que.
Fue una cena fabulosa. Podrian servirle pollo todas las noches si querian. Lo preparaban con unas hierbas especiales y era muy jugoso, una joya. Y el souffle de salmon, para morirse. Tambien fue delicioso el postre, una tarta de frambuesas que se deshacia en la boca.
Nunca habia comido tan bien. Y si seguia comiendo asi tendria que desabrocharse algun boton del vestido.
– ?Que? -pregunto Marc al ver que lo miraba.
El comedor era enorme, esplendido. Techos altos, candelabros de cristal, cortinas de brocado, una enorme chimenea, velas, cuadros de ancestros del principado colgando en las paredes…
Cualquiera se sentiria intimidado, penso Tammy. Pero al mirar a Marc se dio cuenta de que era el quien la intimidaba en realidad. No el comedor, sino Marc. Especificamente cuando sonreia.
– Estaba preguntandome que habra sido de las pobres codornices que la senora Burchett pensaba servir en el almuerzo.
– ?Por que?
– Porque me caen bien las codornices. Lo que pasa es que no me gusta comermelas. Me gusta verlas volar. De pequena cuide de una que se habia roto una pata.
– ?Y no piensas comerte a ninguno de sus parientes?
– No pasa nada por tomar pollo en lugar de codorniz. Pero si ya las habian matado, es absurdo tirarlas a la basura.
– ?Las quieres para el desayuno?
– No, mejor no.
– Pues entonces tendras que cenarlas manana tu sola. O dejar que las coma el servicio -sonrio Marc, levantandose y apartando su silla.
Por supuesto, ella no necesitaba que nadie apartara su silla, pero la sensacion no era desagradable. Sobre todo, porque asi lo rozo y, al hacerlo, experimento una sensacion nueva, un cosquilleo sorprendente.
?Que le pasaba? ?Por que actuaba como una nina pequena?
– ?Tendre que cenar yo sola? ?Tu no estaras aqui?
– Me voy a casa. Ya te dije que no queria quedarme en el palacio.
– Pero vives aqui.
– No, tu vives aqui. Tomaste esa decision al venir con Henry a Broitenburg.
– Pues entonces me has traido enganada.
– Si hubieras decidido no venir, yo tendria que vivir aqui.
– ?Y que ha cambiado?
– Tu -contesto Marc-. Y yo.
– No se a que te refieres.
– Tu misma has dicho que la situacion era imposible.
– Yo necesito mi propio espacio -murmuro Tammy, tragando saliva. Y lo necesitaba justo en aquel momento porque Marc estaba muy cerca, demasiado cerca.
– Yo tambien.
– Pero este palacio es suficientemente grande para los dos. Si aceptas que yo convierta una parte del palacio en mi apartamento…
– No es necesario, Tammy. Yo odio este sitio.
– ?De modo que dejas toda la responsabilidad en mis manos?
– No es mi responsabilidad vivir aqui.
– Tampoco mia.
– Tu elegiste venir a Broitenburg.
– Elegi cuidar de Henry, no de todo el palacio. Ni del reino.
– Principado -la corrigio Marc.
– Por favor… yo intento buscar sentido a todo esto y tu me discutes la semantica.
– No discuto nada. Me voy.
– Pero no sabia que te fueras tan pronto -protesto ella-. No puedo quedarme sola aqui, Marc. Aun no estoy acostumbrada a Henry.
– Da igual. Dominic y Madge te ayudaran.
– ?Por que no te quedas un poco mas?
– Tengo que irme.
– ?Por que? -exclamo Tammy-. ?Por que tienes que irte? ?Por que sales corriendo? Por favor… es como si hubiera fantasmas en el palacio.
– No seas ridicula. Los fantasmas no me dan miedo.
– Entonces, ?que te da miedo?
– Nada -contesto el-. Tengo mis propias responsabilidades en casa.
– ?Y no puedes solucionarlo desde aqui? No me lo creo.
– Lo creas o no, asi es.
– Antes de salir de Australia, no dijiste que te irias de palacio. Me hiciste creer que cuidariamos juntos de Henry. Y ahora me dices que te vas manana… tiene que haber una razon. ?Por que te vas?
?Por que?
Sus palabras quedaron colgadas en el aire.
Marc la miro, perplejo, y ella le devolvio la mirada con los ojos llenos de furia. Tenia las mejillas coloradas y su pecho subia y bajaba, agitado. Era…
Era demasiado.
?Por que?
Marc sabia por que y no podia soportarlo ni un minuto mas.
Habia jurado no hacerlo. La primera vez fue un error. Nunca debio tocarla. Pero ella parecia tan vulnerable, tan dulce, tan… Tammy.
Pero, ?como no iba a hacerlo? Ella lo estaba mirando, estaban tan cerca…
Marc no entendia nada, pero tenia que hacerlo.
Por supuesto.
Y, de nuevo, la beso.
Despues no podia creerlo. Era lo ultimo que deseaba hacer… o mas bien lo ultimo que debia hacer.
La habia besado en Australia como para sellar una promesa, pero aquello… no era una afirmacion de nada. Era la atraccion entre un hombre y una mujer. La deseaba como no habia deseado a nadie.
El sentido comun no tenia nada que ver. La logica se habia ido por la ventana. La abrazaba con una pasion desconocida para el.
La necesitaba. Estaba en su casa, en su corazon, en su vida.
La apretaba con ansiedad, como si no quisiera soltarla nunca, y ella levantaba la cara, quiza tan desesperada como el.
Estaba respondiendo, le devolvia el beso. Abria la boca para recibirlo, buscando algo que Marc pensaba necesitar solo el.
Aquella mujer se habia metido en su corazon, penso, incredulo. Era su otra mitad. Cuando sonreia, su sonrisa se le metia dentro. Era una mujer salvaje, libre, especial. Sin maquillaje, sin falsedad…
Pero cuando abrazaba a su sobrino habia una ternura en ella que le partia el corazon.
?Cuando habia empezado aquello, en Sidney? ?Cuando la vio subida al arbol?
Ella deberia apartarse, penso. Deberia darle una bofetada como hizo en Sidney. Pero su cuerpo se plegaba contra el suyo con una suavidad que lo volvia loco.
Lo encendia, lo enardecia. Marc deslizo las manos hasta sus pechos para acariciar su perfecta simetria, su perfeccion…
Tammy.
?Habia dicho el nombre en voz alta? No lo sabia. Lo unico que sabia era que se estaba derritiendo, que sentia un deseo que apenas podia reconocer.
El no era asi, el era una persona que controlaba sus sentimientos… Pero en ese momento Tammy metio la