Sentia que sus pechos se hinchaban y una extrana presion entre las piernas. Si la palanca de marchas no hubiera estado entre los dos, seguramente le habria arrancado la chaqueta y la camisa.
Pero, en lugar de sugerir que siguieran en otro sitio, Duncan se aparto un poco.
En la oscuridad no podia ver sus ojos y no sabia lo que estaba pensando.
– Eres una complicacion, Annie -dijo el entonces.
?Eso era bueno o malo?, se pregunto.
– Tambien soy Piscis y me gusta viajar y dar largos paseos por la playa.
Duncan rio. Y, como siempre, el sonido hizo que se le encogiera el estomago.
– Maldita sea -murmuro el-. Voy a llevarte a casa antes de que hagamos algo que lamentemos mas tarde.
?Lamentar? Ella no pensaba lamentar nada. Pero como no estaba segura de su respuesta, decidio callarse. Desear a Duncan era una cosa. Desear a Duncan y que el dijera que no estaba interesado era mas de lo que estaba dispuesta a soportar.
El valor era una cosa curiosa, penso mientras se ponia el cinturon de seguridad. Y, aparentemente, ella iba a tener que encontrar el suyo.
Annie sobrevivio a las dos siguientes fiestas. Estaba empezando a acostumbrarse a charlar con hombres de negocios y, sobre todo, a confirmarles que era profesora de primaria y le encantaba su trabajo.
Habia conocido a muchos periodistas y el mundo de los ricos le daba menos miedo que al principio. Y tampoco Duncan le parecia tan imponente. Lo unico que lamentaba era que no hubiese vuelto a besarla.
Se decia a si misma que seguramente era lo mejor y en algunos momentos incluso llegaba a creerlo. Duncan habia dejado claro que la suya era solo una relacion de conveniencia y si todo acababa mal seria culpa suya porque habia sido advertida.
– ?Que hay en la caja? -le pregunto cuando salian del hotel para volver a su casa.
Annie le habia dicho que no pensaba contarle que era hasta que terminase la fiesta.
– Adornos de Navidad para tu casa. Una forma de agradecerte todo lo que has hecho por mi.
– ?Que clase de adornos? -pregunto el, con expresion suspicaz.
– Nada que vaya a comerte mientras duermes. Son bonitos, te gustaran.
– ?Es una opinion o una orden?
– Tal vez las dos cosas -sonrio Annie.
– Muy bien -suspiro Duncan-. Venga, vamos. Incluso dejare que los coloques donde quieras.
Antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, Duncan tomaba la autopista hacia el norte en lugar del sur y, quince minutos despues, detenia el coche en el garaje de un lujoso edificio.
Annie se dijo a si misma que debia tranquilizarse. La habia llevado a su casa, pero eso no significaba que hubieran pasado de ser una pareja falsa a ser una pareja real. Eran amigos, nada mas. Amigos que fingian salir juntos. Ocurria todo el tiempo.
Unos minutos despues estaban en un lujoso duplex. Y no deberia sorprenderla, claro.
El salon era espacioso, como los
Y, sin duda, aquel apartamento tendria mas de un cuarto de bano. Tal vez podria enviar alli a sus primas para que se arreglasen los viernes por la noche. Asi no tendrian que pelearse.
– Es muy bonito -le dijo, mirando las paredes pintadas de color beige y los sofas de un tono marron claro-. Pero no hay mucho contraste de colores.
– Me gustan las cosas sencillas.
– El beige es el color de los hombres. O eso he oido.
Annie se dejo caer en uno de los sofas y puso la caja sobre la mesita de cafe.
– ?Quieres una copa de vino?
– Si, muy bien.
Mientras Duncan servia el vino, ella saco los adornos de la caja. Habia tres bolas de cristal con nieve, dos velas, varias tiras de espumillon y un belen dentro de una caja, las figuritas de porcelana envueltas en papel celofan.
Annie miro alrededor. Las velas y el espumillon podrian ir sobre la mesa, las bolas de cristal frente a la ventana. Y el belen en la mesa de la television. Cuando termino, Duncan le dio su copa de vino.
– Muy bonito, muy hogareno.
– ?Lo dices de verdad?
– Si.
– Me habria gustado traer un arbol, pero no sabia si te gustaria.
– A mi ama de llaves le habria divertido.
Eso no la sorprendio.
– ?Quieres ver el resto de la casa? -pregunto Duncan.
Annie asintio con la cabeza.
El aseo era mas grande que cualquiera de los dormitorios de su casa, pero eso ya no la sorprendia. Al final del pasillo habia un estudio con las paredes forradas de madera y un enorme escritorio en el centro, pero lo que llamo su atencion fueron las estanterias llenas de trofeos. Habia docenas de ellos, algunos grandes, otros pequenos, algunos guardados en urnas de cristal. Tambien habia guantes de boxeo, pero sobre todo figuras de boxeadores.
– ?Tu has ganado todo esto?
Duncan asintio con la cabeza mientras ella se acercaba para mirar los trofeos. En todos ellos estaba inscrito su nombre, con fechas y ciudades. Y tambien habia algunas medallas.
– No lo entiendo. ?Por que una persona querria pegarse con otra?
Duncan sonrio.
– No es solo eso, es una forma de arte. Un talento especial. Hace falta fuerza, pero tambien inteligencia, saber cuando golpear y como. Uno tiene que ser mas listo que el oponente, no todo depende del tamano. La determinacion y la experiencia son muy importantes.
– Como en los negocios.
– Si, algo asi.
Annie arrugo la nariz.
– ?No te dolia cuando te golpeaban?
– Si, claro que me dolia, pero me educo mi tio y eso era lo suyo. Sin el, hubiera sido un gamberro mas.
– ?Estas diciendo que golpear a la gente evito que acabaras siendo un chico de la calle?
– Algo asi -sonrio Duncan-. Deja tu copa.
– ?Para que?
– Dame un punetazo.
– ?Que?
– Que me des un punetazo.
Ella lo miro, atonita.
– No puedo hacer eso.
– ?Crees que me harias dano?
– Probablemente no, pero me romperia la mano.
Duncan se quito la chaqueta y la corbata y las dejo sobre una silla.
– Levanta las manos y cierra los punos, con los pulgares hacia dentro.
Annie hizo lo que le pedia, sintiendose como una tonta.
– ?Asi?
– Golpeame y no te preocupes, no me haras dano.
– ?Me estas retando?
Duncan sonrio.
– ?Crees que puedes conmigo?