Shirley continuaba sin sentir mas que una rebelde admiracion por el Fantasma. Sus acusaciones habian revelado la verdad sobre unas personas a las que despreciaba, personas destructivas e insensatas. Estaba segura de que el electorado de Pagford veria las cosas desde su punto de vista y votaria por Miles, no por aquel hombre tan desagradable, Colin Wall.

—?Cuando iremos a votar? —le pregunto a Howard al volver al salon con la tintineante bandeja del te, teniendo buen cuidado de ignorar a Maureen (pues el nombre que marcarian en la papeleta era el del hijo de ambos).

Pero, para su irritacion, Howard propuso que fueran los tres juntos despues de cerrar la tienda.

Como a su padre, a Miles Mollison tambien le preocupaba que el inaudito mal humor que planeaba sobre la votacion del dia siguiente afectara a sus posibilidades electorales. Aquella misma manana, al entrar en el quiosco de detras de la plaza, habia oido parte de la conversacion que mantenian la cajera y un anciano cliente.

—… Mollison siempre se ha creido el rey de Pagford —estaba diciendo el anciano, ajeno a la cara de palo de la tendera—. A mi me gustaba Barry Fairbrother. Eso si fue una tragedia. Una verdadera tragedia. El joven Mollison nos hizo el testamento, y me parecio un engreido.

Miles se habia amilanado y habia vuelto a salir del quiosco, ruborizado como un colegial. Se pregunto si aquel anciano de expresion distinguida habria sido el autor de aquella carta anonima. Su comoda conviccion de que contaba con las simpatias de la gente se habia hecho anicos, y no dejaba de pensar como se sentiria si al dia siguiente nadie votaba por el.

Esa noche, cuando se desvestia para meterse en la cama, observo el reflejo de su mujer en el espejo del tocador. Samantha llevaba dias sin dar muestras de otra cosa que no fuera sarcasmo cuando el mencionaba las elecciones. Esa noche no le habria venido mal algo de apoyo y consuelo. Ademas, estaba un poco excitado. Habia pasado mucho tiempo. Haciendo memoria, calculo que la ultima vez habia sido la vispera de la muerte de Barry Fairbrother. Samantha estaba un pelin borracha. Ultimamente hacia falta alguna copa de mas.

—?Que tal el trabajo? —le pregunto Miles; por el espejo, la vio desabrocharse el sujetador.

Samantha no contesto de inmediato. Se froto las profundas marcas que le habia dejado el cenido sujetador bajo las axilas, y luego, sin mirar a Miles, dijo:

—En realidad, hace tiempo que quiero hablarte del tema. —Detestaba tener que decirlo. Llevaba varias semanas tratando de evitarlo—. Roy cree que deberia cerrar la tienda. No va bien.

A Miles lo asombraria saber hasta que punto iba mal. Ella misma se habia llevado una desagradable sorpresa cuando el contable le habia expuesto la situacion con el mayor realismo posible. Samantha no lo sabia y si lo sabia. Que extrano que el cerebro pudiera saber lo que el corazon se negaba a aceptar.

—Vaya —dijo Miles—. Pero ?conservaras la pagina web?

—Si. Seguiremos vendiendo por internet.

—Bueno, pues no esta tan mal —dijo el para animarla un poco. Espero un minuto, como muestra de respeto por la muerte de su tienda, y luego anadio—: Supongo que hoy no habras leido el Gazette, ?no?

Samantha tendio una mano para coger el camison de la almohada, y Miles disfruto de una breve y satisfactoria vision de sus pechos. El sexo lo ayudaria a relajarse, sin duda.

—Es una pena, Sam —dijo. Repto por la cama hacia ella y, cuando se ponia el camison, la rodeo con los brazos desde atras—. Lo de tu tienda. Era preciosa. ?Cuanto hacia ya que la tenias… diez anos?

—Catorce.

Ella sabia que queria Miles. Estuvo a punto de mandarlo al cuerno e irse a dormir a la habitacion de invitados, pero el problema era que entonces habria discusion y mal ambiente, y lo que mas deseaba en el mundo era poder escaparse a Londres con Libby al cabo de dos dias, vestidas las dos con las camisetas que habia comprado, y estar cerca de Jake y los otros musicos durante toda una velada. Esa excursion constituia la sintesis de la felicidad actual de Samantha. Ademas, el sexo quiza mitigara la irritacion de Miles ante el hecho de que ella fuera a perderse la fiesta de cumpleanos de Howard.

