– Tal vez tenia mucho que recorrer -dijo con ligereza, pero las palabras se le atravesaron en la garganta.

– Permesso?

Se volvio para ver a Vittorio aproximandose a traves del jardin. Con el pelo negro recogido en una coleta y su elegante nariz etrusca, parecia un poeta gentil del Renacimiento. Le seguia Giulia Chiara.

– Buona sera, Isabel. -Vittorio abrio los brazos a modo de saludo.

Ella sonrio y, con discrecion, se abrocho el boton superior y se puso en pie para darle un beso. A pesar de no confiar demasiado en Vittorio, habia algo en el que le llevaba a apreciar su compania. No obstante, dudaba que fuese una coincidencia el que viniese acompanado de Giulia. Sabia que Isabel les habia visto juntos, y habia venido para restablecer el control.

Ren le miro de un modo mucho menos amistoso, pero Vittorio no parecio percatarse.

– Signore Gage, soy Vittorio Chiara. Y esta es mi hermosa mujer, Giulia.

Nunca habia dicho que estuviese casado, y mucho menos con Giulia. Ni siquiera le habia dicho su apellido a Isabel. La mayoria de los hombres que ocultan la existencia de una esposa, lo hace para intentar ligar con otras mujeres, pero los jugueteos de Vittorio habian sido inofensivos, asi que debia de tener otra razon.

Giulia llevaba una minifalda color ciruela y un top de tirantes. Se habia recogido el pelo castano tras las orejas, de las que pendian unos aros dorados. El ceno de Ren dio paso a una sonrisa, lo cual hizo que Isabel se sintiese mas incomoda con Giulia por eso que por no haberle devuelto las llamadas telefonicas.

– Encantado -le dijo Ren. Y, a Vittorio-: Veo que ha corrido la voz de que estoy aqui.

– No mucho. Anna es muy discreta, pero necesito ayuda con los preparativos para su llegada. Somos familia, es la hermana de mi madre, asi que sabe que soy de confianza. Y lo mismo puede decirse de Giulia. -Miro a su mujer con una sonrisa-. Es la mejor agente inmobiliaria de la zona. Los propietarios desde aqui a Siena dejan en sus manos el alquiler de sus propiedades.

Giulia le dedico a Isabel una tensa sonrisa.

– Se que ha intentado localizarme -le dijo-. He estado fuera del pueblo y no he escuchado sus mensajes hasta esta tarde.

Isabel no creyo una sola palabra.

Giulia ladeo la cabeza formando un angulo encantador.

– Confiaba en que Anna se ocupase de todo en mi ausencia.

Isabel murmuro algo entre dientes, pero Ren se transformo de repente en todo un hospitalario anfitrion.

– ?Quereis sentaros con nosotros?

– ?Seguro que no molestamos? -Vittorio ya estaba apartando una silla para su mujer.

– En absoluto. Traere un poco de vino. -Ren se dirigio a la cocina y regreso al momento con mas copas, queso y un poco de bruschetta.

Poco despues de que se sentaran a la mesa, ya reian todos de las historias que Vittorio contaba sobre sus experiencias como guia turistico. Giulia anadio las suyas propias sobre los adinerados extranjeros que alquilaban las villas de la zona. Era mas reservada que su marido, pero igual de divertida, e Isabel dejo de lado su inicial resentimiento para disfrutar de la compania de aquella bella joven.

Le gusto que ninguno de los dos le preguntase nada a Ren acerca de Hollywood, y cuando le preguntaron a Isabel por su trabajo lo hicieron con delicadeza. Tras varios viajes a la cocina para echarle un vistazo al horno, Ren les propuso que se quedasen a cenar y ellos aceptaron.

Mientras Ren llevaba los porcini, Giulia saco el pan y Vittorio abrio una botella de agua mineral para acompanar el vino. Estaba oscureciendo, asi que Isabel encontro unas cuantas velas achaparradas y las coloco en la mesa. Le pidio a Vittorio que se subiese a una silla y encendiese tambien las que habia en el candelabro que colgaba del arbol. Al poco, las brillantes llamas danzaban entre las hojas del magnolio.

