– Pedi las joyas porque pense que te gustarian. No queria que te pusieras tan nerviosa.

– Dime que no valen millones de dolares y me relajare.

El le guino un ojo.

– No valen millones de dolares.

– Estas mintiendo.

– ?Yo? ?Como puedes decir eso?

Mejor no saberlo, penso ella mientras entraban en el elegante salon del hotel. Muy bien, llevaria los diamantes y se alegraria de que Duncan hubiera tenido ese detalle. En cuanto se le pasaran las ganas de vomitar estaria contenta.

En la fiesta habia mas de doscientas personas y, aunque no solia beber alcohol, tal vez aquella noche le iria bien una copa de vino. Ademas, un poco de vino haria que la idea de llevar esos carisimos diamantes fuese menos aterradora.

– Mira, hay una pista de baile.

– Pense que bailar te pondria mas nerviosa.

– No, ya no.

Sus ojos se encontraron entonces. Annie no sabia lo que estaba pensando, pero ella recordaba la ultima vez que hicieron el amor, cuando la hizo sentir cosas que no habia esperado sentir nunca. Cuando habia aceptado el hecho de que estaba totalmente enamorada de el.

En la mirada de Duncan habia fuego y sintio la respuesta en su bajo vientre…

– No tenemos que quedarnos mucho tiempo -dijo el entonces.

– ?Estas seguro? Pense que estariamos aqui tres o cuatro horas, por lo menos.

– Quince minutos maximo -sonrio Duncan, atrayendola hacia si-. O podriamos subir a una de las habitaciones, tienen jacuzzi.

– ?Y como sabes tu eso?

– ?Duncan?

La persona que lo llamaba tenia una voz ronca, sexy… la clase de voz que se escuchaba en la radio. Annie se volvio para ver a una mujer increiblemente alta, guapisima, con un vestido negro muy sexy. Estaba sonriendo, sus ojos azules brillando de alegria.

– Cuanto me alegro de verte. Te he echado mucho de menos.

Duncan se puso tenso.

– ?Que demonios haces aqui?

– He venido a verte -siguio sonriendo la mujer, mirando a Annie-. ?Vas a presentarme a tu amiga?

El vacilo durante un segundo.

– Annie, te presento a Valentina, mi ex mujer.

Capitulo Diez

Despues de convencer a Annie para que le dejara unos minutos a solas, Duncan estaba en un saloncito privado, de brazos cruzados, mirando a la mujer con la que una vez habia querido pasar el resto de su vida. Valentina estaba inmovil, mirandolo a su vez, con una sonrisa en los labios.

– Estas muy guapo. El tiempo es un asco… siempre es mas amable con los hombres que con las mujeres.

– ?Por que has venido? -le pregunto el bruscamente-. Y no me cuentes historias.

Pero Valentina no parecio asustarse, al contrario.

– No hay manera de enganarte, Duncan. Mi error fue pensar que podria reemplazarte.

– ?Quieres decir que podrias encontrar a otro mejor? Porque ese era el objetivo, ?no?

– Bueno, supongo que si. Volvi a casarme, si eso es lo que estas preguntando. Eric era encantador, facil de llevar -Valentina arrugo la nariz-. Aburrido. Pense que ser rica era lo mas importante del mundo, que me sentiria segura, pero estaba equivocada.

– Gracias por la informacion -dijo el-, pero tengo que volver a la fiesta.

– Espera, Duncan. ?No te alegras un poco de verme?

Duncan miro esos ojos de gata y esos labios que lo habian llevado de cero a cien en menos de un segundo.

Cuando lo dejo se habia sentido desolado y habia jurado vengarse. Entonces habia entendido la furia de un hombre que deseaba tener a una mujer para el solo. Y cuando la rabia ceso, se sintio humillado. Saber que lo habia traicionado, que lo habia tratado como a un tonto, lo habia mantenido despierto por las noches.

La habia amado una vez. Valentina habia prometido amarlo para siempre y el la creyo. Con el tiempo, habia aceptado que solo habia sido un medio para llegar a un fin y, con el tiempo, el dolor desaparecio.

Aunque la herida no habia curado del todo.

Unos dias despues de que lo dejase, su tio le habia dicho que lo contrario del odio era la indiferencia y ahora, mirando a la mujer con la que se habia casado, sabia que era verdad.

– No me importas lo suficiente como para sentir nada.

– Vaya, veo que eres muy sincero. ?Entonces no me has echado de menos?

Duncan penso en esas largas noches en las que no podia dormir. Hubiera vendido su alma por tenerla de nuevo entonces. Menos mal que el demonio debia estar ocupado en ese momento.

– Te quise -le dijo-. Que me dejases me dolio mucho. ?Y que? Eso fue hace tres anos, Valentina. He seguido adelante con mi vida.

– Ojala yo pudiera decir lo mismo, pero no es asi. Se que me equivoque y se que tendre que volver a ganarme tu confianza, por eso estoy aqui. Te quiero, Duncan. Nunca he dejado de hacerlo y quiero que me des otra oportunidad.

Duncan escucho la pregunta y espero. ?Queria volver con ella? ?Las viejas cicatrices seguian abiertas?

No, penso, aliviado. No habia nada. Ni una gota de anhelo o curiosidad. Valentina no era mas que alguien a quien habia conocido una vez.

– Lo siento, pero no estoy interesado.

Annie iba sentada a su lado en el coche. Duncan habia vuelto diez minutos despues de hablar con Valentina y le habia dicho que tenian que irse.

No habia vuelto a decir una palabra y ahora, sabiendo que la llevaba a su casa, Annie se resigno a una breve despedida.

– Gracias por dejarme estas joyas -le dijo, por hablar de algo.

– De nada. Siento que no hayamos podido quedarnos mas tiempo. Pero cuando Valentina aparecio… en fin, digamos que habia ido para causar problemas.

Lo que realmente Annie queria preguntar era que le habia dicho, pero no tenia valor para hacerlo.

– ?Como lo sabes? -le pregunto, en cambio.

– Porque ella es asi. No sabia si montaria una escena, asi que marcharse me ha parecido lo mejor. No queria involucrarte a ti.

– Te lo agradezco -Annie se aclaro la garganta-. Supongo que ha sido una sorpresa verla despues de tanto tiempo, ?no?

– Podria haber pasado mas tiempo sin volver a verla, me da exactamente igual. Valentina quiere algo y no parara hasta que haya hecho todo lo posible para conseguirlo.

?Queria algo? ?Se referia a dinero o al propio Duncan? Annie se dijo a si misma que deberia ser lo bastante madura como para alegrarse si Duncan y Valentina retomaban su relacion. Al fin y al cabo, habian estado casados una vez. Pero el dolor que sentia en el pecho al imaginarlos juntos traicionaba ese razonamiento.

Duncan detuvo el coche frente a su casa.

– La fiesta de manana sera mas agradable, mas pequena. Vendre a buscarte a las seis y media.

Apenas la miro mientras hablaba e, intentando disimular su desilusion, Annie se obligo a si misma a sonreir mientras salia del coche.

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