—??Y usted?! —exclamo Parminder cuando la engullo el silencioso estallido—. ?Sabe cuantos miles de libras le ha costado usted, Howard Mollison, a la salud publica por culpa de su incapacidad para dejar de atiborrarse?
Una mancha burdeos empezo a irradiarse del cuello de Howard hacia sus mejillas.
—?Sabe cuanto cuestan sus bypass, y sus medicamentos, y su larga estancia en el hospital? ?Y las visitas al medico que necesita para el asma y la hipertension y esa fea erupcion que le ha salido, todo ello provocado por su negativa a perder peso?
Con los gritos de Parminder, otros concejales empezaron a protestar defendiendo a Howard. Shirley se habia puesto en pie. Parminder seguia gritando, y al mismo tiempo reunia a manotazos los papeles, que se le habian desparramado al gesticular.
—?Y que pasa con el derecho del paciente a la confidencialidad del medico? —exclamo Shirley—. ?Esto es un atropello! ?Un escandalo!
Parminder ya se iba con paso raudo, y al cruzar el umbral, por encima de sus propios sollozos de furia oyo a Betty exigir su expulsion inmediata del concejo. Casi echo a correr para alejarse del centro parroquial; acababa de hacer algo de proporciones catastroficas, y solo deseaba que la oscuridad se la tragara para siempre.
IX
El
—Deberiamos haber reforzado la seguridad de la pagina web en cuanto aparecio aquel primer mensaje — les dijo a su mujer y su socia plantado ante su chimenea de gas.
Una silenciosa lluvia de primavera salpicaba la ventana, y en el jardin trasero relucian minusculos puntitos de luz roja. Howard tenia escalofrios y monopolizaba el calor que irradiaban las falsas brasas. Desde hacia varios dias, practicamente cada visitante de la tienda de delicatessen habia entrado con la intencion de cotillear sobre los mensajes anonimos, el Fantasma de Barry Fairbrother y el estallido de Parminder Jawanda en la reunion del concejo. Howard detestaba que las cosas que le habia gritado ella se airearan por todas partes. Por primera vez en su vida, se sentia incomodo en su propia tienda y preocupado por su posicion en Pagford, antes incontestable. La eleccion del sustituto de Barry Fairbrother tendria lugar al dia siguiente, y mientras que antes se habia sentido optimista y emocionado, ahora estaba preocupado y nervioso.
—Todo esto ha hecho mucho dano, muchisimo dano —repetia.
Se llevo inconscientemente la mano al vientre para rascarse, pero se contuvo y soporto el picor con expresion de martir. Tardaria mucho en olvidar lo que la doctora Jawanda habia gritado ante el concejo y la prensa. Shirley y el ya habian consultado la informacion en el Colegio de Medicos, habian acudido a ver al doctor Crawford y formulado una queja formal. Desde entonces no se habia visto a Parminder en su consulta, de modo que sin duda lamentaba su estallido. Aun asi, Howard no conseguia olvidar su expresion cuando le gritaba aquellas cosas. Lo habia impresionado terriblemente ver tanto odio en otro ser humano.
—Todo esto pasara —dijo Shirley para tranquilizarlo.
—No estoy tan seguro —repuso el—. No estoy tan seguro. Da una imagen bastante mala de nosotros. Del concejo. Peleandonos delante de la prensa. Nos hace parecer divididos. Aubrey dice que los del ayuntamiento no estan nada contentos. Todo este asunto ha minado nuestra credibilidad en el asunto de los Prados. Que la gente se tire de los pelos en publico, que se saquen trapos sucios de esta manera… No da la impresion de que el concejo represente al pueblo.
—Pero si lo representamos —replico Shirley con una risita—. En Pagford nadie quiere los Prados… Bueno, casi nadie.