Ren no habia alardeado en vano sobre sus habilidades como chef. El pollo estaba perfecto, jugoso y sabroso, y las verduras asadas tenian un sutil sabor a romero y mejorana. Mientras comian, el candelabro se balanceaba suavemente por encima de sus cabezas, y las llamas se mecian con alegria. Cantaron los grillos, el vino corrio y las historias se hicieron mas picantes. Todo era muy relajado, muy alegre y muy italiano.

– Pura dicha -suspiro Isabel al tiempo que tomaba el ultimo bocado de porcini.

– Nuestros funghi son los mejores del mundo -dijo Giulia-. Tienes que venir a coger porcini conmigo, Isabel. Conozco lugares secretos.

Isabel se pregunto si era una invitacion genuina o bien otra treta para alejarla de la casa. Sin embargo, estaba demasiado relajada como para preocuparse.

Vittorio le hizo una carinosa caricia a Giulia.

– Todo el mundo en la Toscana conoce lugares secretos donde encontrar porcini. Pero es cierto. La nonna de Giulia era una de las mas famosas fungarola de por aqui, lo que vosotros llamariais una buscadora de setas, y le transmitio todos sus secretos a su nieta.

– Podriamos ir todos, ?no os apetece? -dijo Giulia-. Bien temprano, por la manana. Mejor si ha llovido un poco. Nos pondremos nuestras viejas botas y llevaremos cestas y encontraremos el mejor porcini de toda la Toscana.

Ren saco una botella alargada y estrecha de vinsanto dorado, el vino local para los postres, asi como un plato de peras y un trozo de queso. Una de las velas del candelabro se apago y una lechuza ululo cerca de alli. Llevaban mas de dos horas cenando, pero estaban en la Toscana y nadie parecia tener ganas de acabar. Isabel bebio un sorbo de vinsanto y volvio a suspirar.

– La comida ha sido demasiado deliciosa para decir nada.

– Ren cocina mucho mejor que Vittorio -aseguro Giulia.

– Tambien mejor que tu -respondio su marido, con un deje malicioso en la sonrisa.

– Pero no mejor que la mamma de Vittorio.

– Ah, la mia mamma -dijo Vittorio besandose la punta de los dedos.

– Es un milagro, Isabel, que Vittorio no sea un mammoni. -Al ver la expresion de extraneza de Isabel, Giulia anadio-: Es un… ?Como se dice en ingles?

Ren sonrio.

– Nino de mama.

Vittorio se echo a reir.

– Todos los hombres italianos son ninos de mama.

– Eso es cierto -replico Giulia-. Por tradicion, los hombres italianos viven con sus padres hasta que se casan. Sus mamas cocinan para ellos, les lavan la ropa, les hacen los recados y los tratan como pequenos reyes. Despues no quieren casarse porque saben que las mujeres jovenes no van a tratarlos como sus mammas.

– Ah, pero tu haces otras cosas. -Vittorio le acaricio el hombro desnudo con el dedo.

Isabel sintio un escalofrio en su propio hombro, y Ren le dedico una lenta sonrisa que le hizo ruborizarse. Habia visto esa sonrisa en la pantalla, por lo general antes de acabar con la vida de una inocente mujer. Sin embargo, no era esa la peor manera de morir.

Giulia se apoyo en Vittorio.

– Los hombres italianos cada vez se casan menos. Por eso tenemos una tasa de natalidad tan baja en Italia, una de las mas bajas del mundo.

– ?Es eso cierto? -pregunto Isabel.

Ren asintio.

– La poblacion de Italia podria descender a la mitad en cuarenta anos si la tendencia no varia.

– Pero es un pais catolico. ?No significa eso, automaticamente, un monton de ninos?

– La mayoria de los italianos ni siquiera van a misa -replico Vittorio-. Mis clientes americanos se sorprenden cuando descubren que solo un pequeno porcentaje de la poblacion es practicante.

Los faros de un coche bajando por el camino interrumpieron su conversacion. Isabel le echo un vistazo a su reloj. Eran mas de las once, un poco tarde para cualquier visita. Ren se puso en pie.

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