su amor por mi era mas grande que el universo y, en realidad, lo que querian era el titulo y el dinero.
Daphne hizo una mueca de disgusto.
– Supongo que lo pasarias mal.
– Si, pero tambien habia chicas sinceras a las que no les importaba o no sabia quien era. Por ejemplo, tu.
Daphne sonrio al recordarlo.
– Yo no tenia ni idea de quien eras.
– Ya lo se. Yo creia que, cuando lo descubrieras, ibas a salir corriendo y jamas podria alcanzarte.
A Daphne se le borro la sonrisa de la cara.
– Cuando sali corriendo, no viniste a buscarme.
Murat bajo la mirada y le miro la mano izquierda.
– Ya veo que sigues negandote a llevar el anillo.
– ?Te sorprende?
– No, simplemente me entristece.
– ?Quieres que hablemos de como me siento yo?
– Si tu quieres.
– Vaya, eso es nuevo. ?Desde cuando te preocupas por mis sentimientos?
– Quiero que seas feliz.
Daphne no se lo podia creer.
– Me has tenido prisionera y te has casado conmigo en contra de mi voluntad. No me parece que eso sea querer que una persona sea feliz.
– Ahora estamos casados, somos marido y mujer y me gustaria que disfrutaras de la situacion. A lo mejor resulta que te sorprende gratamente.
– Murat, ?cuando te vas a dar cuenta de que lo que has hecho no es correcto? ?Por que no lo admites por lo menos? Te digo en serio que me quiero ir.
– Y yo te digo que jamas nos divorciaremos porque el rey no lo permitira.
Daphne se puso en pie con la idea de escapar, pero siendo consciente de que no tenia ningun sitio adonde ir, miro a su alrededor, a toda aquella ropa que tenia que probarse y recordo todas las entrevistas que tenia concertadas y la cantidad de libros de historia y protocolo que tenia que leer.
– ?Se te ha ocurrido pensar que lo que has hecho ha dado al traste con cualquier posibilidad de ser felices que teniamos? -le pregunto con voz queda.
Murat se puso en pie, se acerco a ella y le acaricio la mejilla.
– Con el tiempo, te olvidaras del pasado y miraras hacia el futuro. Soy un hombre paciente y sabre esperar. Mientras tanto, te tengo que dejar porque tengo una reunion y ya llego tarde.
– Seguro que nadie te lo echa en cara -se burlo Daphne.
– No, no creo -sonrio Murat avanzando hacia la puerta-. ?De verdad que todo esto te esta resultando tan penoso?
– Si.
– ?Te gustaria olvidarte de la ropa durante unos dias?
– ?Seria posible?
– Si, pero tendrias que volver a montar a caballo.
– No hay problema.
– Bien. Estate preparada manana al amanecer. Vistete de manera tradicional. Ya le dire a alguien que te lleve la ropa apropiada a tu habitacion.
– ?Adonde vamos?
– Es una sorpresa.
Daphne no durmio bien aquella noche. No podia dejar de pensar en Murat, algo que le sucedia muy a menudo ultimamente, pero la diferencia ahora era que no estaba tan enfadada con el como en otras ocasiones.
El que le hubiera contado algo de su pasado, el que lo hubiera dejado entrar en su intimidad, habia hecho que Daphne entendiera que, aunque era muy apetecible ser rey, crecer siendo el principe heredero no debia de haber sido facil en absoluto para el.
?Nadie lo habia amado por ser quien era como ser humano? ?Acaso ninguna mujer se habia fijado en el como hombre a secas?
Daphne se pregunto que habria sucedido diez anos atras si se hubiera casado con el. ?Lo habria amado mas que a nadie? Por supuesto que si.
No lo habia abandonado porque no lo amara sino porque el no la amaba a ella y Daphne, a los veinte anos, necesitaba sentirse importante, necesitaba saber que era amada y, diez anos despues, le sucedia exactamente lo mismo.
Eso era lo que Murat no entendia. Por supuesto que estaba furiosa por haberla obligado a casarse con el de aquella manera, pero lo que parecia que a Murat no le entraba en la cabeza era que, si hubiera dicho que la queria, a lo mejor ella se habria planteado volver a intentarlo.
Claro que eso era como pedir imposibles porque Murat jamas admitiria haberse equivocado en nada y, mucho menos, pedia perdon.
Cuando sono el despertador, Daphne se ducho y se vistio, poniendose una camiseta y vaqueros bajo la ropa tradicional de las mujeres del desierto. Lo unico que quedo al descubierto fueron sus preciosos ojos azules.
Al salir de la habitacion, encontro a Murat esperandola en el salon. Tras saludarla, le entrego el anillo de diamantes.
– Estamos casados y no quiero que mi gente haga preguntas.
Daphne miro el anillo y luego a Murat a los ojos. Ella tampoco queria que nadie se metiera en su vida privada, asi que se puso el anillo y siguio a Murat a los establos.
– Vaya, creia que ibamos a ser solamente tu y yo, un par de caballos y un camello con los viveres -comento Daphne al ver que llevaban un sequito de unas cincuenta personas.
Murat sonrio y Daphne lo imito.
Murat la preferia asi. Feliz. La ultima semana habia sido terrible. Verla triste y furiosa era horrible.
?Por que no entendia aquella mujer que lo que estaba hecho, hecho estaba, y que lo que tenian que hacer ahora era concentrarse en mirar hacia delante? ?De verdad estar casada con el se le hacia tan cuesta arriba?
– Daphne, me gustaria que mientras estemos en el desierto hicieramos una tregua.
– Muy bien. Accedo a firmar la paz contigo, pero que sepas que lo hago por tu gente, no por ti.
Murat asintio.
De momento, era suficiente. Si Daphne pasaba tiempo con el y se olvidaba de que estaba enfadada, Murat sabia que podria ganarsela y, asi, cuando volvieran a palacio, todo se habria solucionado.
– Ven -le dijo agarrandola de la mano y conduciendola hacia una yegua blanca como la nieve-. Intenta no caerte esta vez.
– Intenta no hacerme enfadar -sonrio Daphne mirandolo desde arriba.
– Nunca es esa mi intencion.
– Pues se te da muy bien.
– Eso es porque soy un hombre de muchos talentos.
Algo brillo en los ojos de Daphne, algo oscuro y sensual que hizo que Murat sintiera que se le aceleraba el pulso.
– No vamos a hablar de eso. Que ni se te pase por la cabeza que va a haber entre nosotros nada divertido.
– Vaya, que pena, porque a ti te encanta reirte, ?no?
– No me refiero a eso y lo sabes perfectamente.
Murat asintio, pero en su fuero interno tenia la esperanza de que el desierto hiciera que Daphne cambiara de opinion. El desierto era un lugar romantico y Murat tenia la intencion de valerse de ello en su provecho.
Para empezar, aunque la tienda de campana estilo jaima en la que iban a dormir era muy grande y estaba amueblada, solo tenia un dormitorio.