Asi pues, dejo que la abrazara y besara. Cerro los ojos, se coloco sobre el y se imagino cabalgando a Jake en una playa desierta de arena blanca, ella con diecinueve anos y el con veintiuno. Llego al orgasmo mientras imaginaba a Miles observandolos con prismaticos, con avidez, desde un patin a pedales.

X

A las nueve de la manana del dia de las elecciones para cubrir la vacante dejada por Barry, Parminder salio de la antigua vicaria y recorrio Church Row hasta la casa de los Wall. Llamo a la puerta con los nudillos y espero. Por fin, Colin le abrio.

Este tenia ojeras, los ojos enrojecidos y sombras bajo los pomulos; su piel parecia mas fina, y la ropa, demasiado grande. Aun no habia vuelto a trabajar. La noticia de que Parminder habia revelado a gritos en publico informacion medica confidencial sobre Howard habia retrasado su vacilante recuperacion; el Colin mas robusto de unas noches atras, que se habia sentado en su puf de cuero y fingido tener confianza en la victoria, podria no haber existido nunca.

—?Va todo bien? —pregunto, y cerro la puerta detras de Parminder con expresion precavida.

—Si, bien —repuso ella—. Pensaba que igual te apetecia acompanarme al centro parroquial para votar.

—Yo… no me parece apropiado —contesto el debilmente—. Lo siento.

—Se como te sientes, Colin —dijo Parminder con una vocecita tensa—. Pero si no votas, significara que ellos habran ganado. No pienso dejarlos ganar. Pienso ir hasta alli y votarte, y quiero que vengas conmigo.

Parminder habia dejado su trabajo temporalmente. Los Mollison se habian quejado a todos los organismos profesionales que encontraron, y el doctor Crawford le habia aconsejado que cogiera una excedencia. Para su enorme sorpresa, se sentia extranamente liberada.

Pero Colin negaba con la cabeza. A ella le parecio ver lagrimas en sus ojos.

—No puedo, Minda.

—?Si puedes! ?Ya lo creo, Colin! ?Tienes que plantarles cara! ?Piensa en Barry!

—No puedo… lo siento… yo…

Solto un grito ahogado y se echo a llorar. Parminder lo habia visto llorar otras veces, en su consulta; el peso del temor que arrastraba consigo desde siempre lo hacia sollozar de desesperacion.

—Vamos —dijo, sin sentir la mas minima incomodidad, y lo cogio del brazo para guiarlo hasta la cocina, donde le tendio el rollo de papel y dejo que sollozara hasta que le dio hipo. Luego pregunto—: ?Donde esta Tessa?

—En el trabajo —boqueo el, y se enjugo las lagrimas.

Sobre la mesa de la cocina habia una invitacion a la fiesta del sexagesimo quinto cumpleanos de Howard Mollison; alguien la habia roto limpiamente en dos.

—Yo tambien recibi una, antes de que le gritara. Escuchame, Colin, si votamos…

—No puedo —susurro el.

—… les demostraremos que no nos han vencido.

—Pero es que si lo han hecho.

Parminder se echo a reir. Despues de contemplarla boquiabierto unos instantes, el la imito con grotescas carcajadas, como ladridos de un mastin.

—Bueno, nos han echado de nuestro trabajo —dijo la doctora—, y ninguno de los dos tiene ganas de salir de casa, pero, aparte de eso, creo que estamos en perfecta forma.

El se quito las gafas y se froto los ojos, sonriendo.

—Vamos, Colin. Quiero votarte. Esto no ha acabado todavia. Cuando estalle y le dije a Howard Mollison que no era mejor que un yonqui, delante de todo el concejo y de aquella periodista…

Colin se echo a reir otra vez, y ella se alegro; no lo oia reir tanto desde Nochevieja, y entonces habia sido Barry el causante.

—… se olvidaron de votar para sacar la clinica de toxicomanos de Bellchapel. O sea que, por favor, coge tu abrigo. Iremos juntos dando un paseo hasta alli.

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