de cipreses de Leyland que cercaba el amplio jardin trasero de los Jawanda. ?Era amor que alguien llenara un espacio de tu vida que, cuando esa persona desaparecia, quedaba vacio dentro de ti como un bostezo enorme?

«Disfrutaba riendo —se dijo—. Echo mucho de menos la risa.»

Y el recuerdo de la risa fue lo que por fin le hizo aflorar las lagrimas. Resbalaron por su nariz y cayeron en el cafe, como pequenos orificios de bala que desaparecian rapidamente. Lloraba porque ya no tenia motivos para reir, y tambien porque la noche anterior, mientras oian a lo lejos el alegre golpeteo de la musica del centro parroquial, Vikram le habia dicho:

—?Por que no vamos a Amritsar este verano?

El Templo Dorado, el santuario sagrado de una religion que a ella le resultaba indiferente. Parminder se habia percatado inmediatamente de las intenciones de Vikram. El tiempo yacia flacido y vacio en sus manos como nunca antes. Ninguno de los dos sabia que decidiria la comision del Colegio de Medicos respecto a ella cuando analizara la infraccion etica que habia cometido contra Howard Mollison.

—Mandeep dice que es una gran trampa para turistas —le habia contestado, descartando Amritsar de plano.

«?Por que dije eso? —se pregunto, llorando como nunca en su jardin, con el cafe enfriandose en su mano—. Seria bonito ensenarles Amritsar a los ninos. Vikram solo queria ser amable. ?Por que no acepte?»

Tenia la vaga impresion de que al negarse a ir al Templo Dorado habia cometido una traicion. Visualizo a traves de las lagrimas aquel edificio, con su cupula en forma de flor de loto invertida, reflejado en una lamina de agua y destacando brillante como la miel contra un telon de fondo de marmol blanco.

—Mama.

Sukhvinder habia cruzado el jardin sin que su madre se diera cuenta. Llevaba vaqueros y una sudadera holgada. Parminder se apresuro a enjugarse las lagrimas y miro con los ojos entornados a su hija, que estaba de espaldas al sol.

—Hoy no quiero ir a trabajar.

Parminder reacciono enseguida, con el mismo espiritu de contradiccion automatica que la habia hecho rechazar Amritsar.

—Te has comprometido, Sukhvinder.

—No me encuentro bien.

—Lo que pasa es que estas cansada. Fuiste tu la que quiso ese empleo. Ahora tienes que cumplir tus obligaciones.

—Pero es que…

—Iras a trabajar —le espeto su madre, como si pronunciara una sentencia—. No vas a darle a los Mollison otro motivo de queja.

La muchacha volvio a la casa, y Parminder se sintio culpable. Estuvo a punto de llamarla, pero en lugar de eso tomo nota mentalmente de que debia buscar tiempo para sentarse a hablar con ella sin discutir.

V

Krystal iba por Foley Road bajo el primer sol matinal, comiendo un platano. Su sabor y su textura eran nuevos para ella y no acababa de decidir si le gustaba o no. Su madre y ella nunca compraban fruta.

La madre de Nikki la habia echado de la casa sin miramientos.

—Tenemos cosas que hacer, Krystal —habia dicho—. Vamos a comer a casa de la abuela de Nikki.

En el ultimo momento le habia dado un platano para que desayunara algo, y Krystal se habia marchado sin protestar. En la mesa de la cocina apenas habia sitio para la familia de Nikki.

Los Prados no mejoraban con la luz del sol, que no hacia mas que revelar la suciedad y los desperfectos, las grietas de las paredes de hormigon, las ventanas cegadas con tablones y la basura.

La plaza de Pagford, en cambio, parecia recien pintada cada vez que brillaba el sol. Dos veces al ano, los ninos de la escuela de primaria atravesaban el centro del pueblo, en fila india, camino de la iglesia para asistir a los oficios de Navidad y Pascua. (A Krystal nadie queria darle la mano, porque Fats les habia dicho a sus companeros que tenia pulgas. Se preguntaba si el se acordaria de eso.) Habia cestillos colgantes llenos de flores, que ponian notas de color morado, rosa y verde; y cada vez que Krystal pasaba por delante de las artesas con flores que habia frente al Black Canon, arrancaba un petalo. Esos petalos, frios y resbaladizos, se volvian rapidamente marrones y pegajosos cuando los estrujaba, y solia limpiarselos frotando la mano contra la parte de abajo de uno de los bancos de madera de St. Michael.

Entro en la casa y enseguida vio, por la puerta abierta a su izquierda, que Terri no se habia acostado. Estaba sentada en su butaca, con los ojos cerrados y la boca abierta. Krystal cerro la puerta de la calle, que produjo un chirrido, pero su madre no se movio.

Se coloco al lado de ella y le sacudio un delgado brazo. La cabeza de Terri cayo hacia delante sobre el pecho escualido. Estaba roncando.

Krystal la solto. La imagen de un hombre muerto en el cuarto de bano volvio a sumergirse en su subconsciente.

—Zorra estupida —murmuro.

Entonces cayo en la cuenta de que Robbie no estaba en la sala. Subio la escalera, llamandolo.

—Aqui —lo oyo decir detras de la puerta de la habitacion de Krystal.

Abrio la puerta empujandola con el hombro y vio a Robbie alli de pie, desnudo. Detras de el, tumbado en su colchon y rascandose el torso descubierto, estaba Obbo.

—?Que pasa, Krys? —pregunto con una sonrisa sarcastica.

Krystal agarro a su hermano y lo llevo a su dormitorio. Le temblaban tanto las manos que tardo una eternidad en vestirlo.

—?Te ha hecho algo? —le susurro a Robbie.

—Tengo hambre —dijo el nino.

Cuando lo hubo vestido, lo cogio y se lo llevo abajo. Oia a Obbo moviendose por su habitacion.

—?Que hace aqui? —le espeto a Terri, que seguia adormilada en la butaca—. ??Que hace en mi cuarto con Robbie?!

Robbie forcejeo para soltarse de sus brazos; no soportaba los gritos.

—?Y que cono es eso? —anadio Krystal al reparar en dos grandes bolsas de deporte negras al lado de la butaca de su madre.

—Nada.

Pero Krystal ya habia abierto una de las cremalleras.

—?Nada! —grito Terri.

Dentro habia grandes bloques de hachis del tamano de ladrillos, pulcramente envueltos en laminas de plastico. Krystal, que apenas sabia leer, que no podia identificar la mitad de las hortalizas en un supermercado, que no habria sabido decir el nombre del primer ministro, sabia que el contenido de aquellas bolsas, si llegaban a encontrarlas alli, significaba la carcel para su madre. Entonces vio la lata con el cochero y los caballos en la tapa, metida entre el brazo y el asiento de la butaca donde estaba Terri.

—Te has chutado —balbuceo Krystal; el desastre llovia, invisible, y todo se derrumbaba—. Joder, te has…

Oyo a Obbo por la escalera y agarro de nuevo a Robbie. El pequeno se puso a llorar y forcejear, asustado, pero Krystal no pensaba soltarlo.

—?Suelta al nino, joder! —chillo Terri en vano.

Krystal ya habia abierto la puerta de la calle y corria tan rapido como podia, con Robbie en brazos, que se resistia y gemia.

VI

Вы читаете Una vacante imprevista
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату