empujandola por el manillar.

La larga caminata hasta Hilltop House con aquel frio le despejo la cabeza, pero no alivio su amargura ni su tristeza.

?Le habia dicho alguna vez a Fats que le gustaba Gaia? Quiza no, pero el lo sabia. Si, Fats lo sabia. ?Y si… y si estaban follando en ese preciso instante?

«De todas formas, me ire —penso Andrew, cabizbajo y temblando mientras empujaba la bicicleta por la ladera de la colina—. Que los jodan…»

Entonces penso: «Lo mejor que puedo hacer es irme…» ?Lo habia sonado o acababa de morrearse con la madre de Lexie Mollison? ?Habia entrado su marido en la cocina y los habia sorprendido? ?Se lo habia imaginado?

Le daba miedo Miles, pero tambien queria contarle a Fats lo que habia pasado, verle la cara…

Cuando entro en su casa, agotado, lo recibieron la oscuridad y la voz de Simon proveniente de la cocina:

—?Has guardado mi bicicleta en el garaje? —Estaba sentado a la mesa, comiendo un cuenco de cereales. Eran casi las dos y media—. No podia dormir —dijo.

Por una vez no estaba furioso. Como Ruth no estaba alli, no tenia que demostrar que era mas listo ni mas fuerte que sus hijos. Parecia cansado y empequenecido.

—Creo que tendremos que irnos a vivir a Reading, Carapizza —anadio.

Ese mote se habia convertido casi en una expresion de carino.

Temblando ligeramente, sintiendose mayor, traumatizado y tremendamente culpable, Andrew quiso compensar de algun modo a su padre por el perjuicio que le habia causado. Ya era hora de hacer borron y cuenta nueva y convertir a Simon en un aliado. Formaban una familia. Iban a marcharse juntos de alli. Quiza todo les fuera mejor en otro sitio.

—Tengo algo para ti —dijo—. Ven. En clase nos han ensenado como se hace…

Y lo llevo hasta el ordenador.

IV

El cielo, azul y neblinoso, se extendia como una cupula sobre Pagford y los Prados. El amanecer ya iluminaba el viejo monumento a los caidos de la plaza y las agrietadas fachadas de hormigon de Foley Road, y tenia las blancas paredes de Hilltop House de un tenue dorado. Al subir a su coche, preparada para otra larga jornada en el hospital, Ruth Price miro hacia el rio Orr, que brillaba como una cinta de plata a lo lejos, y le parecio sumamente injusto que pronto otras personas fueran a disfrutar de su casa y sus vistas.

Un kilometro y medio mas alla, en Church Row, Samantha Mollison todavia dormia en la habitacion de invitados. La puerta no tenia cerrojo, pero la habia apuntalado con un sillon antes de derrumbarse, a medio desvestir, en la cama. El principio de un fuerte dolor de cabeza rondaba su sueno, y el sol que entraba por la rendija de las cortinas caia como un rayo laser en la comisura de uno de sus ojos. Tenia la boca seca. Se movio un poco, sin salir de un duermevela inquieto, poblado de suenos extranos y tenidos de remordimiento.

En el piso de abajo estaba Miles, solo, rodeado por las limpias y brillantes superficies de la cocina, sentado muy erguido ante una taza de te intacta. Miraba fijamente la nevera, y en su mente volvia a tropezarse con su mujer, borracha, en los brazos de un colegial de dieciseis anos.

Tres casas mas alla, Fats Wall fumaba tumbado en su dormitorio, con la misma ropa que habia llevado en la fiesta de cumpleanos de Howard Mollison. Se habia propuesto no dormir y lo habia conseguido. Notaba la boca un poco entumecida y hormigueante por todos los cigarrillos que habia fumado, pero el cansancio habia tenido el efecto contrario al que el esperaba: no podia pensar con claridad, pero su infelicidad y su desasosiego eran mas profundos que nunca.

Colin Wall desperto sudoroso de otra de las pesadillas que lo atormentaban desde hacia anos. En esos suenos siempre hacia cosas terribles, la clase de cosas que temia durante las horas de vigilia. Esa vez habia matado a Barry Fairbrother; las autoridades acababan de descubrirlo y habian ido a decirle que lo sabian, que habian exhumado el cadaver de Barry y encontrado el veneno que Colin le habia administrado.

Con la mirada fija en la sombra que proyectaba la pantalla de la lampara en el techo, Colin se pregunto por que nunca se habia planteado la posibilidad de que hubiera matado a Barry; y al instante se le presento la pregunta: «?Como sabes que no lo hiciste?»