—El articulo hace que parezca que nuestro bando fue a cargarse a los pro-Prados. Que trato de intimidarlos. —Al final sucumbio a la tentacion y se rasco ferozmente—. Bueno, Aubrey sabe que nadie de nuestro bando hizo eso, pero la periodista esa ha conseguido que lo parezca. Y te dire una cosa: como Yarvil nos presente como ineptos o corruptos… Bueno, llevan anos tratando de hacerse con el dominio del pueblo.
—Eso no va a pasar —declaro su esposa—. No puede pasar.
—Creia que todo habia acabado —prosiguio Howard, ignorando a su mujer y pensando en los Prados—. Creia que lo habiamos conseguido. Creia que nos habiamos librado de ellos.
El articulo al que habia dedicado tanto tiempo, en el que explicaba por que el barrio y la clinica para toxicomanos eran sumideros y borrones en el honor de Pagford, habia quedado eclipsado por los escandalos del estallido de Parminder y el Fantasma de Barry Fairbrother. Howard habia olvidado por completo cuanto placer le produjeron las acusaciones contra Simon Price, y que no se le habia ocurrido quitarlas de la web hasta que la mujer de Price lo habia pedido.
—La Junta Comarcal de Yarvil me ha mandado un correo electronico con un monton de preguntas sobre la web —informo a Maureen—. Quieren saber que pasos hemos dado contra la difamacion. Dicen que la seguridad deja mucho que desear.
Shirley, que detectaba un reproche personal en todo aquello, dijo con frialdad:
—Ya te lo he dicho, Howard: he tomado medidas al respecto.
El sobrino de unos amigos habia acudido a la casa el dia anterior, cuando Howard estaba en la tienda. El chico estaba a media carrera de informatica y le habia recomendado a Shirley que cerraran aquella web, tierra abonada para los hackers, buscaran a alguien «experto de verdad» y crearan una completamente nueva.
Shirley apenas habia entendido una palabra de cada diez de la jerga tecnica que le habia soltado el joven. Sabia que un «hacker» era alguien que entraba ilegalmente en una pagina web, y cuando el estudiante termino de soltar toda aquella jerigonza, ella habia acabado con la confusa impresion de que el Fantasma habia conseguido averiguar de algun modo las contrasenas de los usuarios, quiza interrogandolos astutamente en una conversacion relajada.
Por tanto, habia enviado un correo a todos para pedirles que cambiaran sus contrasenas y se aseguraran de no darles las nuevas a nadie. A eso se referia con «he tomado medidas al respecto».
En cuanto a la recomendacion de cerrar la pagina web, de la que ella era guardiana y conservadora, no habia dado ningun paso para hacerlo, ni le habia comentado la idea a Howard. Shirley temia que una web provista de todas las medidas de seguridad que el altanero joven habia propuesto quedara muy por encima de sus capacidades administrativas y tecnicas. Ya estaba actuando al limite de sus habilidades, y estaba resuelta a no perder su papel de administradora.
—Si Miles resulta elegido… —empezo, pero Maureen la interrumpio con su voz grave:
—Esperemos que este asunto tan feo no lo haya perjudicado. Confiemos en que no haya ninguna reaccion violenta contra el.
—La gente sabra que Miles no tuvo nada que ver —repuso Shirley con frialdad.
—?Tu crees que lo sabran? —pregunto Maureen.
Shirley la odio con toda su alma. ?Como se atrevia a sentarse en su salon y contradecirla? Y, aun peor, Howard asentia con la cabeza, de acuerdo con Maureen.
—Eso es lo que me preocupa —dijo Howard—, y ahora necesitamos a Miles mas que nunca. Tenemos que conseguir que vuelva a haber cohesion en el concejo. Despues de que la Pelmaza dijera lo que dijo, despues de todo el revuelo, ni siquiera sometimos a votacion lo de Bellchapel. Necesitamos a Miles.
Shirley habia salido ya de la habitacion a modo de silenciosa protesta porque Howard se pusiera de parte de Maureen. Se afano con las tazas de te en la cocina, ardiendo de ira, preguntandose por que no poner solo dos tazas para lanzarle a Maureen la indirecta que tanto merecia.