– ?Demasiado macho para entenderlo? -pregunto Annie.
– En parte, supongo. Pensaba que me atacaria cuando estuviera dormido, lo cual fue una estupidez por mi parte. Tardamos algun tiempo, pero nos hicimos amigos. Luego, cuando regreso a Los Angeles para abrir su negocio, volvio a ponerse en contacto conmigo y me convirtio en su cliente.
– Es un chico muy amable. Mis primas y Kami tambien lo pasaron estupendamente yendo de compras.
– ?Fueron contigo?
– Si, claro. Dijiste que podria quedarme con la ropa, pero no creo que yo vaya a ponerme estos vestidos nunca mas. No es algo que pueda usar para ir al colegio -sonrio Annie-. Asi que fueron conmigo para dar su opinion. Como todas tenemos mas o menos la misma talla…
– ?Vas a regalarles la ropa?
– Si no te importa, si. Dijiste que no tenia que devolverla.
– No, yo no la quiero. Es tuya.
– Gracias.
Duncan se quedo pensativo. No imaginaba a ninguna otra mujer regalando un vestuario tan caro. Era logico que no quisiera ponerse esos vestidos para ir a trabajar… ?pero no salia con nadie? ?No queria quedarse con la ropa por si acaso la necesitaba en alguna ocasion? Eso no tenia sentido para el y queria entenderla porque para ganar habia que entender al contrario y explotar sus debilidades. Habia comprado el tiempo de Annie, pero no confiaba en ella. Claro que era normal porque el no confiaba en nadie. Nunca.
Annie paso las manos por la lujosa piel del asiento. El coche, un deportivo aleman, olia a nuevo. El motor era silencioso, el salpicadero lleno de botones y mandos. Daba la impresion de que para poner la radio habria que tener un titulo en ingenieria.
– Es un coche precioso.
– Gracias.
– La radio de mi coche hace un ruido rarisimo. El mecanico dice que no le pasa nada, pero suena fatal.
– ?No la puedes arreglar?
Annie lo miro por el rabillo del ojo.
– Podria y lo hare en algun momento, cuando me toque la loteria. Pero antes necesito cambiar las ruedas. Con los coches viejos siempre pasa algo, ?verdad? Pero no importa, tenemos un trato: el arranca todas las mananas y yo no me compro otro.
Duncan sonrio.
– ?Hablas con tu coche?
– Si, claro. Aunque seguramente tu no lo harias.
– Tu coche y yo no nos conocemos.
– Puedo presentaros, si quieres -rio Annie.
– No, gracias -dijo el, girando a la izquierda despues de un semaforo.
– He estado pensando… voy a conocer a mucha gente y me preguntaran cuando nos conocimos.
– Hace tres meses.
– Ah, muy bien. ?Que tal si decimos que fue un fin de semana? Tu ibas a la playa, me viste parada a un lado de la carretera porque habia pinchado y te detuviste para ayudarme.
– Nadie se creeria eso.
– ?No pararias para ayudar a alguien?
– No lo creo.
– Pues deberias hacerlo. Es buen karma.
– A lo mejor no creo en el karma.
– No tienes que creer, seguira pasando de todas formas. Yo creo que el universo lleva la cuenta de las cosas que hacemos.
– Si eso fuera cierto yo no seria millonario.
– ?Por que no?
– ?No has leido nada sobre mi? Soy un canalla sin corazon. Te he contratado para demostrar lo contrario.
– Si fueras un canalla sin corazon habrias hecho que detuvieran a Tim en cuanto descubriste el desfalco. Pero no lo has hecho.
– Solo porque el resultado hubiera sido mas prensa negativa -Duncan giro la cabeza para mirarla-. Ten cuidado, Annie. No cometas el error de creer que soy mejor de lo que soy.
Tal vez tenia razon. ?Pero esa advertencia no demostraba que ella estaba en lo cierto?
El salon del hotel era enorme, lujoso y muy bien iluminado, con una orquesta tocando al fondo. Annie sujetaba su refresco intentando por todos los medios no parecer asustada. Los invitados, todos elegantemente vestidos, charlaban y se movian de un lado a otro con confianza…
El mundo de Duncan era un sitio interesante, tan diferente al suyo como era posible. Pero estaba alli para hacer su trabajo, de modo que permanecio a su lado, sonriendo y estrechando la mano de personas cuyos nombres seria incapaz de recordar mas tarde.
– ?Cuanto tiempo llevas saliendo con Duncan? -le pregunto una mujer.
– Tres meses -contesto ella.
– Eso es una eternidad para Duncan. Debes ser muy especial.
– El es especial -dijo Annie.
– Y no eres su tipo, ademas.
Duncan debio oir eso porque le paso un brazo por los hombros.
– Mi tipo es otro ahora.
– Eso veo.
Cuando la mujer se aparto, Duncan la llevo hacia otro grupo de invitados, entre los cuales habia un hombre que trabajaba para una revista economica.
– ?Te importa que te haga un par de preguntas?
– No, claro que no -contesto ella-. Mientras no te importe a ti que me ponga nerviosa.
– ?No te gusta la prensa?
– La verdad es que no estoy muy acostumbrada.
– No puedes salir con alguien como Duncan Patrick y pasar desapercibida.
– Eso me han dicho.
El hombre, bajito y palido, le pregunto:
– ?Como os conocisteis?
Annie le conto la historia de la carretera, pero el no parecia muy convencido.
– Me han dicho que eres profesora.
– Si, de primaria. Me encanta trabajar con ninos pequenos porque les emociona la idea de ir al colegio y mi trabajo consiste en animarlos, en prepararlos para que aprendan a estudiar. Si podemos ensenar a los mas pequenos que aprender es divertido, podremos asegurarnos de que terminan sus estudios.
El periodista parpadeo, sorprendido.
– Muy bien. ?Y por que Duncan Patrick?
Annie sonrio.
– Porque es una persona estupenda. Aunque lo primero que llamo mi atencion fue su risa. Tiene una risa preciosa.
El periodista parpadeo de nuevo.
– Yo nunca lo he oido reir.
– Sera porque no le ha contado nada gracioso.
Duncan se acerco a ellos entonces.
– Charles -lo saludo, estrechando su mano-. Me alegro de verte.
– Lo mismo digo.