Daphne se dio cuenta de que Murat continuaba acariciandole los dedos y retiro la mano.

– En Bahania, para que un matrimonio real sea valido, la novia no tiene por que dar su consentimiento -le explico Murat-. Basta con que no se oponga.

– ?Me estas diciendo que la novia que calla, otorga? -pregunto Daphne con incredulidad.

– Si.

– ?Y nadie se ha dado cuenta de que yo no estaba ni para decir que si ni para decir que no? ?Acaso nadie se ha percatado de que estaba inconsciente?

Murat se encogio de hombros.

– ?Nadie se opuso? ?Nadie protesto?

– No.

– ?Y los testigos?

– El unico testigo que habia era el rey.

– ?Nadie mas?

Murat sonrio.

– El rey es mas que suficiente.

Daphne no se podia creer que el padre de Murat hubiera accedido a algo asi. Ademas de que le dolia la cabeza, sentia unas terribles ganas de llorar.

«No llores», se dijo a si misma.

Si lloraba, lo unico que iba a conseguir era debilitarse y necesitaba estar fuerte. Aun asi, no le resulto facil controlar las lagrimas.

– No me puedes hacer esto.

– Ya esta hecho.

– Entonces, voy a hacer todo lo que este en mi mano para deshacerlo. Conseguire la anulacion o el divorcio. Me importa un bledo el escandalo.

– Para que un matrimonio real pueda ser disuelto se necesita el permiso del rey.

Lo que equivalia a decir que era imposible que fuera a suceder.

– Eres un canalla mentiroso y rastrero que no tiene etica ni moral ninguna -se lamento Daphne furiosa-. Jamas te perdonare esto. Recuerda bien mis palabras. Te aseguro que voy a encontrar la manera de librarme de ti.

– Daphne, ahora tienes que descansar -contesto Murat apartandole un mechon de pelo de la cara-. Ya tendras tiempo dentro de unos dias de ocuparte del asunto de nuestro matrimonio.

Daphne le aparto la mano.

– No me toques. No vuelvas a hacerlo jamas. Te odio.

Aquello hizo que Murat se apartara de ella y se colocara a los pies de la cama.

– Si soy tu esposa -continuo Daphne-, puedo hacer lo que me de la gana.

– Si, pero no debes olvidar nunca cual es tu lugar.

– ?Te refieres a que deberia comportarme como tu esclava? Vaya, maravilloso. Estoy encantada de ser el juguetito de un principe arrogante y egoista.

Murat la miro estupefacto, pero a Daphne le importaba muy poco lo que pensara de ella. En cualquier caso, la medicacion le estaba haciendo efecto y estaba dejando de dolerle la cabeza, asi que Daphne se sento en la cama.

– Eres una mujer imposible -se lamento Murat.

– Me importa un bledo lo que opines de mi.

– Te quejas, pero todo esto lo he hecho por ti.

– Ya, claro. Sera porque yo te estaba rogando que te casaras conmigo, ?verdad?

– No, pero te habias hecho dano y alguien tenia que cuidar de ti.

– ?Me estas diciendo que te has casado conmigo para protegerme de mi misma? Murat, deja de mentirte a ti mismo.

– Ademas, hemos hecho el amor -anadio Murat en el tono que un adulto emplea para explicarle algo delicado a un nino-. Y no eras virgen.

– ?Y?

– Deberias haberlo sido.

– ?Y te has casado conmigo para castigarme por ello?

– Por supuesto que no.

– ?Entonces? Si hubiera sido virgen, habriamos seguido viendonos y acostandonos y, al final, habriamos terminado igual.

– Correcto. Me habria casado contigo de todas maneras.

Aquello se llamaba estar entre la espada y la pared.

La sensacion de estar atrapada dejo a Daphne sin energia, asi que se tumbo y cerro los ojos.

– ?No te encuentras bien? -le pregunto Murat.

– Vete.

Daphne lo oyo acercarse y sintio su mano en la frente.

– Me gustaria ayudarte.

Daphne abrio los ojos y lo miro fijamente.

– ?Te crees que a mi me importa lo que tu quieras? Por favor, vete inmediatamente. No quiero volver a verte. Fuera. ?Fuera!

Murat dudo, asi que Daphne hizo ademan de agarrar el vaso vacio que habia en la mesilla para lanzarselo.

– ?Fuera!

– Vendre a verte manana por la manana.

– ?Vete ya!

Dicho aquello, Murat se giro y abandono la habitacion.

Una vez a solas, Daphne dejo el vaso sobre la mesilla, se acurruco en la cama y cerro los ojos. El dolor era insoportable, pero no el de la cabeza sino el de haber perdido su libertad.

La traicion que Murat le habia infligido le dolia sobremanera. Daphne volvio a sentir que le ardian los ojos y en aquella ocasion no reprimio las lagrimas aunque sabia que de poco le iban a servir.

Con la ayuda de los analgesicos, Daphne consiguio dormir toda la noche del tiron y, a la manana siguiente, el medico paso a verla. El doctor le dijo que debia permanecer acostada, por lo menos, veinticuatro horas mas, y que no debia volver a su vida normal durante unos dias.

Por razones que Daphne ignoraba, pero que agradecia, Murat no fue a visitarla. Al tercer dia, Daphne le dijo a la enfermera que se encontraba bien, se levanto, se vistio y comenzo a caminar.

Seguia furiosa con el y decidio que, en lugar de permitir que aquel enfado acabara con su energia, tenia que apoyarse en el para sacar fuerzas de flaqueza y encontrar la manera de librarse de Murat y escapar de alli.

Despues de desayunar, Daphne se acerco a las puertas doradas y comprobo que ya no estaban cerradas ni habia guardias fuera.

Claro, ya no hacia falta vigilarla porque ya no podia escapar. Nadie se atreveria a ayudarla, ningun conductor llevaria a la futura reina a la frontera ni ningun piloto volaria fuera del pais con ella.

Daphne avanzo por un pasillo hasta que se encontro con un viejo criado al que pregunto por el rey. El hombre la guio hasta un jardin donde Daphne vio al rey jugando con una de sus nietas en compania de su madre, Cleo, la mujer de Sadik.

Daphne no supo que hacer. Aunque tenia asuntos muy urgentes que tratar con el monarca, no queria interrumpir un momento familiar tan intimo.

Daphne sabia que Cleo era adoptada y que trabajaba en una fotocopiadora antes de conocer al que habria de convertirse en su marido y le parecio genial que una chica tan normal fuera completamente aceptada en una familia real cuando a ella no la aceptaba ni su propia familia.

Aquello le dolio.

– Vaya, Daphne -dijo el rey al verla-. Tienes buen aspecto. Ven a sentarte con nosotros.

Daphne asi lo hizo.

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