iluminado.
– Solo eres uno -gruno el tabernero, buscando su porra debajo de la barra-. A la dama le cogera un ataque de panico y ese salvaje de ahi no tardara en salir corriendo.
En ese preciso momento Ismail puso los pies en polvorosa.
Sin dejar de mirar al tabernero, Darley levanto la espada y bloqueo la huida de Ismail.
– Tengo dos disparos que podrian volarte la cabeza. Tal vez quieras reconsiderar tu postura -la voz de Darley era fria como el hielo, su objetivo era firme-. Y si a alguien se le ocurre tocar a la dama -blandio la hoja- le cortare el cuello. A ver -prosiguio con una suave autoridad en cada silaba-, estamos dispuestos a pagar generosamente si nos traen a los hombres que abandonaron aqui -el filo de la espada presionaba el estomago de Ismail para impedir cualquier movimiento sospechoso-. Teneis veinte guineas de oro para cada uno. Cincuenta si traeis a los hombres en menos de dos minutos.
Para aquellos hombres la oferta era una verdadera fortuna que no hubieran podido reunir ni pasando cinco anos encaramados a un mastil.
El arrastre instantaneo de taburetes contra el sucio suelo dio evidencias de avido interes. Y todos se afanaron en complacer al caballero que hablaba con la misma voz de mando que sus antiguos oficiales de la armada de Su Majestad.
Darley miro por encima del hombro.
– Media vuelta -murmuro-, despacio. Esperaremos fuera.
Elspeth accedio gustosa a salir de aquel peligroso antro al sol cegador. Cuando entorno los ojos para protegerse del resplandor, ofrecio su ultima oracion… prometiendo todo y nada si su hermano vivia.
– Quedate cerca del carruaje -murmuro Darley, haciendo una senal con la cabeza a Elspeth-. Si eres tan amable -anadio con una cortesia exquisita para evitar una discusion. Hasta el momento todo estaba bajo control, pero aun no estaban fuera de peligro. Darley preferia que Elspeth se quedara cerca del vehiculo por si descubria que ninguno de los hombres era su hermano y se desmayaba.
Elspeth asintio con la cabeza e hizo todo lo que le pidio, sin apartar la mirada de la puerta de la taberna.
Darley hizo lo mismo, concentrado en ese portal oscuro.
Entre tanto, Ismail miraba a hurtadillas al marques, temeroso de que algun lance provocara que la pistola que tenia en las costillas se descargara.
Antes del tiempo prescrito sacaron por los brazos y las piernas a dos hombres esqueleticos. Tenian las ropas manchadas y llenas de mugre, porqueria enmaranada en el cabello, las caras tan tiznadas de suciedad que era dificil distinguir los rasgos. Cuando les dejaron caer en el suelo parecian cadaveres si no fuera porque emitieron un gemido, los ojos cerrados, la respiracion apenas perceptible. El hedor a muerte les envolvia como un sudario.
Por un instante, Elspeth no consiguio hacer acopio de fuerzas para mirar aquellos rostros, aterrorizada porque se confirmaran sus peores sospechas.
Darley se desespero cuando examino aquellas desoladas y consumidas figuras. Aunque uno de ellos fuera el hermano de Elspeth, los dos estaban al borde de la muerte, sus esperanzas de salir con vida eran escasas. Ordeno rapidamente a Ismail que fuera a buscar un carro de transporte, luego se agacho y comenzo a meter la mano en los bolsillos de aquellos hombres. No es que esperara encontrar algo de valor. Si lo tenian, hacia mucho que habia desaparecido. Pero tal vez olvidaron algun indicio… un trozo de carta o alguna orden escrita.
La busqueda fue infructuosa, se echo para atras sobre sus talones y escudrino la ropa para encontrar alguna pista… una charretera, una insignia, la marca de un sastre. Los dos hombres eran algo mas que soldados rasos, sus ropas eran de buena calidad.
Elspeth se aparto del carruaje, recogio la falda con una mano y se sento de cuclillas al lado de Darley.
– Dame tu panuelo -le pidio, aferrandose a toda esperanza, pero la linea de las cejas de uno de ellos se unia sobre el puente de la nariz de una forma familiar. No es que su hermano fuera el unico en tener ese rasgo, se previno. Pero cogio el panuelo que le extendio Darley y, permitiendose albergar una brizna de esperanza, comenzo a limpiar con suavidad la suciedad de la frente de aquel hombre.
