Gavin, habia tenido una de sus peores discusiones con su hija. La chica habia declarado su intencion de llamar por telefono a su padre y pedirle que la dejara irse a vivir con el.
—?Bueno, pues que tengas mucha suerte! —le habia espetado Kay.
Pero cabia la posibilidad de que Brendan dijera que si. Habia dejado a Kay cuando Gaia solo tenia un mes. Ahora estaba casado y era padre de otros tres hijos. Tenia una casa enorme y un buen trabajo. ?Y si le decia que si?
Gavin se alegro de que no tuviesen que hablar mientras cenaban; el potente latido de la musica llenaba el silencio, y podia pensar en Mary en paz. Al dia siguiente le diria que la compania de seguros empezaba a hacer gestos conciliadores, y seria objeto de su gratitud y admiracion…
Gavin casi tenia el plato limpio cuando advirtio que Kay no habia tocado la comida. Lo miraba fijamente desde el otro lado de la mesa, y su expresion lo alarmo. Quiza el habia revelado de algun modo sus pensamientos mas intimos…
En el piso de arriba, la musica de Gaia se interrumpio de repente. A Gavin, el palpitante silencio le parecio espantoso; deseo que la chica pusiera otro disco, cuanto antes.
—Ni siquiera lo intentas —dijo Kay con abatimiento—. Ni siquiera finges que te importe, Gavin.
El trato de tomar la salida mas facil.
—Kay, he tenido un dia muy largo —dijo—. Perdona si no me apetece oir las minucias de la politica local en cuanto entro por…
—No estoy hablando de la politica local —lo corto ella—. Te quedas ahi sentado con pinta de preferir estar en otro sitio, y es… es insultante. ?Que quieres, Gavin?
El vio la cocina de Mary, su dulce rostro.
—Tengo que suplicar para verte —continuo Kay—, y cuando vienes aqui no puedes dejar mas claro que no te apetecia venir.
Ella deseaba oirle decir «Eso no es verdad». El punto en que una negativa podria haber contado paso de largo. Se deslizaban, a velocidad vertiginosa, hacia la crisis que Gavin deseaba tanto como temia.
—Dime que quieres —insistio ella con cansancio—. Dimelo y ya esta.
Ambos sentian que su relacion se hacia anicos bajo el peso de todo lo que Gavin se negaba a decir. A fin de que ambos superaran esa incertidumbre, el recurrio a unas palabras que no tenia intencion de pronunciar entonces, quiza nunca, pero que, en cierto sentido, parecian excusarlos a los dos.
—Yo no queria que pasara esto —dijo de todo corazon—. De verdad que no era mi intencion. Kay, lo siento muchisimo, pero creo que estoy enamorado de Mary Fairbrother.
Por la expresion de ella, vio que no estaba preparada para algo asi.
—?De Mary Fairbrother? —repitio.
—Creo que hace tiempo que lo estoy —explico Gavin (y sintio cierto placer agridulce al hablar de ello, pese a saber que estaba hiriendola; no habia sido capaz de contarselo a nadie mas)—. Nunca habia reconocido que… Me refiero a que cuando Barry estaba vivo, jamas habria…
—Pensaba que era tu mejor amigo —susurro Kay.
—Lo era.
—?Solo lleva muerto unas semanas!
A Gavin no le gusto oir eso.
—Mira —dijo—, intento ser franco contigo. Trato de ser justo.
—?Que tratas de ser justo?
Gavin siempre habia imaginado que la cosa acabaria en una explosion de furia, pero Kay se limito a observarlo con lagrimas en los ojos mientras el se ponia el abrigo.
—Lo siento —dijo, y salio de su casa por ultima vez.
En la acera, experimento una oleada de euforia, y corrio hacia su coche. Despues de todo, aun podria contarle esa misma noche a Mary lo de la compania de seguros.
QUINTA PARTE
Privilegios
7.32 La persona que ha realizado una afirmacion difamatoria tiene derecho a reclamar su privilegio siempre y cuando demuestre que la hizo sin malicia y en el cumplimiento de un deber publico.
I
Terri Weedon estaba acostumbrada a que la dejaran. El primer gran abandono habia sido el de su madre, que, sin siquiera despedirse, un buen dia se fue con una maleta mientras ella estaba en el colegio.
Terri se fugo a los catorce anos, y paso por las manos de diversos asistentes sociales y funcionarios de Proteccion de Menores; algunos eran buenas personas, pero todos se marchaban una vez finalizada su jornada laboral. Cada nueva partida anadia una fina capa a la costra que iba envolviendo el corazon de Terri.
Tenia amigos que estaban bajo tutela, pero a los dieciseis anos todos se las arreglaban ya por su cuenta, y la vida los habia ido desperdigando. Conocio a Ritchie Adams y tuvo dos hijos con el, unas cositas rosadas, puras y hermosas como nada en el mundo, salidas de sus entranas; y en el hospital, las dos veces, durante unas horas magnificas, se habia sentido renacer.
Y entonces se llevaron a sus hijos, y jamas volvio a verlos.
Banger la habia abandonado. La abuelita Cath la habia abandonado. Casi todos se iban, muy pocos se quedaban. Ya deberia estar acostumbrada.
El dia que volvio Mattie, su asistente social de siempre, Terri le pregunto:
—?Donde esta la otra?
—?Kay? Solo cubria mi baja por enfermedad. Bueno, ?donde tenemos a Liam? Perdon. Es Robbie, ?no?
A Terri no le caia bien Mattie. Para empezar, no tenia hijos, asi que ?como podia alguien que no tenia hijos decirte como criar a los tuyos? ?Como iba a entenderlo? Y tampoco era que Kay le cayera bien, pero le suscitaba un sentimiento extrano, el mismo que en su momento le habia suscitado la abuelita Cath antes de que la llamara «zorra» y le dijera que no queria volver a verla. Con Kay, aunque llevara carpetas como las demas, y aunque hubiera iniciado la revision del caso, sentia que queria que las cosas salieran bien porque le importaba ella, no solo los formularios. Si, daba esa impresion. Pero se habia ido, «y seguro que ya ni se acuerda de nosotros», penso resentida.
El viernes por la tarde, Mattie le dijo que era casi seguro que cerrarian Bellchapel.
—Es una decision politica —explico energicamente—. Quieren ahorrar dinero, pero el Ayuntamiento de Yarvil no es partidario de los tratamientos con metadona. Ademas, Pagford quiere que se marchen del edificio. Ha salido en el periodico local, no se si lo habras visto.
A veces le hablaba asi, con un tono desenfadado de «a fin de cuentas estamos en el mismo barco» que chirriaba, porque iba acompanado de preguntas como si se habia acordado de darle de comer a su hijo. Pero esa vez fue lo que dijo, mas que como lo dijo, lo que molesto a Terri.
—?Que la van a cerrar? —pregunto.
—Eso parece —contesto Mattie como si nada—, pero a ti eso no te afectara mucho. Bueno, es evidente que…
Terri habia empezado tres veces el programa de Bellchapel. El polvoriento interior de la iglesia transformada en clinica, con sus mamparas divisorias, sus folletos informativos y su lavabo con luces fluorescentes