Detras del palacio, las montanas cubiertas de nieve y, en el lago, varios cisnes blancos nadando perezosamente. El palacio no estaba bien atendido, le habia dicho Marc, pero a ella no se lo parecia.
Era magico. Y era su nuevo hogar.
– ?Que te parece? -pregunto Marc.
– Pues… apabullante, una absurda ostentacion de riqueza.
– Vaya.
– Y pretencioso.
– ?De verdad?
– Y… es precioso, Marc -sonrio Tammy.
– Ah, menos mal.
Cuando penso en su estudio diminuto tuvo que pellizcarse para comprobar que aquello era real. Y cuando un mayordomo uniformado le abrio la puerta de la limusina, tuvo que pellizcarse otra vez.
– Esto no es real -murmuro.
Marc la estaba observando, pero no sonreia. La miraba con una expresion enigmatica.
– Es real.
– Bienvenida a casa -dijo el mayordomo con toda solemnidad.
«Bienvenida a casa».
Los criados estaban colocados en fila, como en las peliculas. Habia unas en el vestibulo del palacio, como esperando revista. Marc sabia el nombre de cada uno y ellos lo saludaron con lo que a Tammy le parecio autentica simpatia.
– Yo no podre acordarme de todos los nombres -murmuro, incomoda.
Por primera vez, penso que Marc habia tenido razon sobre la ropa. Quiza un vestidito no habria ido mal.
– No espero que los recuerdes de inmediato. Pero deberias aprender los mas importantes: Dominic, el mayordomo, y la senora Burchett.
Una mujer mayor le hizo a Marc una reverencia, pero estaba mirando a Henry. Desde que bajaron del avion, habian hecho turnos para llevarlo en brazos y, en aquel momento, lo llevaba el.
– La senora Burchett es la gobernanta de palacio. Es inglesa. Cualquier cosa que quieras saber puedes preguntarsela a ella.
– Sera un placer -dijo Madge Burchett-. Como ha crecido el nino. No lo habiamos visto desde que nacio… y usted es su tia -anadio, mirandola de arriba abajo. Era evidente que estaba comparandola con Lara-. Bienvenida a casa.
– Gracias.
– ?Quiere que la lleve a su habitacion?
– Buena idea -dijo Marc. Intento darle el nino a la senora Burchett, pero Henry se negaba a soltarlo, de modo que tuvo que darselo a Tammy.
Le habia entregado el nino a las mujeres. Ya habia hecho su papel y, a partir de aquel momento, pensaba vivir su vida, penso ella.
En ese momento oyo un grito y una chica mas o menos de su edad entro corriendo en el vestibulo. Habia estado montando a caballo y su atuendo era… magnifico, esplendido. Su pelo castano estaba recogido en un precioso mono frances y la sonrisa que le dirigio a Marc era de cine. Llevaba en la mano una fusta, pero la solto y se echo en sus brazos.
– ?Carino! Por fin has vuelto a casa.
Tammy vio que la senora Burchett miraba a la pareja con expresion de desaprobacion.
– Bueno, senorita Dexter… podra hablar con la senorita Ingrid mas tarde. Ahora vamos a la habitacion para que el nino y usted puedan descansar un rato.
– Digame como funciona esto.
Tammy tardo dos minutos en saber que habia encontrado una amiga en la senora Burchett. Los vaqueros y las camisetas podrian ser inapropiados para el palacio, pero era evidente que la gobernanta temia que ella fuera otra Lara… u otra Ingrid. Su alivio era palpable.
– ?Que quiere saber?
– Todo -contesto ella.
Estaban colocando a Henry en la habitacion. Durante el viaje no habia dado ningun problema y era evidente por que: porque no esperaba nada. No lloraba porque las lagrimas no le conseguian nada en absoluto. Iba de unos brazos a otros sin quejarse y se conformaba con la oreja de su osito.
Deberia quejarse, penso Tammy. Deberia exigir atencion. Cuanto mas tiempo pasaba por el, mas deseos sentia de estrangular a su madre, a Marc, a Lara, a cualquiera que hubiese tenido algo que ver con aquel desastre…
– La cuestion es muy simple -dijo la senora Burchett-. Ademas del principe, la senorita Ingrid y usted, aqui solo vive el servicio. Jean Paul y su hermana pasaban casi todo el tiempo esquiando o de viaje. La ultima vez que vi a Henry tenia dos semanas. No volvieron por aqui.
– ?Nunca?
– Nunca -contesto la gobernanta-. El servicio es muy bueno, pero ultimamente no recibian su salario. Solo se han quedado porque algunos no tienen donde ir. Yo era ayudante de cocina cuando llegue aqui, hace veinte anos, y no habria ascendido a gobernanta si no fuera porque la anterior se marcho. Pero las cosas han vuelto a la normalidad desde que murio el principe Jean Paul.
– ?Marc ha cambiado eso?
– Su Alteza, si.
Tammy no podia llamarlo Alteza. Quiza si no la hubiera besado…
Quiza.
– ?Y la senorita Ingrid?
– Lleva aqui tres dias -suspiro la senora Burchett, sin poder disimular su desagrado-. Llego para esperarlo… o eso dijo. Pero actua como si fuera la duena del palacio. Como la madre de la princesa Lar…
No termino la frase, pero no hacia falta. -?Como si fuera mi madre? -No queria decir eso -se disculpo la senora Burchett-. Lo siento. Es que… llevamos tanto tiempo esperando que volviera el nino… Significa todo para nosotros. Su Alteza ha conseguido traerlo a casa y eso es fundamental no solo para mi sino para el pais. Pero no deberia criticar a la senorita Ingrid ni a su madre…
– No se preocupe. Conozco muy bien a mi madre.
– Entonces, ?va a quedarse? -No me queda mas remedio -suspiro Tammy, sentandose en la cama. O, mas bien, subiendose a la cama. Era tan alta que los pies no le llegaban al suelo. Se preguntaba que hacia alli. ?Cual era su papel, tia de Henry? ?Iba a quedarse alli para siempre? Seria como un pez fuera del agua.
Pero al menos habia encontrado una persona amable entre el servicio. La senora Burchett la hacia sentir comoda.
– Nos alegro tanto saber que no queria usted dejar al nino… Es la primera persona que se preocupa por el de verdad. Pobrecito… Pero en fin, ya esta aqui -suspiro la gobernanta-. Supongo que querra descansar. ?Sus cosas llegaran hoy?
– Ya han llegado. Ese es mi equipaje -sonrio Tammy, senalando la mochila. -Pero querida… -Es todo lo que necesito. -?Pero que se pondra para cenar? -Pienso cenar en la habitacion. No quiero cenar ni con su Alteza. Ni con Ingrid
– No puede cenar aqui -protesto la senora Burchett.
– Entonces cenare con usted, en la cocina.
– ?Pero eso no puede ser! -replico la mujer, horrorizada.
Tammy miro alrededor. Era una habitacion preciosa, pero hacia falta un radiador, una nevera y un par de cosas mas.
– ?No puedo tomar un sandwich aqui?
– Quiza esta noche… No estoy segura. ?Su Alteza sabe que no va a cenar con el?
– «Su Alteza» sabe que me gusta vivir de forma independiente.
– ?Y lo aprueba?
– Me da igual. Yo tomo mis propias decisiones.
– Entonces pedire que le suban algo de comer, querida -sonrio la senora Burchett-. Si eso es lo que quiere…