hombres como el marques solo trataban con lo efimero), ella oculto rapidamente su paso en falso.

– Quise decir a su mansion, Darley -se las arreglo para mostrar una sonrisa coqueta, porque su felicidad estaba en juego-. ?Le he asustado?

– No.

Esta vez ella percibio que en su respuesta no habia titubeo; no hizo falta ninguna aclaracion mas.

– En ese caso, ?nos vamos? -le dijo, despreocupada, haciendo un gesto hacia el faeton. No estaba dispuesta a dejar escapar lo que Darley le ofrecia, y estaba dispuesta a interpretar el papel de coqueta si era necesario. Ella entendio muy bien que aquel era el mundo de los hombres. Si no fuera asi, habria estado viviendo en una isla griega hace tiempo.

– Por supuesto -le dijo con una sonrisa, dando grandes pasos hacia el faeton, descartando todas las complejidades con la soltura de la practica acumulada-. Le he traido algo.

Entonces fue cuando ella se dijo No deberia haberlo hecho, no podia haberlo hecho, ?de verdad? Y por una milesima de segundo casi pronuncio aquellas palabras. Pero cuando se acercaron al faeton, Elspeth vio una pequena caja negra de terciopelo en el asiento de piel y lanzo un grito de alegria.

El se rio.

– Aun no lo ha visto.

– Estoy entusiasmada, eso es todo -no podia decirle que nunca habia recibido un regalo en una caja de terciopelo tan distinguida.

– Solo es un pequeno detalle -le dijo, ayudandola a subir en el asiento elevado-. Eche un vistazo.

Mientras el daba la vuelta al carruaje, Elspeth levanto la tapa con bisagras y dejo escapar otro grito. Sobre un lecho de saten blanco descansaba el brazalete de diamantes y zafiros mas primoroso que jamas habia visto. Por supuesto, habia visto muy pocos de tan cerca. Ninguno, de hecho. El conde no era ese tipo de hombres que se gastaba el dinero en joyas para su mujer, y su familia no se habia podido permitir aquellas chucherias caras.

– Es absolutamente maravilloso -Elspeth tomo aliento, mientras Darley se levantaba de un salto del asiento y cogia las riendas. Pero ella comprendio, codicia aparte, que no podia aceptar algo tan caro. Todos los principios que habian coronado su vida la advirtieron-. Aunque me encantaria tener algo asi de precioso, no puedo aceptarlo, de verdad…

– Tonterias. Tan solo es una baratija. -Solto las riendas de los dos bayos y el ligero faeton se puso en marcha. El marques cogio el cofrecito que se le deslizaba a Elspeth del regazo, lo cerro de un golpe y se lo entrego-. Pongaselo y piense en mi.

«Como si no fuera a pensar en usted sin necesidad de una pulsera de diamantes», penso Elspeth. Cogio firmemente la cajita de terciopelo con una mano y la barandilla del asiento con la otra.

– Hablaremos de ello mas tarde -le dijo Elspeth para cambiar de tema, mas preocupada en ese momento por mantener el equilibrio en aquel asiento elevado-. Si todavia sigo viva cuando lleguemos a su casa -anadio, agarrandose como si le fuera la vida en ello.

Darley agarro las riendas con la mano izquierda y deslizo su otro brazo alrededor de ella y la empujo mas cerca de el.

– No se preocupe -le dijo el, dibujando una sonrisa-. Definitivamente, la quiero viva. Tengo planes -los bayos corrian a toda velocidad, Darley tomo una curva con delicadeza, cogiendo las riendas con su mano ligera-. A esta pareja le gusta correr -inclino la cabeza y la beso en la mejilla-. ?No son unas bellezas?

– Estaba demasiado ocupada redactando mi testamento, ahora que puedo legar un brazalete de diamantes, para darme cuenta -mascullo, rezando porque los caballos conocieran aquel accidentado terreno rural que pisaban.

– Una mujer practica -dijo con una sonrisa espontanea.

– Mantenga los ojos puestos en el camino, si no le importa. No acepto el brazalete. Solo era una broma frivola para distraerme de la muerte.

La hija del vicario no paraba de asombrarle. No mentia cuando decia que no iba a quedarse el brazalete. Nada que ver con las mujeres que conocia.

– Pues no reducire la velocidad. -La habilidad de Darley con las mujeres no solo era resultado de practica. Podia ser intuitivo cuando queria.

En unos segundos, los caballos comenzaron a trotar sosegadamente a medio galope, los setos y arboles dejaron de pasar volando delante de ellos, como una imagen borrosa, y las pulsaciones de Elspeth recuperaron su ritmo habitual.

– ?Siempre conduce como un endemoniado? -le pregunto Elspeth, relajandose un poco y dejando de sujetarse, nerviosa, al asiento.

– Me gusta la velocidad. Por eso me apasionan las carreras. Y los purasangres.

– Y ganar todas las carreras mas importantes. -Darley podria vivir holgadamente solo con las ganancias que obtenia con las carreras.

Darley se encogio de hombros.

– Me gusta ganar. ?A usted no?

– Mis posibilidades son mas limitadas que las suyas.

El la miro con los ojos entornados.

– No tiene por que ser asi. Permitame que le haga un prestamo, si no quiere que tomar los fondos sin mas. Contara con mas posibilidades en su vida, su hermano sera solvente. Podria encontrar independencia a su gusto.

– Lo unico que se necesita es dinero, ?verdad?

– No sea susceptible, querida. Nadie necesita una fortuna, pero cierto nivel de recursos ayuda.

– ?Y usted es el banquero de todas las senoras faltas de prevision que han pasado por su vida?

– Normalmente no -le dijo, porque la mayoria de esas mujeres estaban casadas y no necesitaban su dinero. Para la aristocracia, la diversion sexual solo iba despues del juego.

– Asi que soy el unico raton de iglesia pobre -comento Elspeth, con irritacion.

– No me gusta verla con Grafton. Deberia disfrutar de una vida mejor, maldita sea -el mismo se sobresalto de

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