Ella sonrio entre dientes.

– ?Has visto como nos mira la gente? No pueden entender como una mujer como yo puede ir con un cretino como tu.

– Creen que soy rico y que tu eres una chucheria por la que he pagado.

– ?Una chucheria? ?En serio? -Le gustaba como sonaba.

– No te alegres tanto. Tengo hambre. -La arrastro hasta una pequena gelateria, donde, tras una vitrina de cristal, se exponian los recipientes de delicioso helado italiano.

Ren se dirigio al adolescente que atendia tras el mostrador en un italiano macarronico aderezado con un acento sureno que a Isabel casi le hizo reir. El la miro de soslayo y, poco despues, salio de la tienda con dos cucuruchos. Probo el de mango y frambuesa con la punta de la lengua.

– Podrias haberme preguntado que sabor preferia.

– ?Para que? Te habrias limitado a pedir vainilla.

Habria pedido chocolate.

– No lo sabes.

– Eres una mujer que apuesta siempre sobre seguro.

– ?Como puedes decir eso despues de lo que ocurrio?

– ?Te refieres a nuestra noche… pecaminosa?

– No quiero hablar de eso.

– Lo cual demuestra lo que he dicho. Si no te gustase apostar sobre seguro, no seguirias obsesionada con lo que pudo haber sido una experiencia memorable.

A ella le habria gustado que no la definiese en esos terminos.

– Si hubiese estado bien sexualmente… Bueno, habria merecido la pena obsesionarse. -Ralentizo el paso y se quito las gafas para mirarla a los ojos-. Ya sabes lo que quiero decir con «bien», ?o no, Fifi? Cuando te sientes tan a gusto que lo unico que deseas es quedarte en la cama el resto de tu vida. Cuando no acabas de llenarte del cuerpo del otro, cuando parece que cada roce es de seda, cuando estas tan excitado que…

– Entiendo. No necesito mas ejemplos. -Se dijo que se trataba de otro de los trucos de Ren Gage y que lo que buscaba era incomodarla con aquella insinuante mirada y aquella voz seductora. Tomo aire para tranquilizarse.

El sol le calentaba los hombros desnudos. Paso un adolescente montado en un scooter. Aprecio el olor de las hierbas aromaticas y del pan recien hecho que impregnaba el aire. Sus brazos se rozaron. Ella lamio su helado, deshaciendo el mango y la frambuesa sobre sus papilas gustativas. Sentia despiertos todos sus sentidos.

– ?Intentas seducirme? -dijo Ren y volvio a colocarse las gafas.

– ?De que estas hablando?

– De eso que estas haciendo con la lengua.

– Me estoy comiendo mi gelato.

– Estas jugueteando con el.

– No estoy… -Isabel se detuvo y lo miro-. ?Te excita?

– Tal vez.

– ?Si! -Una sensacion de felicidad inundo su cuerpo-. De modo que verme comer el helado te excita.

El torcio el gesto.

– En los ultimos tiempos no he disfrutado de mucho sexo, asi que no hace falta gran cosa para excitarme.

– Si, claro. ?Cuanto hace? ?Cinco dias?-Nuestro triste encuentro no cuenta.

– Por que no? Tu quedaste satisfecho.

– ?Ah, si?

Ella dejo de sentirse feliz al instante.

– ?No fue asi?

– ?He herido tus sentimientos? -repuso el.

Ella se dio cuenta de que a Ren no parecia preocuparle. No sabia si mostrarse sincera o no. Mejor no.

– Me has destrozado -dijo-. Y, ahora, vayamos a ese museo antes de que me desmorone.

– Altiva y sarcastica.

Comparados con los fascinantes museos que habia en Nueva York, el museo etrusco Guarnacci no era nada impresionante. El desvencijado y pequeno vestibulo era un poco lugubre, pero a medida que recorrian la planta baja pudo ver un monton de fascinantes artilugios: armas, joyas, recipientes, amuletos y objetos del culto. Lo mas impresionante, sin embargo, era la extraordinaria coleccion de urnas funerarias de alabastro.

Recordaba haber visto unas cuantas urnas en otros museos, pero en aquel habia centenares de ellas apretujadas en viejas vitrinas de cristal. Disenadas para contener las cenizas de los muertos, las urnas rectangulares variaban de tamano, desde algo similar a un buzon de correos rural a algo parecido a una caja de herramientas. Muchas estaban rematadas con figuras reclinadas: algunas de mujeres, otras de hombres, y con escenas mitologicas, asi como de todo tipo, desde batallas a banquetes, grabadas en relieve en los lados.

– Los etruscos no dejaron literatura alguna -dijo Ren cuando subieron finalmente las escaleras que llevaban a la segunda planta, donde encontraron mas urnas apretujadas en vitrinas de cristal-. Mucho de lo que sabemos de su vida cotidiana se debe a estos relieves.

– Son mucho mas interesantes que las lapidas modernas de nuestros cementerios. -Isabel se detuvo frente a una gran urna con las figuras de una pareja de ancianos en lo alto.

– La Urna degli Sposi -dijo Ren-. Una de las urnas mas famosas del mundo.

Isabel observo a la pareja de caras arrugadas.

– Que aspecto tan realista. Si sus ropas fuesen diferentes, podria tratarse de una pareja actual. -La fecha indicaba el ano 90 a.C.-. Ella parece adorarle. Sin duda fue un matrimonio feliz.

– He oido decir que esas cosas existen.

– Pero no para ti, ?verdad? -Intento recordar si habia leido algo respecto a si estaba o habia estado casado.

– Es cierto, no para mi.

– ?Lo has intentado?

– Cuando tenia veinte anos. Con una chica que conocia desde pequeno. Duro un ano, aunque fue un desastre desde el principio. ?Y tu?

Ella nego con la cabeza.

– Creo en el matrimonio, pero no es para mi.

Su ruptura con Michael la habia obligado a afrontar la verdad. No habian sido sus multiples compromisos lo que le habian impedido planear su boda. Habia sido cosa de su subconsciente, que no dejaba de advertirle que el matrimonio no seria bueno para ella, aun cuando fuese con un hombre tan bueno como Michael. No creia que todos los matrimonios resultaran tan caoticos como el de sus padres, pero el matrimonio era perjudicial por naturaleza, y su vida seria mejor sin el.

Entraron en otra sala, y ella se detuvo con gesto de asombro.

– Que es eso?

El siguio la direccion de su mirada.

– El plato fuerte del museo.

En el centro de la sala, una unica vitrina de cristal encerraba una extraordinaria estatua de bronce de un joven desnudo. Media unos sesenta centimetros de altura pero solo unos pocos de anchura.

– Es una de las piezas etruscas mas famosas del mundo -dijo Ren mientras se aproximaban-. Tenia dieciocho anos la ultima vez que la vi, pero sigo recordandola.

– Es preciosa.

– Se llama Ombra della Sera, la sombra del atardecer. Es facil entender por que.

– Oh, si. -La forma alargada del chico recordaba a una sombra humana al finalizar el dia-. Parece una pieza de arte moderno.

La escultura era muy detallista, ademas de tener cierto aire moderno. La cabeza de bronce con el cabello

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