el desierto. Podia resistirse a una simple mujer.
– Te he mandado llamar dos veces.
Ella siguio debajo del agua, parecia incomoda y desafiante al mismo tiempo.
– Eso he oido.
– Soy el principe Kateb de El Deharia. Vendras ante mi cuando te convoque.
– Me parece que no.
– Eres mi amante.
– Durante un par de dias mas, luego, me marchare. ?O es que vas a volver a cambiar las reglas? Porque no hay quien se fie de tu palabra.
– ?Como te atreves a hablarme asi? -inquirio furioso.
Ella bostezo.
– Lo siento. ?Cual era la pregunta?
Kateb deseo agarrarla y sacudirla. Sacarla de la banera y… y…
Sintio deseo. Un deseo mas fuerte que la ira, y le molesto que Victoria tuviese tanto poder sobre el.
– No lo entiendo -dijo por fin-. ?Por que estas enfadada? Te he ofrecido mi ayuda.
– No recuerdo habertela pedido.
– Quiero asegurar tu futuro.
– ?Buscandome marido?
– Si, pero si no quieres, te dare dinero. Me ocupare de ti.
– ?Cual es el sueldo por haber sido tu amante durante un mes? -le pregunto con ironia-. Me sorprende que no haya mas mujeres deseosas de ocupar mi puesto, con lo bien que pagas.
El fruncio el ceno.
– Ese sarcasmo es innecesario.
– A mi me lo parece. Ahora, por favor, marchate.
– No lo hare hasta que esto este arreglado -tomo aire, uno de los dos tenia que actuar de forma racional, seria el-. Victoria, conozco tu pasado. No quiero que vuelvas a tener que preocuparte por el dinero. ?Por que te parece eso tan malo?
– ?Por que te preocupa tanto mi futuro? -pregunto ella, en tono casi normal.
– Porque te aprecio. Cuando te traje aqui, tenia otro concepto de ti, estaba equivocado. Deberias respetar eso.
Ella se incorporo. Sus pechos quedaron completamente al descubierto. Kateb la deseo aun mas.
– ?Quieres decir que no soy la zorra caza fortunas que habias imaginado? ?Ya no quieres castigarme? ?Ahora merezco tu atencion?
– Si. ?Que quieres? ?Que te haria feliz?
«Interesante pregunta», penso Victoria con tristeza, preguntandose como se tomaria Kateb la verdad. ?La escucharia? ?O le romperia el corazon sin mas?
Salio de la banera y se tapo con una toalla, despues se cruzo de brazos.
Yusra habia tenido razon, era mejor ser rechazada que marcharse sin saber que habria pasado.
– No quiero que me busques un marido -dijo muy despacio, mirandolo a los ojos-. No quiero tu dinero. No eres responsable de mi. Cuando me marche, estare sola. Sera lo mejor.
– ?Que quieres? -pregunto el con el ceno fruncido.
Victoria tomo aire.
– A ti. Quiero que esto sea real -miro a su alrededor-. No me interesa ser tu amante. Lo quiero todo, Kateb.
Estaba temblando. Intento ocultarlo.
– Me he enamorado de ti. No pretendia hacerlo, pero ha ocurrido. No eres como habia imaginado. Eres un buen tipo. Me gusta estar contigo. Me haces reir, incluso sin querer, y eso es estupendo. Quiero que estemos juntos. Quiero…
– Para -le ordeno el-. No me digas mas.
– ?Kateb?
– No -retrocedio-. No. Nuestro amor es imposible. No quiero tu amor. Nunca lo he querido. Ni el tuyo, ni el de nadie.
Ella trago saliva.
– ?Por que tiene que ser algo malo? -pregunto, mas dolida de lo que habia imaginado.
– Porque nunca te querre ni querre a nadie. Nunca estaremos junios. Eres la ultima mujer con la que me casaria. Eso es todo.
Kateb salio del haren. Y ella espero a estar sola para dejarse caer al suelo. Se hizo un ovillo y espero a que las lagrimas invadiesen sus ojos.
Se dijo a si misma que al menos lo sabia y podria vivir en paz. Algun dia. Todavia no.
Capitulo 11
A Kateb no le interesaba la reunion que tenia con los ancianos antes de la ceremonia en la que se convertiria en lider, pero no podia librarse de ella. Aunque querian hablar con el de varios asuntos referentes al pueblo, todos tenian en mente otro distinto: casarlo.
Aunque la posicion de lider no se heredaba, se daba por hecho que el lider tendria una mujer e hijos.
Kateb entendia la importancia del matrimonio y pretendia cumplir con la tradicion. Lo que no le gustaba era tener que hablar del tema. En especial, en esos momentos.
Aunque llevaba dos dias sin ver a Victoria, no habia dejado de pensar en ella. No podia dejar de recordar sus palabras, que no lo dejaban dormir. Estaba furioso con ella y no sabia por que.
Llego a la puerta de la sala donde estaban reunidos los ancianos y el guardia lo anuncio. Cuando fuese nombrado lider, ocuparia la cabecera de la mesa, pero por el momento debia quedarse de pie.
Zayd, el portavoz del grupo, lo saludo con la cabeza y se levanto.
– ?Estas bien, principe Kateb? -le pregunto.
– Si. Gracias. ?Y ustedes?
– Estamos viejos -gruno Zayd-. Cada vez mas. Te hemos hecho venir para hablar de tu futuro y, por lo tanto, del nuestro. Tu politica economica es agresiva. Tal vez demasiado.
– Las viejas costumbres todavia funcionan -dijo otro anciano-. ?Crees que vas a cambiarlo todo en una semana? Las cosas no son asi.
– Nuestras costumbres son el pilar de nuestro modo de vida y de nuestro exito economico -respondio Kateb-. No deseo cambiarlo. Solo deseo anadir fuerza a una economia que ya es potente.
Explico por encima lo que tenia en mente. Los ancianos lo escucharon.
– Todo eso esta muy bien -comento un tercer anciano-. ?Pero vas a casarte? Cantara era una flor del desierto, pero hace cinco anos que se fue, Kateb. Ha llegado el momento de que vuelvas a casarte.
– Estoy de acuerdo -dijo el-. Estoy preparado para tomar esposa.
Los ancianos se miraron. Parecian sorprendidos con su respuesta.
– ?Tienes alguna preferencia? -le pregunto Zayd-. ?Has elegido a alguien?
El penso en Victoria, que habia resultado ser un inesperado tesoro.
Hasta hacia un par de dias.
– A nadie -respondio con voz clara.
Zayd arqueo las cejas.
– Ya veo. Haremos traer a las candidatas apropiadas al pueblo.
– Elegire entre ellas.
Varios ancianos susurraron algo. Uno de ellos se puso en pie.
– ?Y Victoria? ?Va a quedarse en el haren?
«Si no esta embarazada, no», penso el, todavia enfadado con ella sin saber porque. No podia quedarse.
A no ser que estuviese embarazada. En ese caso, tendria que quedarse. Kateb ser pregunto como seria