Giulia se froto la cara con el reverso de la mano, extendiendo la suciedad.
– Lo estoy. Y sufro, porque me paso el rato aqui. Vittorio no quiere que esto afecte a su trabajo. Cumple a rajatabla su agenda, pero yo…
– Se que te sientes frustrada, Giulia, pero intenta no culpar a Vittorio.
La joven miro a Isabel y compuso una sonrisa.
– He estado diciendome eso todo el tiempo. El siempre tiene que aguantar mis manias.
Se pusieron bajo la sombra de un olivo.
– He estado pensando en Josie, la nieta de Paolo -dijo Isabel-. Marta ha hablado con ella de la estatua, pero al parecer el italiano de Josie no es muy bueno, asi que no sabemos cuanto entendio de la conversacion. He pensado llamarla por mi cuenta para ver cuanto sabe, pero quiza deberias llamarla tu. Tu sabes mas de la familia que yo.
– Si, es buena idea. -Le echo un vistazo a su reloj, calculando la diferencia horaria-. Tengo que volver a la oficina. La llamare desde alli.
Despues de que Giulia se marchase, Isabel rastreo un poco con un detector antes de pasarselo a Fabiola, la mujer de Bernardo, y regresar a la villa. Fue a buscar su cuaderno y luego se sento en el jardin de los rosales.
El aislamiento que aportaba aquel jardin era uno de los motivos de que fuese uno de sus rincones favoritos. Era una estrecha franja de tierra por encima de los jardines formales, pero estaba protegido de las miradas por una hilera de arboles frutales. Un caballo pastaba en el bosque, y el sol del atardecer formaba un halo dorado alrededor de las ruinas del viejo castillo en lo alto de la colina. Habia sido un dia caluroso, mas propio de agosto que de finales de septiembre, y el aroma de las rosas saturaba el aire.
Miro el cuaderno en su regazo pero no lo abrio. Todas las ideas que le venian a la mente parecian una repeticion de sus libros anteriores. Tenia la desagradable sensacion de que ya habia escrito todo lo que sabia acerca de la superacion de las crisis personales.
Vio a Ren dirigirse sin prisa hacia ella, con una camiseta de rugby azul y blanca y pantalones cortos. Apoyo las manos en la silla metalica en que estaba sentada Isabel, y se inclino para darle un largo beso. Despues abarco sus pechos con las manos.
– Aqui y ahora -le dijo con malicia.
– Tentador -repuso ella-. Pero no he traido las esposas.
El resoplo y se sento en la silla de al lado con aspecto enfurrunado.
– Entonces lo haremos esta noche en el coche, como todo el mundo en este pueblo.
– Me parece bien. -Volvio la cara hacia el sol-. Si las ninas de tu club de fans no te encuentran primero.
– Te aseguro que esas muchachitas tienen un radar.
– Estas siendo increiblemente tolerante. Me sorprende que pases tanto tiempo con ellas.
El entrecerro los ojos.
– ?Que quieres decir con eso?
– Simplemente lo que he dicho.
– No quiero hablar de ellas.
Ella alzo las cejas. Ren sabia distanciar a la gente del mismo modo que sabia atraerla, aunque Isabel no pudo imaginar por que sentia la necesidad de hacerlo en ese momento.
– Alguien esta de mal humor -dijo.
– Lo siento. -Ren estiro las piernas y las cruzo a la altura de las espinillas, pero la postura parecia mas fruto del calculo que de la comodidad, como si estuviese forzandose a relajarse-. ?Te han dicho Harry y Tracy que van a alquilar una casa en el pueblo?
Ella asintio.
– El apartamento de Zurich ha contribuido a agravar sus problemas. Es demasiado pequeno para ellos. Han decidido que seria mejor que ella y los ninos se queden aqui, pues se sienten mas como en casa, y que Harry venga los fines de semana.
– Ya veo que soy el unico que encuentra desquiciante que mi actual amante este ejerciendo de consejera matrimonial para mi ex esposa.
– No hay nada demasiado intimo en nuestra relacion. Al parecer, uno u otro te cuentan todo lo que hablamos.
– Algo que he intentado evitar con todas mis fuerzas. -Tomo su mano y empezo a juguetear con sus dedos-. ?Por que te metes en estos fregados? ?Que te va en ello?
– Es mi trabajo.
– Estas de vacaciones.
– No tengo la clase de trabajo que permite tomarse vacaciones. -Todos los trabajos permiten tomarse vacaciones.
– En el mio no puedes seguir un horario fijo.
Ren fruncio el entrecejo.
– ?Como puedes estar segura de que ayudas a alguien? ?No es un poco arrogante asumir que sabes siempre que es lo mejor para los demas?
– ?Crees que soy arrogante?
El dirigio la vista hacia una hilera de cesped ornamental acariciado por la brisa.
– No. Eres prepotente y testaruda. Pero no, no eres arrogante. -Bien mirado, es cierto que hay algo de arrogancia en pensar que sabes que es lo mejor para los demas.
– Pero sigues haciendolo.
– A veces nos fijamos en los defectos de los otros para no fijarnos en los nuestros. -Se percato de que se habia llevado el pulgar a la boca, y lo devolvio a su regazo.
– ?Crees que lo haces por eso?
Ella no lo habia pensado, pero tuvo que preguntarse si era asi.
– Supongo que vine a Italia para descubrirlo.
– ?Y que tal lo llevas?
– No demasiado bien.
Ren le dio una palmada en la pierna.
– Si necesitas ayuda para reconocer tus errores, hazmelo saber. Como tu mania de ordenarlo todo y el modo en que tratas de manipular las cosas cuando te encargas de algo.
– Me conmueves, pero esto es algo que tengo que resolver por mi cuenta.
– Si te sirve de consuelo, creo que eres una persona estupenda.
– Gracias, pero tu nivel de exigencia es mas bajo que el mio.
El se echo a reir, le apreto la mano y la miro con simpatia.
– Pobre doctora Fifi. Ser una lider espiritual es duro, ?verdad?
– Tu deberias saberlo. Eres parte implicada -contesto ella, y el le rozo la mejilla con el pulgar.
No queria que se pusiese sensible con ella. Desde hacia dias intentaba convencerse de que no estaba realmente enamorada de el, de que su subconsciente habia inventado aquella emocion para no tener que sentirse culpable por la cuestion sexual. Pero no era cierto. Le amaba, no habia duda, y ese momento explicaba por que. ?Como era posible que alguien que era su polo opuesto la entendiese tan bien? Sentia que todo era perfecto cuando estaban juntos. El necesitaba que alguien le recordase que era una persona decente, y ella necesitaba que alguien la apartase un poco de su obsesion por la rectitud. Pero sabia que los dos no lo veian del mismo modo.
– ?Ren! -Dos ninas surgieron de entre los arbustos.
El meneo la cabeza y gruno.
– Sin duda tienen un radar.
– Te hemos buscado por todas partes -dijo Steffie-. Hemos construido una casa y queremos que juegues con nosotras.
– Hora de volver al trabajo -se resigno Ren. Apreto la mano de Isabel y se puso en pie-. Tomatelo con calma, ?de acuerdo?
Como si eso pudiese ocurrir alguna vez… Le vio marcharse. Una parte de si queria deshacerse del amor que sentia por el, pero la otra queria mantenerlo para siempre. Una bien merecida burbuja de autocompasion crecio