—Ya, bueno, eso demuestra…
—Lo siento, pero no puedo dejar de pensar en todo eso —lo interrumpio ella, furibunda—. No puedo dejar de pensar que el habria querido que yo tomara su relevo en atender a la maldita Krystal Weedon. No consigo superarlo. Todo su ultimo dia, y le dolia la cabeza y no hizo nada por remediarlo… ?Paso todo el ultimo dia de su vida escribiendo aquel maldito articulo!
—Si, lo se. —Y, con la sensacion de poner un vacilante pie en un endeble puente de cuerda, anadio—: Es algo tipicamente masculino. Miles es igual. Samantha no queria que se presentara como candidato al concejo, pero el se obstino. Hay tios a los que les encanta tener un poco de poder…
—Barry no estaba en esto por el poder —dijo Mary, y Gavin se apresuro a dar marcha atras.
—No, no, Barry no. El hacia todo eso por…
—No podia evitarlo —zanjo Mary—. Creia que todo el mundo era como el, que si les echabas una mano se volvian mejores.
—Ya, pero la cuestion es que hay otros a los que les vendria bien que les echaras una mano, a los de casa…
—?Pues si, exactamente! —exclamo Mary, y rompio a llorar otra vez.
—Mary… —Gavin se levanto para acercarse a ella (ya estaba en medio del puente de cuerda, sintiendo una mezcla de panico y expectacion)—. Oye, ya se que ha pasado poco tiempo… poquisimo, pero conoceras a otra persona.
—?A mis cuarenta y con cuatro hijos?… —sollozo.
—Hay muchos hombres… —empezo el, pero por ahi no iba bien; mejor no hacerle creer que tenia muchas opciones, asi que se corrigio—: Al hombre adecuado no le importara que tengas hijos. Ademas, son unos chicos estupendos, acogerlos seria un placer para cualquiera.
—Oh, Gavin, eres un encanto —repuso ella, y volvio a secarse las lagrimas.
El le rodeo los hombros con un brazo y Mary no lo rechazo. Permanecieron asi, de pie y en silencio, mientras ella se sonaba la nariz, y cuando Gavin noto que hacia ademan de apartarse, dijo:
—Mary…
—?Que?
—Tengo que… Mary, creo que estoy enamorado de ti.
Por unos segundos experimento el sublime orgullo del paracaidista que se arroja al espacio ilimitado.
Entonces ella retrocedio bruscamente.
—Gavin…
—Lo siento —dijo el, alarmado ante el rechazo que vio en su cara—. Queria que lo supieras por mi. Le dije a Kay que ese era el motivo por el que rompia con ella, y temia que te enteraras por otra persona. Habria esperado meses para decirtelo. Anos —anadio, tratando de que sonriera de nuevo, de que volviera a pensar que el era un encanto.
Pero Mary negaba con la cabeza, con los brazos cruzados.
—Gavin, yo nunca, nunca…
—Olvida lo que he dicho —dijo el como un tonto—. Olvidalo y ya esta.
—Creia que lo entendias.
Gavin concluyo que deberia haber sabido que a Mary la cenia la protectora armadura invisible del duelo.
—Y lo entiendo —mintio—. No pensaba decirtelo, solo que…
—Barry siempre dijo que yo te gustaba.
—No, no —respondio el, desesperado.
—Gavin, creo que eres un hombre muy agradable —dijo ella casi sin aliento—. Pero no… Quiero decir, aunque no estuviera…
—No —la interrumpio el en voz alta, tratando de ahogar sus palabras—. Lo comprendo. Oye, me voy a ir yendo.
—No hace falta que…
Pero ahora el casi la odiaba. Habia entendido lo que trataba de decirle: «Aunque no estuviera llorando a mi marido, te rechazaria.»
La visita de Gavin habia sido tan breve que cuando Mary, un poco temblorosa, tiro el cafe que el no se habia tomado, todavia estaba caliente.
XI
Howard le dijo a Shirley que no se encontraba bien, que se quedaria en la cama para descansar y que La Tetera de Cobre podria pasar sin el una tarde.
—Llamare a Mo —anadio.
—No, ya la llamo yo —respondio Shirley.
Cuando cerraba la puerta del dormitorio, se dijo: «Esta usando el corazon como excusa.»
Howard le habia dicho: «No seas tonta, Shirl» y «Es un disparate, un maldito disparate», y ella no habia insistido. Por lo visto, tantos anos eludiendo remilgadamente temas escabrosos (se habia quedado literalmente sin habla cuando Patricia, que entonces tenia veintitres anos, le habia dicho: «Soy lesbiana, mama») la habian vuelto incapaz de exteriorizar las cosas.
Llamaron al timbre. Era Lexie.
—Papa me ha dicho que viniera. Mama y el tienen que hacer no se que. ?Y el abuelo?
—Esta en la cama —respondio Shirley—. Anoche se excedio un poco.
—Que buena fiesta, ?verdad? —comento Lexie.
—Si, estupenda —repuso su abuela, mientras en su interior se iba formando una tempestad.
Al cabo de un rato, Shirley se canso del parloteo de su nieta.
—Vamonos a comer a la cafeteria —propuso, y a traves de la puerta cerrada del dormitorio dijo—: Howard, me llevo a Lexie a comer algo a La Tetera.
El contesto con voz preocupada y Shirley se alegro. No temia a Maureen, la miraria a los ojos…
Pero cuando caminaba con su nieta hacia la cafeteria, se le ocurrio que Howard podia haber llamado a Maureen en cuanto ella habia salido. Que estupida era… Habia creido que, si llamaba a Maureen para decirle que Howard se encontraba mal, evitaria que ambos se pusieran en contacto. Habia olvidado que…
Las calles que tan bien conocia y que tanto amaba le parecieron distintas, extranas. Cada cierto tiempo, Shirley hacia inventario de la fachada que ofrecia a aquel mundo pequeno y encantador: esposa y madre, voluntaria de hospital, secretaria del concejo parroquial, hija predilecta del pueblo; y Pagford habia sido para ella un espejo que reflejaba, con educado respeto, su importancia y su valia. Pero el Fantasma habia cogido un sello de goma y habia estampado en la pristina superficie de su vida una revelacion que lo anulaba todo: «su marido se acostaba con su socia, y ella nunca se entero…».
Eso seria lo que dirian todos cuando hablaran de ella; y lo que recordarian para siempre.
Shirley empujo la puerta de la cafeteria y la campanilla tintineo.
—Ahi esta Peanut Price —dijo Lexie.
—?Y Howard? ?Como se encuentra? —grazno Maureen.
—Solo esta cansado —respondio Shirley, y se sento a una mesa con el corazon tan acelerado que se pregunto si a ella tambien iba a darle un infarto.
—Pues dile que las chicas no han aparecido —repuso Maureen de mal humor—, y que ninguna se ha molestado en llamar. Menos mal que hay pocos clientes.
Lexie se acerco al mostrador para hablar con Andrew, al que habian puesto de camarero. Sentada a la mesa, consciente de su excepcional soledad, Shirley se acordo de Mary Fairbrother, tan tiesa y demacrada en el funeral de Barry, con la viudedad rodeandola como el sequito de una reina; de la lastima y admiracion que suscitaba. Al perder a su marido, se habia convertido en la destinataria pasiva y silenciosa de la admiracion general, mientras que a ella, encadenada a un hombre que la habia traicionado, la envolvia un manto de verguenza, y era objeto de escarnio…