Nada sobre Fats Wall. Nada sobre haberle pegado un morreo al torturador de Sukhvinder. El nuevo mensaje decia: Stas ok?

Volvio a meterse el movil en el bolsillo. Podia echar a andar en direccion a Yarvil y coger el autobus una vez fuera del pueblo, donde nadie pudiese verla. Sus padres no la echarian de menos hasta las cinco y media, cuando supuestamente volvia de la cafeteria.

Un plan desesperado se iba formando en su mente mientras caminaba, cansada y acalorada: si lograra encontrar alojamiento por menos de cincuenta libras… Solo deseaba estar sola y utilizar su cuchilla de afeitar.

Llego a la calle que discurria junto al Orr. Si cruzaba el puente, podria enfilar una calle tranquila y seguirla hasta el final, hasta la carretera de circunvalacion.

—?Robbie! ?Robbie! ?Donde estas?

Era Krystal Weedon, que corria de aqui para alla por la ribera del rio. Fats Wall, con una mano en el bolsillo, fumaba y la observaba.

Sukhvinder se apresuro a doblar a la derecha para meterse en el puente, aterrorizada de que la vieran. Los gritos de Krystal reverberaban en las raudas aguas.

Sukhvinder vislumbro algo en el rio debajo de ella.

Antes de pensar siquiera que estaba haciendo, apoyo las manos en el caldeado murete de piedra y se dio impulso para encaramarse.

—?Esta en el rio, Krys! —chillo, y se lanzo de pies al agua.

Cuando la corriente tiro de ella hacia el fondo, una pantalla rota de ordenador le hizo un profundo corte en la pierna.

XIV

Cuando Shirley abrio la puerta del dormitorio, solo vio dos camas vacias. La justicia requeria un Howard dormido; tendria que aconsejarle que volviera a acostarse.

Pero no llegaba ningun sonido de la cocina ni del bano. ?Se habria cruzado con el al volver por el camino del rio? Howard debia de haberse marchado a trabajar; quiza ya estuviera con Maureen en la trastienda, hablando de ella, planeando divorciarse y casarse con Maureen, ahora que el juego habia terminado y ya no habia que fingir.

Fue a la sala casi corriendo, para llamar a la cafeteria. Entonces vio a Howard tendido en la alfombra, en pijama. Tenia la cara muy colorada y los ojos se le salian de las orbitas. De sus labios escapaba un debil resuello y se aferraba el pecho con una mano. La parte de arriba del pijama se le habia subido y Shirley vio la zona en carne viva y llena de costras en la que habia previsto clavarle la aguja.

El le lanzo una mirada de muda suplica.

Ella lo miro fijamente, aterrorizada, y luego salio como una exhalacion. Escondio la EpiPen en la lata de galletas, pero al punto la saco y la metio detras de los libros de cocina.

Volvio corriendo a la sala y marco el numero de emergencias.

—?Llama de Pagford? De Orrbank Cottage, ?verdad? La ambulancia ya esta en camino.

—Oh, gracias, gracias a Dios —repuso Shirley, y casi habia colgado cuando comprendio las palabras de la mujer, y chillo—: ?No, no es Orrbank Cottage…! —Pero la operadora ya habia colgado.

Shirley volvio a llamar. Estaba tan nerviosa que se le cayo el auricular. A su lado, en la alfombra, el resuello de Howard se debilitaba.

—?No es Orrbank Cottage! —grito—. Es el treinta y seis de Evertree Crescent, en Pagford… A mi marido le ha dado un infarto.

XV

En Church Row, Miles Mollison salio corriendo de su casa en zapatillas y se precipito calle abajo hacia la antigua vicaria, al fondo de la escarpada cuesta. Aporreo la gruesa puerta de roble con la mano izquierda, mientras con la derecha trataba de marcar el numero de movil de su mujer.

—?Si? —pregunto Parminder cuando abrio la puerta.

—Mi padre… —jadeo Miles—, otro ataque al corazon… Mi madre ha llamado a una ambulancia… ?Puede venir a verlo? Por favor, ?puede venir?

Parminder se volvio con la intencion de coger su maletin, pero se detuvo.

—No puedo ejercer como medico, Miles, estoy de excedencia. No puedo.

—No lo dice en serio… Por favor… la ambulancia aun tardara unos…

—No puedo, Miles —lo atajo ella.

El se dio la vuelta, echo a correr y cruzo la cancela abierta. Calle arriba, vio a Samantha recorrer el sendero del jardin de su casa. La llamo a gritos, con voz entrecortada, y ella se volvio con cara de sorpresa. En un primer momento penso que era la causante del panico de su marido.

—Es papa… Ha tenido un colapso, hay una ambulancia de camino… Y la maldita Parminder Jawanda se niega a venir…

—?Dios mio! —exclamo Samantha—. ?Dios mio!

Corrieron hasta el coche y arrancaron calle arriba, Miles en zapatillas y Samantha con los zuecos que le habian hecho ampollas en los pies.

—Miles, se oye una sirena… Ya esta aqui…

Pero cuando entraron en Evertree Crescent no vieron nada y la sirena habia dejado de oirse.

A kilometro y medio de alli, Sukhvinder Jawanda vomitaba agua del rio bajo un sauce, mientras una anciana la envolvia en mantas ya casi tan empapadas como su ropa. A poca distancia de ellas, el hombre que habia sacado a pasear el perro y habia rescatado a Sukhvinder agarrandola del pelo y la sudadera se inclinaba sobre un cuerpecito inerte.

A la chica le habia parecido notar que Robbie forcejeaba entre sus brazos, pero quiza solo habia sido la cruel corriente del rio que trataba de arrebatarselo. Era buena nadadora, pero el Orr la habia hundido hasta el fondo, zarandeandola sin que pudiese evitarlo. Las aguas la habian arrastrado hasta mas alla del meandro y hacia la orilla, pero habia logrado gritar. Habia visto al hombre del perro corriendo hacia ella por la ribera…

—No hay nada que hacer —declaro este, que llevaba veinte minutos tratando de reanimar a Robbie—. Esta muerto.

Sukhvinder solto un gemido y se desplomo en la hierba fria y mojada, temblando espasmodicamente, mientras la sirena de la ambulancia llegaba hasta ellos, demasiado tarde.

En Evertree Crescent, los enfermeros tenian grandes dificultades para subir a Howard a la camilla; Miles y Samantha tuvieron que echarles una mano.

—?Os seguiremos con el coche, tu ve con papa! —le grito Miles a Shirley, que parecia desconcertada y no muy dispuesta a subir a la ambulancia.

Maureen, que acababa de acompanar a la puerta al ultimo cliente del dia en La Tetera de Cobre, estaba en el umbral, escuchando.

—Se oyen muchas sirenas —le dijo por encima del hombro a un agotado Andrew, que pasaba la bayeta por las mesas—. Debe de haber pasado algo.

E inspiro una larga bocanada de aire, como si pudiera captar el intenso aroma del desastre en la calida brisa de la tarde.

SEXTA PARTE

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