Shirley se ducho y saco unas prendas del armario mientras Howard seguia roncando. Estaba abrochandose la rebeca cuando oyo la campana de la iglesia de St. Michael and All Saints, que llamaba al oficio de las diez. Siempre pensaba que debia de oirse mucho en casa de los Jawanda, que vivian justo enfrente, y confio en que para ellos fuera una proclama de la adhesion de Pagford a costumbres y tradiciones de las que ellos, evidentemente, no participaban.

De forma casi inconsciente, porque lo hacia muy a menudo, Shirley recorrio el pasillo, entro en el antiguo dormitorio de Patricia y se sento ante el ordenador.

Su hija deberia haber estado alli, durmiendo en el sofa cama que Shirley le habia preparado. Era un alivio no tener que tratar con ella esa manana. Howard, que seguia tarareando The Green, Green Grass of Home cuando llegaron a Ambleside de madrugada, no habia reparado en que Patricia no iba con ellos hasta que Shirley hubo sacado la llave de la puerta.

—?Donde esta Pat? —pregunto, resollando y apoyandose en el porche.

—Estaba muy disgustada porque Melly no ha querido venir —dijo Shirley suspirando—. Creo que discutieron. Supongo que habra vuelto a casa para arreglar las cosas.

—Estas siempre estan entretenidas —repuso Howard, apoyandose alternativamente en las paredes del estrecho pasillo por el que avanzaba con cuidado hacia el dormitorio.

Shirley abrio su web medica favorita. Cuando tecleo la primera letra del nombre de la enfermedad que queria investigar, la pagina volvio a explicarle que eran las EpiPens, y Shirley reviso rapidamente su modo de empleo y su composicion, porque tal vez todavia tuviera una oportunidad de salvarle la vida a aquel chico. A continuacion, tecleo «eccema» y descubrio, con cierta desilusion, que esa afeccion no era contagiosa; por tanto, no podria utilizarla como pretexto para despedir a Sukhvinder Jawanda.

Entonces, por pura costumbre, tecleo la direccion de la web del Concejo Parroquial de Pagford y abrio el foro.

Ya era capaz de reconocer al instante la forma y longitud del nombre de usuario «El Fantasma de Barry Fairbrother», igual que un enamorado reconoce al instante la nuca de su ser querido, o la curva de sus hombros, o sus andares.

Basto con un vistazo al primer mensaje para que la invadiera la emocion: el Fantasma no la habia abandonado. Shirley sabia que el arrebato de la doctora Jawanda no podia quedar sin castigo.

El lio secreto del hijo predilecto de Pagford.

Shirley leyo el titulo, pero al principio no lo entendio, tal vez porque lo que ella esperaba encontrar alli era el nombre de Parminder. Volvio a leerlo y dio un grito ahogado, el aspaviento de una mujer que recibe un chorro de agua helada.

Howard Mollison, hijo predilecto de Pagford, y Maureen Lowe son, desde hace muchos anos, algo mas que socios. Todo el mundo sabe que Maureen realiza con regularidad degustaciones del salami mas exquisito de Howard. La unica persona que parece no estar al corriente de ese secreto es Shirley, la mujer de Howard.

Completamente inmovil, Shirley penso: «No es verdad.»

No podia ser verdad.

Si, habia sospechado en un par de ocasiones, y alguna vez se lo habia insinuado a Howard…

No, no iba a creerselo. No podia creerselo.

Pero habia quienes si se lo creerian. Creerian al Fantasma. Todos le creian.

Sus manos parecian dos guantes vacios, torpes y debiles, y cometieron numerosos errores antes de conseguir borrar el mensaje. Cada segundo que permaneciera alli, alguien mas podia leerlo, darle credito, reirse de el, enviarlo al periodico local… Howard y Maureen, Howard y Maureen…

El mensaje ya estaba borrado. Shirley se quedo sentada con los ojos fijos en la pantalla; sus pensamientos correteaban como ratones tratando de escapar de un recipiente de cristal, pero no habia escapatoria, no habia punto de apoyo firme, no habia forma de volver a trepar a la feliz posicion que Shirley ocupaba antes de leer aquel espantoso mensaje, colgado donde todos podian haberlo leido…

Howard se habia reido muchas veces de Maureen.

No; era ella la que se habia reido de Maureen. Howard se habia reido de Kenneth.

Siempre juntos: dias festivos y laborables, excursiones de fin de semana…

«…la unica persona que parece no estar al corriente del secreto…»

Howard y Shirley no necesitaban sexo: llevaban anos durmiendo en camas separadas, tenian un acuerdo tacito…

«…realiza con regularidad degustaciones del salami mas exquisito de Howard…»

(Shirley creyo que su madre habia vuelto a la vida y estaba alli con ella: riendo a carcajadas y burlandose y derramando el vino de la copa que sostenia… Shirley no soportaba esa risa asquerosa. Nunca habia soportado las procacidades ni el ridiculo.)

Se levanto de un brinco, tropezando con las patas de la silla, y volvio precipitadamente al dormitorio. Howard dormia tumbado boca arriba, emitiendo fuertes ruidos porcinos.

—Howard. ?Howard!

Tardo mas de un minuto en despertar. Estaba desorientado y confuso. Sin embargo, Shirley, de pie a su lado, todavia veia en el al caballero protector que podia salvarla.

—Howard, el Fantasma de Barry Fairbrother ha colgado otro mensaje.

Contrariado por ese brusco despertar, el hundio la cara en la almohada y solto un grunido atronador.

—Sobre ti —anadio Shirley.

Howard y Shirley no solian hablarse con franqueza. Eso era algo que a ella siempre le habia gustado. Pero ese dia no tenia mas remedio que hablar claro.

—Sobre ti —repitio— y Maureen. Dicen que teneis… una aventura.

Howard se llevo una manaza a la cara y se froto los ojos. Shirley creyo que se los frotaba mas de lo necesario.

—?Que? —dijo luego, sin descubrirse la cara.

—Que Maureen y tu teneis una aventura.

—?De donde ha sacado eso?

Ni desmentido, ni indignacion, ni risa mordaz. Solo una prudente interrogacion sobre las fuentes.

En adelante, Shirley recordaria ese momento como una muerte, el verdadero final de una vida.

VII

—?Callate, Robbie, joder!

Krystal habia llevado a Robbie hasta una parada de autobus, varias calles mas alla, para que ni Obbo ni Terri pudieran encontrarlos. No sabia si tenia suficiente dinero para el billete, pero estaba decidida a ir a Pagford. La abuelita Cath habia muerto, el senor Fairbrother habia muerto, pero Fats Wall todavia estaba alli, y ella necesitaba fabricar un bebe con el.

—??Que hacias en mi habitacion con el?! —le grito a Robbie, que lloriqueo y no contesto.

Al movil de Terri le quedaba muy poca bateria. Krystal marco el numero de Fats, pero le salio el buzon de voz.

En Church Row, Fats comia tostadas y escuchaba a sus padres, que tenian una de aquellas extranas conversaciones en el estudio, al otro lado del recibidor. Agradecia tener algo que lo distrajera de sus pensamientos. El movil que llevaba en el bolsillo vibro, pero no contesto. No habia nadie con quien quisiera hablar. No podia ser Andrew, despues de lo ocurrido la noche anterior.

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