– Los dos son oficiales -Darley miro a Elspeth-. ?Acaso reconoces el sastre de alguno de ellos? -las caras estaban tan demacradas que cualquier anterior parecido se habria alterado drasticamente.
– Los uniformes de Will eran de York. Los hizo una costurera.
Una costurera no habria dejado su firma, penso Darley, dando la vuelta a la solapa.
– Bond Street -murmuro Darley, pasando el dedo pulgar por encima de la etiqueta bordada-.
La mano de Elspeth temblaba mientras seguia limpiandole la cara. Que fuera de Bond Street significaba que quedaba descartado que ese hombre fuera su hermano. Busco, frenetica, algun indicio en el rostro de aquel joven que estaba socorriendo… cualquier pista remota de que esa figura cadaverica pudiera ser su hermano.
El cuerpo postrado sufrio una contraccion abrupta.
Elspeth chillo de sorpresa y cayo hacia atras.
Darley la cogio… justo antes de que fuera a dar de bruces contra la suciedad de la calle.
– Gracias -murmuro Elspeth, recobrando el equilibrio-. No esperaba que se moviera.
Los parpados del hombre se abrieron.
Darley y Elspeth se intercambiaron una mirada. Aquel hombre, ?estaba consciente o habia sido un acto reflejo?
– Hemos venido para ayudarle -comento Darley, con delicadeza, acercandose-. Somos ingleses. Le llevaremos a casa.
Observaron como el hombre concentraba fuerzas para abrir los ojos, parpadeo las pestanas, enarco las cejas un poco… incluso un esfuerzo tan infimo parecia sobrepasar sus fuerzas, porque acto seguido volvio a perder el conocimiento.
– Ahora ya esta a salvo -murmuro Elspeth, su voz, alentadora, el intento doloroso de aquel hombre para responderles, conmovedor-. Nos ocuparemos de usted.
Un sonido gutural emergio de sus deshidratados labios y, con un esfuerzo sobrehumano que le arrugo la cara y le sacudio con fuerza el delgado pecho, abrio los parpados lo suficiente para mostrar el azul de sus ojos.
– Her…
Apenas fue un susurro… un movimiento de labios mas que un sonido.
Luego cerro otra vez los ojos y perdio el conocimiento… al igual que su hermana.
En cambio Darley sonreia mientras cogia a su desvanecida companera.
Todavia sonreia cuando la tomo entre sus brazos y la llevo al carruaje. Coloco con cuidado el cuerpo inconsciente de Elspeth en el asiento, cerro la puerta del carruaje y se fue a pagar al tabernero y a la numerosa clientela.
Al poco rato, Ismail regreso con un carruaje y un cochero. Los dos hombres enfermos fueron cargados con cuidado sobre una cama provisional de paja que improviso el tabernero, y el pequeno grupo se esfumo. Le siguio la ovacion de los parroquianos de la taberna, cuyas fortunas habia prosperado gracias al oro de Darley.
Pero fue dinero bien empleado, penso Darley con Elspeth en sus brazos, y el carruaje abandono lentamente el puerto. Sin embargo, como jugador que era, no hubiera apostado ni seis peniques por el exito de esa aventura. De hecho, las apuestas estaban tan exageradamente en contra que considero seriamente la posibilidad de una intervencion divina.
Darley era el hombre menos indicado para dar alas a sentimientos de esa naturaleza.
Pero alli estaba.
En esa tierra remota, en ese lugar de iniquidad que, al parecer, habia acabado con la vida de un buen numero de companeros de Will, habian tenido el golpe de suerte mas fortuito del azar mas aleatorio del universo. Podria tener la tentacion de ofrecer una oracion de gracias cuando los dos hombres estuvieran a bordo del
Darley fruncio el ceno.
A menos que sobrevivieran.
Cuando Elspeth recobro la conciencia, Darley borro rapidamente la arruga que le surcaba la frente y le sonrio.
– Tienes mucha suerte -susurro Darley.
– ?Will! -exclamo Elspeth con un sobresalto.