olvidarla -sonrio con tristeza-, sin exito. De hecho, en este momento me siento un poco perturbado por como la deseo.
Una leve sonrisa le asomo en los labios a Elspeth, su franqueza era encantadora.
– Yo tambien he pensado mucho en usted -le dijo, tras semanas de deseo involuntario, que ahora reconocia. Le tendio la bata-. Lo ves… estaba a punto de salir a buscarte pero no tenia ni idea de donde mirar.
– Entonces te alegras de que haya entrado -le dijo arrastrando las palabras, volviendo a un terreno mas familiar; una mujer deseandole era una constante en su vida.
– En contra del consejo de mi criada, debo anadir -comento Elspeth.
Darley bajo las pestanas infinitesimalmente.
– Supongo que mi madre tambien preferiria proteger tu virtud.
– Y bien -lanzo la bata sobre una silla y le dirigio una mirada traviesa-. ?Que debemos hacer contra estas dos fuerzas del decoro?
La sonrisa de Darley ilumino la habitacion, quizas el universo.
– Propongo que hagamos lo que nos plazca -arqueo las cejas-. ?Cuando zarpa tu barco?
– Con la marea de la manana -echo un vistazo al reloj-. Eso nos deja seis horas.
Al principio Darley no se movio. Despues de semanas de desencanto… aquella meta, dificil de alcanzar, estaba al alcance de la mano. Espiro suavemente.
– ?Sabes cuanto tiempo llevo pensando en esto?
– En mi caso, desde Newmarket -le respondio ella, poniendo buena nota en compostura, ya que podia quitarle importancia serenamente a la violencia de sus sentimientos-. Disfrute enormemente del tiempo que compartimos alli.
– Esos dias se han convertido en mi patron oro del placer -le dijo Darley, con total sinceridad.
– Supongo que le dices lo mismo a todas las mujeres.
– Nunca -le dijo, sorprendiendose a si mismo… Las mentiras dulces siempre habian sido para el moneda corriente en el flirteo.
– Creo que es hora de cerrar con llave -dijo ella, como si hubiera timbrado su respuesta con el sello de la aprobacion.
– ?Hay prisa? -sonrio, confiado.
– ?Sabes cuantas semanas han pasado desde la ultima vez que te vi?
– Cinco semanas, tres dias, seis horas y media, mas o menos.
– Entonces no juegues conmigo -ronroneo Elspeth. El recuento de horas y dias era mas seductor que el mas ardiente poema de amor. No es que ella fuera suficientemente ingenua para esperar una sinceridad incorruptible en un momento como ese. En especial de un hombre como Darley, cuyo unico interes era el placer. Pero esa noche sus intereses coincidian.
Porque al dia siguiente ella se enfrentaba a una gran incognita.
Y el dia despues tal vez nunca llegaria.
Lo observo mientras iba a cerrar la puerta del vestidor. Su belleza era notable, su audaz virilidad, legendaria.
Un pequeno escalofrio le recorrio vertiginosamente el espinazo.
Aquella noche era suyo.
Se movia con una gracia desenvuelta, sus espuelas tintineaban debilmente cuando caminaba. Llevaba el pelo, oscuro y reluciente, recogido por detras del cuello alto de su casaca de montar, negra y de una finura extrema, hecha a medida, cinendole sus amplias espaldas. El chaleco, bordado y suave como la seda, le marcaba el estomago, duro y firme. Luego se giro y a Elspeth se le entrecorto la respiracion cuando vio su ereccion incontrolada tensandole los bombachos de piel suave.
Las mejillas se le encendieron al instante, comenzo a sentir unas hondas palpitaciones, el ritmo de los latidos le resonaba en los oidos. Mientras el se acerco, una gratitud inconmensurable le lleno los sentidos. ?Cuanto tiempo habia esperado eso? ?Con que frecuencia habia sonado en verlo otra vez?
– Quiero que sepas lo contenta que estoy… lo agradecida que estoy de que estes aqui esta noche -sonrio-. Una advertencia puede ser conveniente -le tendio las manos, temblorosas-. Temo que pueda ser insaciable o exigente, o ambas cosas.
