puesto que no se molesto en esperarse para coger el libro en el que estaba absorto-. Pero supongo que quieren ocuparse de esta tragedia en privado -anadio, hojeando el libro para encontrar la pagina por la que se habia quedado.
Sin tener en cuenta aquella falsa cortesia, si el consul fuera una persona util, Darley habria insistido en que les acompanara. Pero estaba claro que no dominaba el idioma autoctono e ignoraba lo que acontecia de puertas afuera. Ademas, sus insinuaciones acerca de una tragedia no eran las mas adecuadas para tranquilizar a Elspeth.
– No queremos abusar de su tiempo -observo Darley, poniendose de pie-. Pero necesitaremos que su criado nos acompane a la taberna.
El consul alzo la mirada.
– Si, si… ves con el marques, Ismail. Y quedate con el hasta que te den permiso para retirarte -el senor Handley sacudio el dedo apuntando al mayordomo en senal de aviso-. Y no quiero que salgas corriendo. ?Me entiendes, malandrin?
– Si,
– Me temo que los nativos son un grupo aparte -dijo el consul con exasperacion-, en los que no se puede confiar. Si en este lugar salvaje no pudiera recurrir a mis libros, me volveria loco de remate -anadio despues, subscribiendo la opinion aristocratica de que los sirvientes son sordos e invisibles-. Les deseo buena suerte en su busqueda y un agradable viaje de regreso a casa. Ojala pudiera abandonar este infierno -dijo el consul con un suspiro, ajustandose las gafas.
Su comentario sobre un agradable viaje de regreso sugeria que el consul preferia no volverles a ver, interpreto Darley. Y aunque habia sido de ayuda solo de nombre, era evidente por que el senor Handley estaba destinado en Tanger y no en Whitehall [8], donde se hallaba concentrado el poder del mundo diplomatico.
El consul, sin embargo, se zambullo de nuevo en la lectura y olvido a los visitantes y sus inferencias.
Darley se ahorro un
Elspeth mantenia la entereza por pura determinacion, no se permitia pensar en lo que les acechaba, o mejor dicho… lo que les podria estar esperando en la taberna del puerto. En lugar de eso, se concentro en las escenas que se sucedian en el exterior, observaba las casas y las personas, el alboroto y el trajin cotidiano sin prestar mucha atencion, recurriendo a la simulacion de que se encontraban en Tanger por los caballos de Darley.
Y asi intento disimular hasta que no aguanto mas.
Finalmente detuvieron el carruaje delante de una construccion antigua y destartalada. Por fuera, la puerta habia desaparecido, las ventanas no eran mas que unas aberturas hechas en el adobe -aquella mezcla de tierra, cal y paja secada al sol-, y en el interior flotaba un hedor mas fetido que los desperdicios que llenaban las calles.
Ismail les advirtio desde el asiento del copiloto: -
– No. Voy contigo.
– No es un lugar seguro.
Elspeth se cruzo con su mirada.
– No me importa.
– No sabemos quien merodea dentro. -O que horrores podias presenciar. La benevolencia de la marina con sus enfermos y heridos era contradictoria.
– Es una taberna inglesa.
– Tal vez. Dudo que se pueda confiar en el lacayo de Handley. Fijate, el no ha bajado. Dejame ir y echar un vistazo -tiro de la parte superior del baston y extrajo una cuchilla de aspecto mortifero-. Si tu hermano esta dentro, lo sacare.
– Por favor, Julius, no quiero discutir.
No estaba implorando, su expresion era obstinada e inflexible.
– Prometeme al menos que iras detras de mi. Ismail y yo entraremos primero.
Elspeth asintio con la cabeza, pero su boca temblo debilmente a pesar de su firme determinacion de ser fuerte. Con solo dos supervivientes del numero total que habia desembarcado, lo que les esperaba dentro podria arrancarle de raiz la ultima brizna de esperanza.
Meter a una mujer en ese agujero inmundo iba a complicar las cosas, penso Darley, sin mencionar que Ismail era de poco fiar… no mas que los que estaban dentro. Saco una caja de cuero de debajo del asiento, levanto la tapa y saco dos pistolas que habia cogido del barco. Lanzando una pistola con la empunadura hacia Elspeth, Darley arqueo las cejas.
– ?Sabes disparar?
– Sabia, hace unos cuantos anos.
No era una respuesta tranquilizadora, pero no tenia otra opcion.
– Puede que pese demasiado para ti -le coloco la empunadura en la palma de la mano-. Utiliza las dos manos si quieres -le dijo Darley-. Puedes hacer dos disparos. Apunta a la cabeza y aprieta el gatillo.
– Entendido -de repente se sintio muy lejos de Yorkshire.
Cogio la segunda pistola de la caja, se la metio en el bolsillo de la chaqueta y le lanzo una rapida sonrisa alentadora.
– A por las buenas noticias -luego se dio la vuelta y abrio la puerta del carruaje.
Un momento despues, Darley la ayudaba a descender del carruaje y ordeno a Ismail que bajara. Su tono brusco persuadio al nativo, de alta estatura, para que le obedeciera al instante. Que el marques blandiera una larga espada y pareciera que sabia como manejarla era un motivo mas que persuasivo.
– Venga, espabila -le dijo Darley, empujando al criado hacia delante-. Hemos venido a ver a los marineros ingleses. Explica nuestra mision en la lengua que mas nos convenga.
Entraron en el antro, Ismail a la cabeza, seguido de Darley y Elspeth pisandole los talones. Elspeth sujetaba la pistola cargada, el corazon le latia de miedo con furia y aprension, rezo con toda su alma para no haber llegado demasiado tarde… y rezo todavia con mas fervor porque uno de aquellos dos hombres fuera su hermano.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad del interior, emergio un hombre corpulento de detras de una barra improvisada, al igual que una camarilla de clientes sentados ante unas mesas toscas. Todos los ojos los observaban con desconfianza. En sus caras se hacia patente la malicia y la perversidad. Era evidente que vivian de la picaresca.
Con su entrada, las conversaciones cesaron y se hizo el silencio. Un silencio que no presagiaba nada bueno.
Darley le clavo a Ismael la boca de su pistola.
– Pregunta por el ingles.
La voz de Ismael adquirio una modulacion diferente con la pistola de Darley encanonandole por detras. Se dirigio al hombre que habia detras de la barra chapurreando una mezcla de ingles y bereber.
– Vaya, vaya, mirad quien nos visita -se jacto el tabernero, hablando a la audiencia con un marcado acento
– ?Valen mas que tu vida? -Darley levanto la pistola y apunto directamente a la cabeza del hombre-. Te aconsejo que te muevas despacio.
La sonrisa se desvanecio al instante, el estruendo de murmullos hostiles resonaron en el antro, tenuemente