Abajo, Tessa se inyectaba insulina en el vientre. Sabia que Fats habia vuelto a casa esa noche, porque desde el pie de la escalera que llevaba a su buhardilla se olia el humo de los cigarrillos. Lo que no sabia era donde habia estado ni a que hora habia vuelto, y eso la asustaba. ?Como habian podido llegar a esa situacion?

Howard Mollison dormia profunda y felizmente en su cama de matrimonio. Las cortinas estampadas lo salpicaban de petalos de rosa y lo protegian de un despertar brusco, pero sus resollantes ronquidos habian despertado a su mujer. Shirley tomaba tostadas y cafe en la cocina, con las gafas y la bata de chenilla puestas. Evoco la imagen de Maureen cogida del brazo de su marido en el centro parroquial y sintio un odio concentrado que anulaba el sabor de cada bocado que daba.

En The Smithy, en las afueras de Pagford, Gavin Hughes se enjabonaba bajo el chorro de la ducha, con el agua muy caliente, y se preguntaba por que el carecia del valor de otros hombres, que eligen correctamente entre alternativas casi infinitas. Ansiaba una vida que habia entrevisto, pero que nunca habia probado, y sin embargo tenia miedo. Elegir era peligroso: cuando elegias, renunciabas a las demas posibilidades.

Kay Bawden, agotada, tumbada en la cama de matrimonio en su casa de Hope Street, escuchaba el silencio reinante a primera hora del dia en Pagford y observaba a Gaia, que dormia a su lado, palida y exhausta a la luz del alba. En el suelo, junto a Gaia, habia un cubo; Kay lo habia puesto alli despues de llevar a su hija casi a cuestas del cuarto de bano al dormitorio, de madrugada, despues de sujetarle el cabello durante una hora mientras ella vomitaba en la taza del vater.

«?Por que me trajiste aqui? —se lamentaba Gaia entre arcada y arcada—. Sueltame. Vete. Puta mierda. Te odio.»

Kay contemplaba su rostro dormido y recordaba al hermoso bebe que dieciseis anos atras habia dormido a su lado. Recordaba las lagrimas derramadas por Gaia cuando Kay habia roto con Steve, con quien habia convivido ocho anos. Steve iba a las reuniones de padres del colegio de Gaia y le habia ensenado a montar en bicicleta. Kay recordo la fantasia que habia alimentado (y que en retrospectiva parecia tan disparatada como la de Gaia a los cuatro anos, cuando queria tener un unicornio), en la que su relacion con Gavin prosperaba y podia darle a su hija, por fin, un padrastro permanente y una bonita casa en el campo. Estaba desesperada por conseguir un final de cuento de hadas, una vida a la que Gaia siempre quisiera regresar; porque la separacion de madre e hija se precipitaba hacia Kay a la velocidad de un meteorito, y ella preveia que el alejamiento de Gaia seria una calamidad que haria anicos su mundo.

Estiro un brazo por debajo del edredon y cogio la mano de su hija. El contacto con aquel cuerpo que habia traido al mundo por accidente hizo que rompiera a llorar, en silencio, pero con unos sollozos tan abruptos que hacian temblar el colchon.

Y al final de Church Row, Parminder Jawanda se puso un abrigo encima del camison y se llevo el cafe al jardin trasero. Sentada en un banco de madera a la debil luz del sol, miraba despuntar un dia que se prometia precioso, pero habia algo que se interponia entre sus ojos y su corazon. El peso que le oprimia el pecho lo atenuaba todo.

La noticia de que Miles Mollison habia ganado la plaza de Barry en el concejo parroquial no la habia sorprendido, pero al ver el escueto anuncio de Shirley en la web habia vuelto a experimentar una chispa de la locura que se habia apoderado de ella en la ultima reunion: el deseo de atacar, sustituido casi al instante por una impotencia sofocante.

—Voy a dimitir del concejo —le habia dicho a Vikram—. No pinto nada alli.

—Pero si te gusta… —habia dicho el.

Le gustaba cuando estaba Barry. Esa manana, en medio de tanta quietud, le resulto facil evocarlo: un hombre de escasa estatura, con barba pelirroja; ella lo superaba por media cabeza. Nunca habia sentido la menor atraccion fisica hacia el. «Al fin y al cabo, ?que es el amor?», penso, mientras una suave brisa agitaba el alto seto

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