– Yo tambien te lo advierto -le murmuro, alcanzandola, la acerco hacia si y rozo los labios con los suyos-. Despues de esperar tanto tiempo, no asumo la responsabilidad de mis actos. Golpeame fuerte si quieres que me detenga.
– Estaba convencida de que nunca volveria a verte -le susurro.
– He estado bebiendome mi bodega solo para intentar que fuera asi -levanto la cabeza y sonrio abiertamente-. Sin exito, como puedes comprobar.
– Estoy muy, muy contenta de que eso sea asi. -Los ojos de Elspeth se anegaron de lagrimas.
– Calla, calla… no llores… no -le susurro-. Estoy aqui… He venido… estamos juntos otra vez -le lamio las lagrimas que le resbalaban por las mejillas-. Dime lo que quieras y lo hare.
Lo que ella queria nunca podria tenerlo, pero hipando, a traves de las lagrimas, balbuceo:
– No… quiero… pensar… en manana… eso es… lo que quiero.
– No lo haremos -le dijo, con voz ronca y grave-. Voy a darte un beso y tu me vas a besar y…
– Y un instante despues… me haras… el amor -frotandose los ojos con la manga, sorbio y, con los ojos hinchados, se encontro con su mirada-. Y… es… una… orden.
El ya estaba arrancandole las enaguas de dormir, mas que satisfecho de prescindir de los preliminares… Su orden de sexo inmediato estaba en sintonia con sus propias preferencias.
Ella levanto los brazos de buena gana. Despues de pasar una larga tarde en la sala de estar deseando estar con el… lo que le apetecia es que todo se desarrollara con cierta agilidad.
– Se que deberia mostrarme recatada y. modesta, agradecida por su atencion pero…
– Dios mio, no -le dijo interrumpiendola-. ?Por que querria eso?
– Porque las mujeres no deberian llevar la voz cantante -le respondio con su voz amortiguada por la tela de batista que se deslizaba por encima de su cabeza.
–
– ?No tengo que disculparme?
– ?Por querer hacer el amor conmigo? -le dijo, dejando caer su vestido en el suelo-. No lo creo -le deslizo las manos alrededor de la cintura, la sento encima de la cama. Su nueva delgadez era mas evidente sin aquella infinidad de enaguas que llevaba puestas y el vestido con volantes-. Sin duda alguna, has perdido peso. ?Has estado enferma?
– Solo si para ti el sentimiento de nostalgia es una enfermedad -y le sonrio-. He montado a caballo horas y horas, intentando olvidarte.
– En mi caso fue la bebida. -Paso la cadena del reloj a traves del ojal del chaleco y lo deposito encima de la mesita de noche-. ?Te funciono la diversion? A mi no. Aunque el negocio del licor se ha enriquecido a costa de mi desgracia.
A Elspeth el corazon le dio un pequeno vuelco.
– ?Te sentias desgraciado sin mi?
– Condenadamente desgraciado -estaba sorprendido por su franqueza, aunque su partida a la manana siguiente le permitia, sin duda, ser mas sincero.
– No he pensado en otra cosa que en ti durante todas estas semanas interminables -le murmuro ella-. Perdoname por mi falta de decoro. Se que nadie habla de amor en situaciones como estas, pero no puedo evitar pensar en estos terminos. No te alarmes -le dijo cuando el, de repente, se quedo inmovil, con la chaqueta a medio sacar, a la altura de los hombros-. Expreso mis sentimientos con la mayor de las inocencias. Me voy por la manana, como ya sabes -y se encogio de hombros-. ?Que importancia puede tener lo que diga?
Sus pensamientos eran exactamente los mismos, aunque el no era tan novato como para decirlo en voz alta.
– Entonces la sinceridad es la norma esta noche -comento con guasa-. Toda una novedad en mi mundo.
– Eso pensaba -le dijo ella, con una sonrisa, complacida de ver que continuaba quitandose la ropa.
Elspeth estaba sentada en el extremo de la cama dorada disenada a juego con aquel interior tan en boga,