– No pasa nada.
– Pues no lo parecia-respondio.
– No quiero que mi bebe sea traido al mundo por una mujer cuyo hijo es un asesino-espeto Janet.
Lacy sintio como se le caia el alma a los pies. Se quedo casi sin aliento.
Priscilla se puso colorada.
– Senora Isinghoff, creo que puedo hablar en nombre de todo el equipo de obstetricia, y le puedo asegurar que Lacy es…
– Esta bien-murmuro Lacy-. Lo entiendo.
Las otras enfermeras y parteras miraban sorprendidas lo que estaba ocurriendo. Lacy sabia que la defenderian. Le dirian a Janet Isinghoff que si queria podia buscar otra partera, y le explicarian que Lacy era una de las mejores y mas veteranas de todo New Hampshire. Pero en realidad eso era lo que menos importaba. El problema no era que Janet Isinghoff quisiera a otra partera para traer a su hijo al mundo, era que, cuando Janet se marchara, al dia siguiente o al otro otra mujer sacaria la misma incomoda historia. ?Quien querria que las primeras manos que tocaran a su hijo fuesen las mismas que habian ayudado a cruzar la calle a un asesino, las mismas que lo habian cuidado cuando estaba enfermo, las que le habian mecido para que se durmiese?
Lacy atraveso por el vestibulo hacia la puerta de incendios y subio los peldanos de dos en dos. A veces, cuando tenia un dia dificil, se refugiaba en la azotea del hospital. Se tumbaba en el suelo y miraba hacia el cielo, imaginando que estaba en algun otro lugar de la Tierra.
El juicio era una pura formalidad. Peter seria declarado culpable. Por otro lado, no importaba lo que dijera para convencerse a si misma, o a Peter. Lo sucedido estaba alli, entre ellos, y luego estaban aquellas terribles visitas a la carcel, indescriptibles. A Lacy le parecia que era como encontrarse con alguien a quien no hubiera visto durante un tiempo, y ver que habia perdido el pelo y que no tenia cejas: sabria que estaba sufriendo la agonia de la quimioterapia, pero intentaria creer que no era asi, porque de esa manera todo seria mas facil para los dos.
Lo que le habria gustado decir a Lacy, si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo, era que la accion de Peter habia sido tan sorprendente para ella-tan devastadora para ella-como para todo el mundo. Ella tambien habia perdido a su hijo ese dia. No solo fisicamente, en el correccional, sino tambien personalmente, porque el chico que ella conocia habia desaparecido, tragado por aquella bestia a la que no reconocia; capaz de unos actos que su mente no podia concebir.
Pero ?y si Janet Isinghoff tuviera razon? ?Y si Lacy hubiera dicho o hecho algo…o dejado de decir o hacer… que llevara a Peter a cometer esa accion? ?Se puede odiar a un hijo por lo que ha hecho, y aun asi, quererlo por quien ha sido?
La puerta se abrio, y Lacy se dio la vuelta. Nadie acostumbraba a subir hasta alli, pero pocas veces habia dejado a sus companeras tan preocupadas. No era Priscilla ni ninguna de sus colegas: Jordan McAfee aparecio en el umbral con un monton de papeles en la mano. Lacy cerro los ojos.
– Perfecto.
– Si, eso es lo que me dice mi mujer-dijo acercandosele con una amplia sonrisa en su cara-. O quiza es lo que me gustaria que me dijera…Su secretaria me dijo que la encontraria aqui, y…Lacy, ?esta bien?
Lacy asintio, y despues movio la cabeza. Jordan la tomo por el brazo y la acompano hasta una silla plegable que alguien habia dejado alli.
– ?Un mal dia?
– Se puede decir que si-contesto Lacy.
Intento que Jordan no notara que habia llorado. Era estupido, lo reconocia, pero no queria que el abogado de Peter pensara que era de ese tipo de personas a las que habia que tratar con guantes. Si no, no le contaria la verdad sobre Peter, y eso era precisamente lo que ella queria oir.
– Necesito que firme unos papeles…pero puedo pasar mas tarde…
– No-dijo Lacy-. Esta…bien.
Mejor que bien, penso. Era agradable estar sentada junto a alguien que creia en Peter, incluso si le estaba pagando para que asi fuera.
– ?Puedo hacerle una pregunta profesional?
– Por supuesto.
– ?Por que es tan facil para la gente culpabilizar a alguien?
Jordan se sento frente a ella, en uno de los bajos bordes de la azotea. Eso la puso nerviosa. Pero no quiso exteriorizarlo, porque no queria que pensara que era una persona fragil.
– La gente necesita un chivo expiatorio-dijo-. Forma parte de la naturaleza humana. Eso es lo mas complicado que tenemos que afrontar los abogados defensores, porque, a pesar de la presuncion de inocencia, el hecho de detener a alguien hace que la gente crea que es culpable. ?Sabe usted cuantas veces la policia ha tenido que liberar a un presunto culpable que ha resultado ser inocente? Lo se, es de locos. Pero ?cree usted que se disculpan ante la familia, amigos y companeros de trabajo por el error? En absoluto, solo dicen: «Nos hemos equivocado».
La miro a los ojos.
– Se que es duro leer todas esas noticias que culpan a Peter incluso antes de que empiece el juicio, pero…
– No es a Peter-dijo Lacy en voz baja-. Me culpan a mi.
Jordan asintio con la cabeza, como si hubiera estado esperando el comentario.
– No ha sido culpa de la educacion que le hemos dado. Lo hizo a pesar de ello-dijo Lacy-. Usted tiene un hijo, ?verdad?
– Si. Sam.
– ?Que ocurriria si su hijo se convirtiera en alguien que usted nunca penso que pudiera llegar ser?
– Lacy…
– ?Que pasaria si un dia le dice que es gay?
Jordan se encogio de hombros.
– ?Y que?
– ?Y si decidiera convertirse al islam?
– Seria su eleccion.
– ?Y si se convirtiera en un suicida?
Jordan la interrumpio.
– No quiero pensar en nada de eso, Lacy.
– No-contesto ella mirandolo fijamente-. Yo tampoco queria.
Philip O’Shea y Ed McCabe llevaban juntos casi dos anos. Patrick miraba las fotografias que habia en la repisa de la chimenea con los dos hombres abrazados, y al fondo las Canadian Rockies, o un palacio hecho de maiz, o la Torre Eiffel.
– Nos gustaba escaparnos-dijo Philip mientras le servia a Patrick un vaso de te helado-. A veces, para Ed era mas facil escapar que quedarse aqui.
– ?Y eso por que?
Philip se encogio de hombros. Era un hombre alto y delgado, con unas pecas que aparecian cuando se ruborizaba.
– Ed no le contaba a nadie…nada de su vida. Y, para ser honestos, tener secretos en un pueblo pequeno es lo peor.
– Senor O’Shea…
– Philip, por favor.
Patrick asintio.
– Me pregunto si Ed te menciono alguna vez el nombre de Peter Houghton.
– Fue profesor suyo, ya sabes.
– Si, bueno…mas que eso.
Philip lo llevo a un porche cubierto donde habia unas sillas de mimbre. Cada una de las estancias de la casa que habia visto parecia sacada de una revista: las almohadas reposaban en un angulo de cuarenta y cinco grados; habia unos jarrones con unas perlas de vidrio en su interior; las plantas estaban todas en flor. Patrick penso en su