– Ire a ver quien es.

Minutos despues regreso al jardin acompanado por Tracy Briggs, que saludo a Isabel con un gesto cansado.

– Que tal.

– Sientate antes de que te de un soponcio -gruno Ren-. Te traere algo de comer.

Mientras Ren estaba dentro, Isabel hizo las presentaciones. Tracy llevaba otro de aquellos caros vestidos premama y las mismas sandalias del dia anterior. A pesar de eso, estaba preciosa.

– ?Que tal el paseo? -pregunto Isabel.

– Encantador. Sin ninos.

Ren salio de la casa con un plato de comida. Se lo puso delante y le lleno un vaso de agua.

– Come y vete a casa.

Vittorio le miro sorprendido.

– Estuvimos casados -explico Tracy cuando la ultima vela del candelabro se apago-. Ren sigue sintiendo algo de rencor.

– Tomate el tiempo que quieras -dijo Isabel-. Ya sabes lo insensible que es Ren.

– No tan insensible, sin embargo, como para no asegurarse de que comiese algo.

Tracy miro con nostalgia hacia la casa.

– Aqui abajo es todo tan pacifico…

– Olvidalo -dijo Ren-. Yo ya me he mudado aqui, no hay habitacion para ti.

– No te has mudado -dijo Isabel, a pesar de saber que si lo habia hecho.

– Relajaros -dijo Tracy-. Si bien disfruto alejandome de ellos, los he echado de menos durante horas.

– No dejes que te robemos un minuto mas -le aconsejo Ren.

– Ahora estaran durmiendo. No hay razon para darme prisa en volver.

Excepto para empezar a hacer las paces con tu marido, penso Isabel.

– ?Dime, ?donde has ido hoy? -pregunto Vittorio.

La conversacion se centro en los lugares de la zona, y solo Giulia permanecio en silencio. Isabel se dio cuenta de que habia quedado en un segundo plano desde la aparicion de Tracy. Pero esta habia sido amable, asi que Isabel no acabo de entenderlo.

– Estoy cansada, Vittorio -dijo abruptamente-. Tenemos que irnos a casa.

Isabel y Ren les acompanaron a su coche, y durante ese trayecto Giulia recupero el buen humor necesario para invitarles a cenar en su casa la semana siguiente.

– Iremos a buscar funghi pronto, ?de acuerdo?

Isabel habia disfrutado tanto que ya no recordaba que Giulia y Vittorio formaban parte de las fuerzas que habian intentado echarla de la casa y asintio.

Cuando la pareja se fue, Tracy se dirigio a su propio coche, mordisqueando un trozo de pan por el camino.

– Es hora de volver.

– Cuidare de los ninos un rato manana, si te parece -dijo Isabel-. Eso os permitira hablar a Harry y a ti.

– No puedes -dijo Ren-. Tenemos planes. Ademas, a ti no te gusta meter la nariz en asuntos ajenos, ?verdad, Isabel?

– Al contrario, lo mio es intervenir.

Tracy le dedico una sonrisa cansada.

– Harry estara a medio camino de la frontera con Suiza a la hora de comer, Isabel. No va a permitir que algo tan nimio como hablar con su mujer interfiera en su trabajo.

– Tal vez le infravaloras.

– O tal vez no -repuso Tracy. Ren le dio un apreton en el hombro y la ayudo a subir al coche-. Les dare a Anna y a Marta una buena propina por haber cuidado hoy de los ninos -dijo-. Gracias por la cena.

– No hay de que. No hagas nada mas estupido de lo habitual.

– Yo no.

Mientras el coche de Tracy se alejaba, el estomago de Isabel se tenso. No estaba preparada para estar a solas con Ren, no hasta haberse acostumbrado al hecho de que habia decidido convertirse en otra muesca en la astillada cabecera de la cama de Ren.

– Estas inquieta otra vez, ?verdad? -dijo el cuando ella iba camino de la cocina.

– Voy a limpiar, eso es todo.

– Le dire a Marta que lo haga manana. Deja de estar nerviosa, por Dios. No voy a saltar sobre ti.

– ?Crees que te tengo miedo? -Cogio un trapo de cocina-. Bueno, piensa un poco, don Irresistible, que nuestra relacion vaya o no adelante sera decision mia, no tuya.

– ?Ni siquiera podre opinar?

– Ya conozco tu opinion.

La sonrisa de Ren fue como una pequena senal de humo.

– Y yo tengo una idea bastante precisa de cual es la tuya. Aunque… -La sonrisa desaparecio-. Ambos debemos tener claro donde pensamos llegar con esto.

El queria advertirle, como si pensase que era demasiado ingenua para comprender que no le estaba proponiendo una relacion duradera.

– Ahorrate el esfuerzo. Lo unico que podria, y remarco el «podria» porque sigo pensandolo, lo unico que podria querer de ti es tu estupendo cuerpo, asi que sera mejor que me digas ahora mismo si voy a romperte el corazon cuando te de una patada en el culo.

– Dios, eres una ninata.

Ella alzo la vista.

– Vale, no lo eres. Perdona a Ren por ser irrespetuoso.

– Eso no es una oracion.

– Diselo a Dios.

El sin duda sabia que no le costaria mucho esfuerzo hacerle olvidar que no estaba preparada para dar el paso definitivo. Otro de aquellos espectaculares besos haria todo el trabajo. Le observo para descubrir si tenia la intencion de presionarla, y no supo discernir si se sentia alegre o decepcionada al verlo subir por las escaleras.

Tracy se agarro del pasamanos para subir las escaleras. Se sentia como una vaca, pero siempre se sentia asi cuando alcanzaba el septimo mes de embarazo: una enorme y sana vaca con los ojos redondos, la nariz brillante y un cencerro colgando del cuello.

Le encantaba estar embarazada, incluso a pesar de las nauseas, los mareos y la desmesurada inflamacion de sus pies. Hasta entonces, nunca se habia preocupado mucho por las estrias que recorrian su vientre o sus hinchados pechos, porque Harry habia declarado que le gustaban. El decia que los embarazos la hacian parecer mas sexy. Obviamente, ahora ya no la encontraba tan sexy.

Recorrio el pasillo hacia su habitacion. Las recargadas molduras, los frescos del techo y los apliques de cristal de Murano no eran de su estilo, pero hablaban de la secreta elegancia de su ex marido. Habida cuenta de como ella habia abusado de su confianza, el no se habia comportado tan mal como cabria esperar, lo cual demostraba que nunca puede saberse como van a actuar las personas, incluso las conocidas.

Entro en su dormitorio y se detuvo cuando la luz del pasillo ilumino la cama. Harry estaba tumbado en medio del colchon. Los graves sonidos que salian de su boca no eran exactamente ronquidos, pero tampoco dejaban de serlo.

El seguia alli. Ella no habia creido que fuese a quedarse el resto del dia. Se permitio albergar un momento de esperanza, pero no duro demasiado. Solo su sentido del deber le habia llevado a quedarse. Sin duda se iria a primera hora de la manana.

A primera vista, Harry era vulgar comparado con Ren. Su cara era demasiado alargada, su mandibula demasiado prominente y su cabello castano claro empezaba a escasear en la coronilla. Las patas de gallo no

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