Capitulo 34
En las dos semanas siguientes todo fue como la seda. Darley interpreto el papel de caballero -solo se permitia ver a Elspeth discretamente por las noches-, los dos hombres convalecientes se sentian mejor, mas fuertes a medida que iban transcurriendo los dias, los nuevos caballos disfrutaban del aire fresco y del pasto, y tal como le habian dicho, las vistas eran inmejorables.
La casa estaba construida en la cima norte de Punta Europa, un lugar que los griegos habian designado como una de las Columnas de Hercules. La costa africana, asi como las vistas panoramicas del oceano, eran visibles desde los miradores. La brisa marina moderaba el calor del verano, el pino real autoctono y los olivos silvestres conferian una apariencia romantica al escarpado paisaje. El personal que habia reclutado Mr. Barlow era excelente, la comida era ideal para el restablecimiento de los enfermos… fruta fresca y verdura, buen vino, guisos locales y pescado de todo tipo.
El pequeno grupo paso los dias de reposo jugando a las cartas, leyendo, nadando en la Bahia de los catalanes cuando Will y Henry pudieron hacerlo, haciendo una larga sobremesa tras la cena cada noche, con discusiones en torno a la politica, los caballos y las carreras, o bien haciendo planes para el dia siguiente, disfrutando de la compania en grupo.
Fueron unos dias de tranquilidad y revitalizacion.
Un paraiso bucolico de buen companerismo y satisfaccion.
Era una monotonia encantadora… y perfecta.
Y asi podria haber continuado si una manana Darley no hubiera recibido una nota del general Eliot que reclamaba su presencia con la mayor brevedad posible.
– Ire contigo -le dijo Elspeth-. Will necesita mas cataplasma para las heridas de las piernas.
– Al general le apetecera tomar un trago. Ya sabes como son los comandantes de guarnicion cuando estan lejos de casa. ?Te importa? -habia algo en el vocabulario de la nota que habia suscitado la desconfianza de Darley. En especial las palabras
– No, claro que no. Si te retiene mucho tiempo, cenaremos sin ti.
– La cortesia no exigira que este alli mas de dos horas -dijo Darley-. Llegare a casa a tiempo para la cena. Dime el nombre del cataplasma. Pasare a buscarlo.
Partio poco despues, montado a lomos de uno de sus nuevos caballos de Berberia, con la lista de Elspeth en el bolsillo y un fuerte presentimiento en el pecho. El general le condujo a su oficina cuando llego y dijo sin rodeos a su ayudante:
– No quiero ser molestado.
Cuando el subalterno salio de la habitacion, el general fue hasta la puerta de la oficina contigua y la cerro.
– La gente podria escuchar -comento enigmatico el general mientras tomaba asiento al lado de Darley-. Supongo que le apetecera un brandy. A mi, ciertamente, si.
Ni las acciones ni los comentarios consiguieron aligerar la preocupacion de Darley.
El general sirvio dos vasos de brandy, ofrecio uno a Darley, y levanto el suyo:
– Por el rey -brindo el general, se lo bebio de un trago y volvio a llenarlo.
– Quiza deberiamos hablar del asunto grave al que aludia en su nota -propuso Darley. La incomodidad del general solo aumentaba su desasosiego. Ademas, cualquiera que fuese el problema, preferia afrontarlo sobrio.
– Ha sido publicado en
– El asunto al cual hacia referencia… -especifico Darley, esperando que el general lograra mantener la coherencia el tiempo suficiente para explicar el motivo de la citacion.
– Si -el general bufo, indignado-. Una despreciable tema de habladurias -gruno y se bebio de un trago el tercer brandy.
La cara del general reflejaba su aversion a la rumorologia. A Darley, personalmente, le importaban bien poco los chismes, pero puesto que esta vez habia alguien mas involucrado, no podia hacer caso omiso a la ineludible curiosidad de su camarada.
– ?Tiene usted el… articulo… o la noticia? ?O el periodico?
– Vino esta manana en la saca de correo. Pense que querria verlo de inmediato. Aqui lo tiene -Eliot alcanzo un ejemplar de
Estaba claro que lo habia leido mas de una vez. Darley busco la pagina indicada, encontro la seccion de Sociedad y leyo:
Ha trascendido la noticia de la inminente demanda de divorcio de Lord Grafton contra Lady Grafton. Se rumorea que tambien podria abrirse un proceso judicial contra Lord Darley. El presidente del Tribunal Supremo Kenyon ha declinado ofrecer declaraciones. Lord Grafton, en cambio, no se ha mostrado tan poco dispuesto. Segun las ultimas informaciones, Lady Grafton y Lord Darley se encuentran actualmente fuera del pais.
Darley dejo a un lado el periodico, se inclino y comprobo la fecha. Era un ejemplar de hacia doce dias. Levanto su vaso y vacio el contenido.
– Una noticia sorprendente -dijo el marques, con la mirada inexpresiva.
– Supongo que lo es -contesto el general con la misma estudiada moderacion-. ?Otro? -le pregunto levantando la botella.
Darley acerco el vaso.
– Le agradezco que me haya puesto al corriente. ?Cuando sale el siguiente correo hacia Inglaterra?
– Esta noche. Esta previsto que el
– Si fuera tan amable de prestarme papel y pluma, le enviaria una carta a mi padre. El podra investigar este asunto por mi.
Los dos hombres hablaban con educada reticencia.
– Un asunto detestable -mascullo el general-. Mis disculpas por ser el portador de malas noticias.
– No tiene necesidad de disculparse. Le agradezco que me haya advertido.
– Si hay algo mas que pueda hacer por usted, solo tiene que pedirlo. Cualquiera que conozca a Grafton solo puede solidarizarse con su esposa -el general enarco las cejas-. La tercera, ?verdad?
Darley asintio.
– Las otras dos estan en la tumba.
– Caramba, caramba, no me diga -murmuro Eliot. Aclaro la garganta y levanto el vaso-. Salude a Lady Grafton de mi parte, por supuesto, y transmitale mis mejores deseos.
El general habia cenado con ellos en mas de una ocasion y estaba encantado con Elspeth. Y quien no, penso Darley con una parcialidad sumamente personal.
– Gracias. Se los transmitire. Y si puede tomar las medidas oportunas para que la carta sea entregada en mano cuando llegue a Londres, le estare muy agradecido.
– Claro. A ver si encuentro un papel -gruno Eliot, se levanto de la silla contento de poner fin a aquella comprometedora conversacion. No le cabia duda de la veracidad de la noticia del divorcio. Solo habia que ver juntos a Lord Darley y Lady Grafton para darse cuenta de que estaban enamoradisimos. Se apostaria la paga de un ano a que ella no volveria con su marido. Aunque con la libertina reputacion de Darley, que sus intenciones fueran serias o no, era harina de otro costal.
No era un asunto de su incumbencia.
– McFarlane -grito mientras caminaba hacia la puerta de la antecamara-. Venga aqui.
Le entregaron a Darley el papel y la pluma, un espacio privado y, por orden de Eliot, una botella de brandy. El general considero que era un asunto que requeria bebida, aunque los oficiales destinados a lugares remotos tenian fama de beber por la razon mas peregrina.