– ?Y si no lo sabe?

– Querida, no te preocupes. Encontraremos a Will -la hubiera abrazado si no estuvieran a la vista de todos. Ella empezaba a exteriorizar su nerviosismo, le estaban temblando las manos.

– ?Estas seguro?

– Si -le dijo Darley y, pasando por alto que estaban rodeados, le puso la mano sobre la suya, mientras seguian apoyados contra la barandilla-. Tu hermano es joven y fuerte. Seguro que se encuentra bien -sus temores habian emergido a la superficie con el grito del vigia, agarrandola y sosteniendola entre sus garras. Su preocupacion era comprensible. Hoy Elspeth sabria a ciencia cierta si su hermano todavia seguia con vida, y dejando a un lado las lisonjas de Darley, no habia ninguna garantia de que asi fuera en ese lugar remoto. Los medicos escaseaban, los buenos medicos, tal vez una palabra carente de sentido, mientras que las condiciones sanitarias podian ser espantosas si la marina habia alojado a sus tropas militares con la normal dejadez que empleaban en el trato humanitario-. Venga, mira el lado positivo. Cuando encontremos a tu hermano, volvera contigo a Inglaterra en una o dos semanas -le dio unas palmaditas en la mano-. Te gustara. Y a el probablemente le gustara todavia mas -le dijo con una sonrisa.

– Eres demasiado bueno conmigo. -A Elspeth le temblo el labio inferior en el mismo momento en que se reprendio con dureza para no romper a llorar. El capitan estaba a poca distancia de ellos, la tripulacion andaba curioseando, puesto que conocian las reglas de Darley acerca de presencia de mujeres en su barco. Elspeth no queria pasar verguenza ni hacersela pasar a Darley.

– Al contrario, querida, si hay alguien aqui que es bueno con el otro, esa eres tu, te lo aseguro. Y si no fuera porque hay tanta gente mirando, te daria un beso bien grande para demostrartelo.

– ?No lo hagas! -replico Elspeth rapidamente, olvidando por un momento sus preocupaciones mas acuciantes, sus inminentes lagrimas estancadas por un ola de panico.

– Es sumamente tentador.

Darley le acerco los labios a su oreja. Ella sintio la fragancia de su colonia, familiar y reconfortante, y si hubiera sido posible detener el tiempo, le habria gustado salvar ese momento de cercania y calidez para la eternidad.

– Puede que mas adelante te sientas tentado -dijo Elspeth, agradecida por la distraccion que le ofrecia-. El dia que yo elija.

– Considereme a sus ordenes, mi senora -y dibujo una amplia sonrisa-. No recuerdo haber dicho jamas algo semejante. Espero que estes gratamente impresionada.

Elspeth sintio que podia sonreir.

– Lo estoy, y te lo agradezco.

– No hay de que. Mira, estan bajando el bote. En un momento estaremos en tierra.

* * *

Capitulo 31

El consul resulto ser un sabio despistado, mas interesado en sus historias sobre Grecia que en sus deberes consulares en Tanger, como evidenciaba su palida tez en una tierra de sol intenso. Pero despues de arrancarle de sus libros e incomodarlo con la carta de presentacion del duque de Westerlands, comenzo a pedir la informacion requerida al servicio con una bienintencionada, aunque torpe, ineptitud.

Los criados eran su unico contacto con el mundo exterior, puesto que su secretario se habia retirado a los mas saludables alrededores de Londres y todavia no habia llegado un sustituto.

– Es un maldito contratiempo no tener un secretario… disculpeme, senora, por mi imprecacion… pero maldita sea todo lo que se mueve, ?estoy intentando traducir a Herodoto! ?No tengo tiempo para asuntos de estado!

Por lo visto habia dejado que el servicio local hiciera lo que le diera la gana durante demasiado tiempo y requirio no poco esfuerzo para convocarlos en su presencia.

Cuando por fin consiguio reunir a un grupo numeroso, resulto ser de poca utilidad. Ninos y ancianos, pasando por todas las edades intermedias, respondieron a las preguntas con una mirada vacia o encogiendose de hombros.

– ?Maldito atajo de embaucadores… malditos todos vosotros! -grito el consul Handley. El color de su cara se volvio granate a medida que el interrogatorio no prosperaba. Se dio la vuelta y agito el dedo en direccion a un hombre alto y de nariz estrecha-. ?Ismail, te ordeno que encuentres a estos ingleses!

– Efendi [6], eso no es posible -la voz de aquel hombre era extremadamente suave en contraste con el estridente tono de su patron, sus ojos un poco entornados-. A estas alturas, la ciudad los debe haber engullido.

– ?Encuentralos o expulsare a todos tus parientes dentro de una hora, maldita sea!

– Hare todo lo que este en mis manos, efendi, pero no puedo prometerle nada…

– ?Hazlo! -espeto el consul Handley-. ?Fuera, fuera todos! Tienes una hora, Ismail, o tu abuela dormira en la calle esta noche. -El consul chasqueo los dedos, despidiendo el descabellado surtido de criados que se dispuso a salir arrastrando los pies con el mismo estilo pausado con que habian entrado.

Ismail, que parecia ocupar el puesto de mayordomo y de benefactor familiar, cerro las manos, palma contra palma, se las llevo a la frente e hizo una reverencia.

– Como usted mande, efendi. Estoy a sus ordenes.

– Si, claro -mascullo el consul-. Necesitaremos te para la senora y brandy del bueno. Deprisa, por favor. - Cuando Ismail abandono la logia, Handley puso los ojos en blanco y se quejo-: Como pueden comprobar, es muy discutible quien lleva aqui el mando. Hasta que mi nuevo secretario no desembarque en esta incivilizada costa, estoy a merced de Ismail. Pero vengan, sientense. Con un poco de suerte, pronto llegara el te -y dirigio una sonrisa expectante a sus invitados-. Porque no creo que les interese Herodoto, ?verdad?

El pequeno arranque violento de Handley debio surtir efecto porque Ismail volvio a la logia, perfumada de jazmin con vistas a la bahia, antes de que terminaran el te y el brandy. Despues de consultar en primer lugar a sus parientes, ahora estaba en disposicion de ofrecerle la informacion que, poco mas o menos, era de dominio publico en la ciudad:

– Un barco ingles atraco en el puerto hace algunas semanas para desembarcar a unos enfermos. Todavia viven dos de los barbaros, efendi -les informo Ismail-. Los demas murieron. ?Desea ver las tumbas?

Elspeth, de repente, palidecio. Darley cogio al instante la taza de te de su temblorosa mano y la dejo sobre la mesa, se inclino hacia delante y le dijo en un susurro:

– Tal vez no sabe lo que dice -levanto la vista y pregunto a Ismail en un tono normal-. ?Donde estan los dos hombres que siguen vivos?

– En una taberna del puerto que dirigen unos barbaros.

– Llevanos hasta alli -Darley le tendio una moneda de oro que le arranco de la mano y desaparecio en el djellabah [7] de Ismail con la velocidad del rayo.

– Por supuesto, yo les acompanaria si fuera menester -dijo el consul con una evidente falta de sinceridad,

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