puede ser cierto…porque el padre Moreno tambien dice que la vida de todos nosotros sirve para algo…?y que hay de los diez chicos que murieron?
Jordan lo sabia mejor que el, pero aun le quedaba una pregunta por hacerle a Peter.
– ?Por que lo dices de ese modo?
– ?De que modo?
– «Los diez chicos que murieron». Como si se tratara de un proceso natural.
Peter fruncio el cejo.
– Porque lo fue.
– ?Como?
– Imagino que como los explosivos. Una vez enciendes la mecha, o bien destruyes la bomba…o la bomba lo destruye todo.
Jordan se levanto y dio un paso hacia adelante en direccion a su cliente.
– ?Quien encendio la mecha, Peter?
Peter alzo la mirada.
– ?Quien no?
Josie pensaba en sus amigos que se habian quedado atras. A Haley Weaver la habian enviado a Boston para una intervencion de cirugia plastica. John Eberhard estaba en rehabilitacion, leyendo libros infantiles y aprendiendo a beber con una paja. Matt, Courtney y Maddie se habian ido para siempre. Eso dejaba a Josie, Drew, Emma y Brady: una pandilla disminuida hasta tal punto que dificilmente se la podia seguir llamando asi.
Estaban en el sotano de Emma, mirando un DVD. A eso se limitaba su vida social aquellos dias, porque Drew y Brady seguian con vendas y escayolas y, ademas, aunque ninguno de ellos quisiera reconocerlo en voz alta, ir a donde solian ir les recordaba a los que faltaban.
Brady habia traido la pelicula. Josie no podia ni recordar el titulo, pero era una de esas en la estela de
Josie sabia que conseguiria pasar. En primer lugar, era una comedia. En segundo lugar, nadie se atreve a matar al protagonista antes de que la historia termine. En tercer lugar, su profesor de fisica habia usado esa misma pelicula para demostrar cientificamente que, dada la velocidad del coche y la trayectoria de los vectores, el actor podia saltar el puente de verdad, a menos que soplara viento.
Josie tambien sabia que la persona del coche no era el actor de verdad, sino un doble que habia hecho eso miles de veces. Pero aun asi, a medida que veia desarrollarse la accion en la pantalla del televisor, vio algo completamente diferente: el parachoques del coche golpeando el lado opuesto del puente que se abria, y el giro del vehiculo en el aire para luego golpear el agua y hundirse.
Los adultos siempre estaban diciendo que los adolescentes conducian muy rapido, o se emborrachaban, o no usaban condones porque se creian intocables. Pero la verdad era que podias morir en cualquier momento. Brady podia sufrir una apoplejia en el campo de futbol, como esos jovenes atletas de instituto que, de pronto, se desploman muertos. A Emma le podia caer un rayo. Drew podia entrar en un instituto normal un dia anormal.
Josie se levanto
– Tengo que tomar aire-murmuro, y se apresuro por la escalera del sotano hasta salir por la puerta delantera de la casa de Emma. Se sento en el porche y miro al cielo, a dos estrellas gemelas. Cuando eres adolescente no eres intocable. Eres estupido.
Oyo que la puerta se abria y se cerraba.
– Eh-dijo Drew sentandose junto a ella-, ?estas bien?
– Si, estoy bien.
Josie forzo una sonrisa. No muy lograda, como papel de pared que no se hubiese alisado bien. Pero lo habia perfeccionado tanto-fingir una sonrisa-que era su segunda naturaleza. ?Quien lo iba a decir? Al fin y al cabo, habia heredado algo de su madre.
Drew tomo una hoja de hierba y se puso a henderla en hilos con el pulgar.
– Eso es lo que yo le digo al loquero del instituto cuando me llama para preguntarme como estoy.
– No sabia que tambien te llamara.
– Creo que llama a todos los que estuvimos, ya sabes, cerca…
El dejo la frase por terminar. ?Cerca de los que no salieron con vida? ?Cerca del que disparo? ?Cerca de palmarla?
– ?Crees que hay alguien que le diga al loquero algo que sea verdad?-pregunto Josie.
– Lo dudo. El no estuvo alli ese dia. No puede entenderlo.
– ?Lo entiende alguien?
– Tu. Yo. Las del piso de abajo-dijo Drew-. Bienvenida al club en el cual nadie quiere ingresar. Eres miembro de por vida.
Josie no queria, pero entre las palabras de Drew, el chico estupido de la pelicula que intentaba saltar el puente y la manera en que las estrellas le punteaban la piel, como inyecciones de una enfermedad terminal, la hicieron llorar. Drew la abrazo con el brazo bueno y ella se apoyo en el. Cerro los ojos y apreto la cara contra la franela de su camisa. Le resultaba familiar, como si hubiera vuelto a su cama tras anos de circunnavegar en globo y encontrarse con que el colchon todavia se adaptaba a su cuerpo. Aun asi, la tela de esa camisa no olia como la otra. El chico que la sostenia no era del mismo tamano, ni tenia la misma forma, ni era el mismo chico.
– No creo que pueda-susurro Josie.
Inmediatamente, Drew se aparto de ella. Se habia ruborizado y no podia mirar a Josie a los ojos.
– No era mi intencion. Tu y Matt…-Se le apago la voz-. Bueno, se que todavia le perteneces.
Josie miro al cielo y asintio a sus palabras; como si eso fuera lo que ella hubiera querido decir en realidad.
Todo empezo cuando la estacion de servicio dejo un mensaje en el contestador automatico. Peter se habia saltado la cita para poner a punto el coche. ?Queria otra fecha?
Lewis estaba solo en casa, oyendo el mensaje. Habia marcado el numero sin darse cuenta de lo que hacia y dijo que si a la nueva cita. Al llegar, salio del coche y le dio las llaves al encargado de la gasolinera.
– Puede esperar dentro-dijo el hombre-. Hay cafe.
Lewis se sirvio una taza, poniendose tres azucares y mucha leche, tal como Peter habria hecho. Se sento y, en lugar de agarrar una copia desgastada del
«Uno-penso-. Dos, tres».
No tuvo que esperar mas. El encargado de la gasolinera entro en la sala de espera.
– Senor Houghton-dijo-, su coche no necesita ninguna revision hasta julio.
– Lo se.
– Pero usted…ha decidido esta cita.
Lewis asintio.
– El coche para el que la fije ahora mismo no es mio.
Estaba incautado. Como tambien los libros de Peter, la computadora, las revistas y Dios sabia que mas.
El hombre se lo quedo mirando, consciente de lo absurdo de la conversacion.
– Senor-dijo-, no podemos inspeccionar un coche que no esta aqui.
– No-dijo Lewis-, por supuesto que no.
Dejo la revista en la mesa del cafe y aliso la portada arrugada. Luego se paso la mano por la frente.
– Es que…mi hijo acordo esta cita-dijo-. Yo queria mantenerla por el.
El encargado asintio, retrocediendo lentamente.
– Claro…asi, dejo el coche estacionado fuera.
– Es para que sepa-dijo Lewis con suavidad-que el habria pasado la inspeccion.