Una vez, cuando Peter era pequeno, Lacy lo habia enviado al mismo campamento al cual habia ido Joey y que tanto le habia gustado. Estaba mas alla del rio, en Vermont, y los campistas hacian esqui acuatico en el lago Fairlee, recibian clases de vela y navegaban en canoa de noche. Peter habia llamado la primera tarde, pidiendo volver a casa. Aunque Lacy estuvo a punto de agarrar el coche e ir a buscarlo, Lewis se lo quito de la cabeza.
– Si no lo supera-dijo-, ?como sabra si es capaz?
Al cabo de dos semanas, cuando Lacy volvio a ver a Peter, el habia cambiado. Estaba mas alto y habia ganado unos kilos, pero tambien habia algo distinto en su mirada; una luz que se habia convertido en ceniza. Cuando Peter la miraba, parecia recelar, como si supiera que ella ya no era una aliada.
Ahora la estaba mirando del mismo modo, incluso mientras Lacy le sonreia, fingiendo que el fluorescente sobre sus cabezas no existia, y que ella podia alargar la mano y tocarlo en lugar de mirarlo desde el otro lado de la linea roja pintada en el suelo de la sala.
– ?Sabes lo que encontre ayer en el desvan? El dinosaurio que te gustaba tanto, el que rugia cuando le tirabas de la cola. Me daba risa pensar que lo llevarias por el pasillo el dia de tu boda…
Lacy se vino abajo al darse cuenta de que Peter nunca se casaria, ni habria nunca un pasillo que lo sacase de la carcel.
– Bueno-dijo ella devolviendo a su sitio la sonrisa-. Lo he puesto en tu cama.
Peter se la quedo mirando.
– Esta bien.
– Creo que la fiesta de cumpleanos que mas me gusto fue la del dinosaurio, cuando enterramos los huesos de plastico en la caja de arena y tuviste que cavar para sacarlos-dijo Lacy-. ?Te acuerdas?
– Me acuerdo de que nadie vino.
– Claro que vinieron.
– Cinco chicos, quiza, cuyas madres los obligaron-replico Peter-. Por Dios, tenia seis anos. ?Por que estamos hablando de eso?
«Porque no se de que otra cosa hablar», penso Lacy. Echo un vistazo a la sala de visitas. Solo habia un punado de internos y los pocos devotos que todavia creian en ellos, atrapados en el lado opuesto de la linea roja. Lacy se dio cuenta de que, en realidad, esa linea divisoria entre ella y Peter llevaba anos alli. Si levantaba la cabeza, podria llegar a convencerse de que no habia separacion. Solo al intentar cruzarla, como entonces, entendia lo real que era la barrera.
– Peter-le solto Lacy de repente-, lamento no haberte sacado del campamento aquella vez.
El la miro como si estuviera loca.
– Bueno, gracias, pero lo supere hace unos mil anos.
– Lo se. Pero yo aun lo lamento.
De pronto, ella lamentaba mil cosas: no haber prestado mas atencion cuando Peter le ensenaba lo que habia aprendido en programacion, no haberle comprado otro perro tras la muerte de Dormilon, no haber vuelto al Caribe las ultimas vacaciones de invierno por suponer erroneamente que tendrian todo el tiempo del mundo para ir.
– Que lo lamentes no cambia nada.
– Si para la persona que se disculpa.
Peter gruno.
– ?Que mierda es esto?
Lacy se sobresalto.
– No hace falta que digas palabrotas para…
– Mierda-dijo Peter-. Mierda mierda mierda mierda mierda.
– No voy a quedarme aqui mientras…
– Pues si te vas a quedar-dijo Peter-. ?Sabes por que? Porque si me dejas, sera otra cosa que lamentaras.
Lacy casi se habia levantado, pero la verdad de lo que habia dicho Peter hizo que se sentara otra vez. Por lo visto, el la conocia mucho mejor de lo que ella lo habia conocido nunca.
– Mama-dijo con una voz suave que se balanceaba sobre la linea roja-, lo siento.
Ella lo miro, con un nudo en la garganta.
– Lo se, Peter.
– Estoy contento de que hayas venido-dijo tragando saliva-. Quiero decir que eres la unica.
– Tu padre…
Peter rebufo.
– No se lo que te ha estado diciendo, pero no lo he visto desde la primera vez que vino.
?Lewis no visitaba a Peter? Lacy no lo sabia. ?Adonde iba pues al salir de casa, cuando le decia que iba a la prision?
Se imagino a Peter sentado en la celda una semana tras otra, esperando una visita que no llegaba. Lacy forzo una sonrisa-ya se disgustaria luego, no delante de Peter-, y cambio de tema inmediatamente.
– Para la comparecencia…te he traido un lindo saco.
– Jordan dice que no lo necesito. Para la comparecencia llevare esta ropa. No necesitare el saco hasta el juicio-dijo Peter sonriendo un poco-. Espero que aun no hayas quitado las etiquetas.
– No lo he comprado. Es el saco de las entrevistas de Joey.
Sus miradas se cruzaron.
– Oh-murmuro Peter-. O sea que eso era lo que hacias en el desvan.
Se hizo el silencio mientras ambos recordaban a Joey bajando la escalera con la americana Brooks Brothers que Lacy le habia comprado en el Filene’s Basement de Boston, con un buen descuento. La habian comprado para las entrevistas con las facultades. Joey estaba haciendolas cuando tuvo el accidente.
– ?Alguna vez has deseado que muriera yo en lugar de Joey?-pregunto Peter.
A Lacy se le encogio el corazon.
– Por supuesto que no.
– Pero entonces aun tendrias a Joey-dijo Peter-. Y nada de esto habria sucedido.
Ella penso en Janet Isinghoff, la mujer que no la habia querido como partera. Una parte de ser adulto implicaba aprender a no ser tan directa, aprender cuando era mejor mentir en lugar de herir a alguien con la verdad. Por eso Lacy iba a visitar a Peter con una sonrisa de Halloween en la cara, cuando lo que queria en realidad era echarse a llorar cada vez que veia entrar a Peter acompanado por el guardian. Por eso hablaba del campamento y de animales de juguete, cosas del hijo que recordaba, en lugar de descubrir en que se habia convertido. Pero Peter nunca habia aprendido a decir una cosa cuando lo que pensaba era otra. Era una de las razones por las que le habian hecho dano tantas veces.
– Seria un final feliz-dijo Peter.
Lacy tomo aire.
– No si tu no estuvieras aqui.
Peter se la quedo mirando un buen rato.
– Estas mintiendo-dijo, aunque sin enojarse ni acusarla. Simplemente como si tuviera una opinion distinta a la de ella.
– Yo no…
– Puedes decirlo de mil maneras, pero eso no lo hace mas verdadero.
Entonces Peter sonrio, de manera tan inocente que Lacy se dio cuenta de lo listo que era.
– Puedes enganar a papa y a los policias, y a todos los que te escuchen-dijo el-. Pero no puedes enganar a otro mentiroso.
Cuando Diana llego al tablon de anuncios para mirar que juez presidiria la comparecencia de Houghton, Jordan McAfee ya estaba alli. Diana lo odiaba. En primer lugar porque el no se habia cargado dos pares de medias intentando ponerselas; porque no tenia el pelo mal ese dia y porque no parecia nada preocupado por que la mitad de Sterling estuviera en la escalera del juzgado, pidiendo sangre.
– Buenos dias-dijo el sin mirarla siquiera.
Diana no contesto, pero se quedo boquiabierta al leer el nombre de la jueza que se ocuparia del caso.
– Creo que hay un error-le dijo a la oficinista.