– Vamos a descansar un rato y despues iremos a pescar -propuso el marques, dirigiendose a los anfitriones-. Meg, si preparas tu famosa tarta de fresas, te estariamos muy agradecidos.
– Beckett les subira una botella de
– Sin embargo, hay buena pesca,
– Lo haremos. Por descontado. Le prometi a la dama una leccion de pesca. ?Verdad que si, querida?
– Si -contesto Elspeth con un susurro casi inaudible, no tan desenvuelta como Darley, demasiado inexperta en las formas de las intrigas amorosas como para interpretar el papel de licenciosa con soltura.
– Por aqui, querida -y con un movimiento de cabeza y una sonrisa hacia sus anfitriones, condujo a Elspeth de la mano por las estrechas escaleras.
La habitacion estaba en lo alto de las escaleras; la antigua puerta estaba hecha para hombres de poca estatura.
– Despues de diez anos, he aprendido -dijo dibujando una amplia sonrisa, torciendo la cabeza para sortear el bajo dintel. La atrajo hacia el interior y luego cerro la puerta-. Digame lo que piensa del huerto de Meg. -Le indico con un gesto la hilera de ventanas que nacian debajo del alero del tejado-. La vista tambien es majestuosa. Se ve la aguja de la iglesia de Halston a cinco millas de distancia -repantigandose sobre la cama rustica de cuatro pilares, Darley emitio un suspiro de satisfaccion-. Creo que Betsy nos ha hecho un favor.
– Esta pequena posada es preciosa -asintio Elspeth mientras caminaba sobre aquel suelo de pino, limpio como una patena, en direccion a las ventanas.
Con una unica habitacion para invitados, sumamente privada, Julius se quedo pensativo. Le gustaba que alli no existiera la posibilidad de que nadie les interrumpiera. Newmarket no podia ofrecerles una intimidad tan estricta. Cuando Charles estaba ebrio era imprevisible, al igual que Amanda, a las horas mas intempestivas.
Elspeth llego hasta las ventanas y se quedo sin aliento del asombro. Una vasta alfombra de color se extendia ante sus ojos, un derroche de color cubria el campo abierto… como si la naturaleza lo hubiera planeado.
– ?Es bellisimo! Y que vistas mas preciosas -comento dando la espalda a la ventana-. Ahora ya se por que viene aqui.
– Me gusta la paz y la serenidad. Cuando paso mucho tiempo en Londres, siento un vehemente deseo de estar en un lugar tranquilo.
– ?Y pesca?
– Y duermo y como.
– Cuando los excesos lo han agotado.
– ?Que sabe usted de mis excesos?
– Es una figura destacada en
El sonrio.
– ?Incluso en Yorkshire?
– Merecemos tener
– Asi que la hija del vicario me habia conocido antes en la prensa de sociedad.
– Es
– ?Lo soy? -parecia divertirse.
– Anoche no pude dormir, Darley, le deseaba -miro a la cama-. Y ahora le tengo para mi sola.
– En una habitacion a puertas cerradas.
– Para saciar mis deseos.
– Entonces mi larga noche en vela merecio la pena.
– Hay tan poco tiempo, mi senor -susurro-. Y tanto por hacer…
– Tantos orgasmos por tener, querra decir -su voz era ronca y grave.
– Si no le importa…
El no se habia movido, excepto una parte de su anatomia que seguia sus propias pautas.
– Entonces ?no tenemos que esperar al vino? -le dijo, cortes.
– No creo que pueda.
Su voz era entrecortada, su proximidad embriagadora.
– Avisare a Beckett. -Cayo rodando de la cama, avanzo a pasos agigantados hacia la puerta, la abrio y grito-: ?Nada de vino ahora! -Cerro la puerta y dio la vuelta a la llave-. Solo para estar completamente seguros -le murmuro, depositando la llave sobre el escritorio-. Ahora venga aqui, cielo -susurro-. Y le dare todo lo que quiera.
La habitacion pequena, aquel lugar apartado, la intimidad absoluta era como tener garantizado el permiso para entregarse con lujuria a todos los placeres prohibidos, tomar el sol, nadar y revolcarse en la gloria de los placeres carnales… La promesa de Darley de «darle todo» atizaba el fuego de su deseo.
– Estamos solos. -Darley tiro de la cinta que le cogia las tupidas trenzas para soltarle el cabello.
– Del todo -Darley le tiro con fuerza de la gorguera para abrirla.
– Nadie nos molestara -Elspeth se despojo de sus zapatitos, primero de uno, luego del otro, y su piel verde anadio una salpicadura de tonalidad al suelo claro.
– Nadie. -Estaba acostumbrado a eso. Darley se desembarazo de su abrigo, se quito la camisa.
Su torso fuerte y desnudo le quemo las retinas a Elspeth. Estaba perdida.
– ?Le importa si nos damos prisa? -le susurro ella.
El sonrio de oreja a oreja.
– Dejese el vestido puesto, si quiere.
– No. Se arrugaria. Y luego el podria… -vacilo, desconcertada y temblorosa. De repente, la indecision y el miedo le parecieron un peso abrumador.
El podria haberle indicado que la muselina ya estaba arrugada: una tela tan fina se arrugaba con facilidad.
– Deje que la ayude -se ofrecio Julius, acercandose a ella, manteniendo un tono de voz suavemente reconfortante, en contraste con la duda y el desconcierto patente en la mirada de Elspeth-. Si se da la vuelta le desabrochare los ganchos. Nos aseguraremos de no arrugar el vestido.
Elspeth se dio la vuelta, obediente, agradecida porque le ofreciera una solucion, deseandole desesperadamente. Se acerco a ella en pocas zancadas y le desabrocho los ganchos del vestido con destreza. Elspeth levanto los brazos para que el pudiera sacarle la muselina amarilla por la cabeza y colocarla cuidadosamente encima de la silla.
– Si lo desea, Meg se lo planchara.
Elspeth dio media vuelta, le rodeo el cuello con los brazos y, sujetandole como si le fuera la vida en ello, se fundio contra su cuerpo.
– Gracias, gracias, gracias por el sentido comun y la razon que yo ahora no tengo. No puedo pensar en otra cosa que abrazarle, sentirle y tenerle dentro de mi. Podria ser ahora mismo el fin del mundo y no me importaria nada con tal de que primero me hiciera el amor.
El ingenuo candor de Elspeth le hizo perder el control, algo que le asombro enormemente, un hombre que tenia un extraordinario control sobre si mismo. Su capacidad de espera era su especialidad -algo que adoraban las damas- y ahora se sentia como un joven inexperto… a punto de explotar.
– No estoy seguro de que mi juicio sea mas firme que el suyo -confeso, ayudandola a salvar la poca distancia que habia hasta la cama-. Necesito sentirla ahora mismo.
– Entonces estamos completamente de acuerdo -Elspeth cayo sobre el colchon, estiro de sus enaguas, extendio las piernas y se topo con la mirada de Darley. Sus ojos ardian de deseo-. ?Le he comentado lo prendada que estoy de usted?
– Pues espere a probar esto -susurro mientras se abria los bombachos vertiginosamente. La empujo hacia el borde de la cama y se deslizo en su interior con una embestida certera, penetrandola hasta el fondo con un gemido gutural.
Ella lanzo un suspiro que se acoplo al suyo y, cruzando las piernas alrededor de el, le dijo:
– Ahora dame mas.