El olor a alcohol cosquilleo en las fosas nasales de April cuando tomo asiento en la barra. Necesitaba una copa y un cigarrillo; en ese orden.
Solo por esta vez.
– Ponme una soda con limon -le dijo al joven camarero mientras aspiraba el humo de segunda mano-. Complaceme y sirvemelo en un vaso de Martini.
El sonrio y recorrio con sus jovenes ojos el cuerpo de April.
– Eso esta hecho.
No se podia pedir mas, penso ella. Se miro los zapatos planos de color salmon de Marc Jacobs. Tenia un juanete. «Mi vida contada en zapatos», penso. Plataformas de siete centimetros; botas de todas las formas y tamanos; tacones, tacones, y mas tacones. Y ahora zapatos planos.
Habia sentido la necesidad de alejarse de la granja esa noche, lejos del desden de Dean, pero sobre todo, lejos de Jack. Habia conducido hasta el condado de al lado para buscar la soledad en ese asador de carretera. Aunque no habia planeado sentarse en la barra medio vacia antes de comer; los viejos habitos no se perdian nunca.
Durante todo el dia se habia sentido como un jersey viejo deshilachandose poco a poco. No creia que hubiera nada peor que someterse a todas esas miradas despectivas de Dean, pero pasar tantas horas pintando la cocina con Jack habia hecho aflorar recuerdos desagradables que habian agrietado el muro de serenidad que se habia construido. Por fortuna, Jack no habia tenido mas ganas de hablar que ella, y habian mantenido la musica lo suficientemente alta como para hacer imposible la conversacion.
Todos los hombres del bar habian notado su llegada. Una musica horrenda sonaba a todo volumen y dos hombres de negocios japoneses la observaban. «Lo siento, tios. Ya no me va ese rollo.» Un hombre de unos cincuenta anos con mas dinero que gusto se pavoneo ante ella. No iba a ser su dia de suerte.
?Y si despues de todo el esfuerzo que habia hecho para recuperarse, Jack Patriot lograba cautivarla de nuevo? El habia sido su perdicion y su locura. ?Que pasaria si volvia a caer en la tentacion? No podia dejar que sucediera de nuevo. Ahora era ella la que controlaba a los hombres. No al reves.
– ?Seguro que no quiere un Martini? -dijo el guapo camarero.
– No puedo. Tengo que conducir.
El sonrio ampliamente y le sirvio la soda.
– Si quiere algo mas, aviseme.
– Por supuesto.
Habia sido en las barras de los bares y en los clubs donde ella habia echado a perder su vida, y algunas veces necesitaba regresar para recordarse a si misma que la chica a la que le iban las juergas -y que estaba ansiosa por entregarse a los instintos mas bajos con cualquier tio que llamara su atencion- ya no existia. Aun asi, siempre corria el riesgo de caer en la tentacion. Ahi estaban las luces tenues, el tintineo de los cubitos de hielo y el tentador olor del licor. Por fortuna, ese no era un gran bar y la version musical de «Star me up» que sonaba era tan mala que no se sentia inclinada a quedarse demasiado tiempo. Quien hubiera grabado esa mierda deberia acabar en prision.
Le vibro el movil en el bolsillo. Miro el identificador de llamadas y contesto con rapidez.
– ?Marc!
– Dios, April, no sabes cuanto te necesito…
April regreso a la casita de invitados poco antes de medianoche. En otra epoca, la fiesta no habria hecho mas que empezar. Ahora, todo lo que queria era dormir. Pero cuando se bajo del coche, oyo musica en el jardin trasero. Era una guitarra y esa familiar voz ronca de baritono.
Tenia un tono mas ronco ahora, como si sujetara las palabras en la garganta porque no soportaba dejarlas ir. Ella entro en la casita de invitados y solto el bolso. Por un momento, se quedo parada donde estaba, con los ojos cerrados, escuchando, intentando controlarse. Luego, hizo lo que hacia siempre y se dejo guiar por el sonido de la musica.
El estaba sentado de cara al estanque oscuro. En vez de sentarse en las sillas metalicas con apoyabrazos, habia llevado un taburete de la cocina. Habia colocado una gruesa vela en un platito sobre el cesped no lejos de sus pies, para poder apuntar la letra de la cancion que estaba componiendo en el bloc.
Los anos pasados se esfumaron. El se inclino sobre la guitarra como ella recordaba… acariciandola, persuadiendola, calentandola. La luz de la vela titilo en las gafas para leer que habia sobre el bloc. El salvaje y melenudo rebelde del rock'n'roll que habia sido en su juventud se habia convertido en un compositor de prestigio. Ella deberia retroceder y volver a la casa, pero la musica era demasiado dulce.
El la vio, pero no se detuvo. Siguio tocando para ella como solia hacerlo, y la musica se derramo sobre la piel de April como un aceite caliente que curara todas sus viejas heridas. Cuando el ultimo acorde se desvanecio en la noche, el dejo caer la mano en la rodilla.
– ?Que te parece?
La chica salvaje que habia sido una vez se habria arrodillado a sus pies, pidiendole que volviera a tocarla. Le habria dicho que el cambio de acorde al final del primer verso debia ser mas limpio y que se imaginaba la musica de la guitarra acompanada por el sonido de un organo Hammond B3. La mujer que era ahora se encogio de hombros con desden.
– El Patriot de siempre.
Era la cosa mas cruel que podia haber dicho. La obsesion de Jack por explorar nuevas tendencias musicales era tan legendaria como su desprecio por los vagos idolos del rock que no hacian mas que reeditar viejos temas.
– ?De verdad piensas eso?
– Es una buena cancion, Jack. Lo sabes.
Jack se inclino para dejar la guitarra sobre el cesped. La luz de la vela perfilo su nariz aguilena.
– ?Recuerdas como era? -dijo el-. Oias una cancion y ya sabias si era buena o mala. Comprendias mi musica mejor que yo mismo.
Ella se rodeo con los brazos y miro al estanque.
– Ya no puedo escuchar tus canciones. Me recuerdan demasiado al pasado.
La voz de Jack la envolvia como el humo de un cigarrillo.
– ?Ya no eres salvaje, April?
– No. Ahora soy una aburrida profesional de Los Angeles.
– No podrias ser aburrida ni aunque te lo propusieras -dijo el.
Un profundo cansancio se apodero de ella.
– ?Por que no estas en la casa?
– Me gusta componer al lado del agua.
– No es exactamente la Costa Azul. He oido que sueles ir por alli.
– Entre otros sitios.
No podia soportar eso. Dejo caer los brazos a los costados.
– Vete, Jack. No quiero que estes aqui. No quiero tenerte cerca
