III

Pero entonces, segun aseguraba la leyenda local, llego la repentina oscuridad que acompana siempre al hada mala.

Mientras Pagford celebraba que la finca Sweetlove hubiese caido en tan seguras manos, Yarvil estaba sumida en la construccion de un barrio de viviendas de proteccion oficial al sur de su nucleo urbano. El desasosiego se apodero de Pagford cuando se supo que la nueva urbanizacion ocuparia parte de las tierras que habia entre la ciudad y el pueblo.

Era de sobra conocido que desde la guerra habia una demanda cada vez mayor de vivienda barata, pero el pueblo, momentaneamente distraido por la llegada de Aubrey Fawley, empezo a bullir de desconfianza ante las intenciones de Yarvil. Las barreras naturales del rio y la colina que siempre habian garantizado la soberania de Pagford parecieron menguar con la misma rapidez con que se multiplicaban las casas de ladrillo. Yarvil lleno hasta el ultimo palmo de tierra disponible con esas construcciones y solo se detuvo en el limite septentrional de Pagford.

El pueblo exhalo un colectivo suspiro de alivio que no tardaria en revelarse prematuro. De inmediato, Yarvil considero que la urbanizacion de Cantermill no bastaba para satisfacer las necesidades de su poblacion, y la ciudad empezo a buscar otras tierras que colonizar.

Fue entonces cuando Aubrey Fawley (que para los vecinos de Pagford seguia siendo mas mitico que humano) tomo la decision que desencadenaria una enconada disputa que duraria mas de sesenta anos.

Puesto que no sacaba ningun provecho de los campos llenos de maleza que lindaban con la nueva urbanizacion, vendio los terrenos a buen precio al Ayuntamiento de Yarvil, y utilizo el dinero para restaurar los alabeados paneles de madera del salon de la mansion Sweetlove.

Pagford fue presa de una furia inconmensurable. Los campos de Sweetlove habian constituido parte importante de sus defensas contra el avance de la ciudad; y ahora, de pronto, el excedente de poblacion de Yarvil ponia en peligro el antiquisimo limite del territorio del pueblo. Alborotadas reuniones del concejo parroquial, cartas furibundas al periodico y al Ayuntamiento de Yarvil, protestas directas a quienes ostentaban el poder; nada cambio el rumbo que habian tomado las cosas.

Las casas de proteccion oficial empezaron a avanzar de nuevo, pero con una diferencia. En el breve intervalo que siguio a la finalizacion de la primera urbanizacion, el municipio habia caido en la cuenta de que podia construir mas barato. Asi pues, la nueva hornada no fue de ladrillo, sino de estructura metalica y prefabricado de hormigon. Esa segunda barriada se conoceria en el pueblo con el nombre de los Prados, por los campos en que se habia edificado, y se distinguia de la primera fase de Cantermill por sus materiales y su arquitectura de inferior calidad.

Y fue en una de esas casas de hormigon y acero de los Prados, que a finales de los sesenta ya estaban combadas y agrietadas, donde nacio Barry Fairbrother.

IV

Pese a las vagas promesas del Ayuntamiento de Yarvil de asumir la responsabilidad de mantener la nueva barriada, Pagford —como sus furibundos vecinos habian pronosticado desde el principio— no tardo en encontrarse con nuevas facturas que afrontar. Mientras que la prestacion de la mayor parte de los servicios a los Prados, y el mantenimiento de sus casas, recayeron en el consistorio de Yarvil, hubo cuestiones que el municipio, con su proverbial altaneria, delego en el pueblo: la conservacion de las aceras, el alumbrado y los bancos publicos, las marquesinas de autobus y los espacios comunitarios.

Los puentes que cruzaban la carretera de Pagford a Yarvil se llenaron de pintadas; las paradas de autobus de los Prados fueron objeto de vandalismo; los adolescentes de la barriada alfombraron el parque infantil de botellas de cerveza y destrozaron las farolas a pedradas. Un sendero que discurria a las afueras del pueblo, uno de los enclaves favoritos de turistas y paseantes, se convirtio en el lugar elegido por la juventud de los Prados para reunirse y «cosas mucho peores», como expreso enigmaticamente la madre de Howard Mollison. Al Concejo Parroquial de Pagford le toco ocuparse de limpiar, reparar y reemplazar, y desde el principio se tuvo la sensacion de que los fondos destinados por Yarvil a tal efecto eran insuficientes para el tiempo y los gastos requeridos.

Ningun aspecto de esa carga no deseada produjo mas rabia y amargura que el hecho de que los ninos de los Prados quedaran dentro de la circunscripcion de la escuela primaria anglicana de St. Thomas. Los ninos de la barriada disfrutaban del derecho a lucir el codiciado uniforme azul y blanco, a jugar en el patio junto a la primera piedra colocada por lady Charlotte Sweetlove y a irrumpir en las pequenas aulas con su molesto y estridente acento de Yarvil.

En Pagford pronto se extendio la creencia popular de que las casas de los Prados estaban convirtiendose en premio y objetivo para cualquier familia de Yarvil beneficiaria de ayuda social y con hijos en edad escolar; y que en Cantermill habia una autentica pugna por cruzar la linde hacia los Prados, igual que los mexicanos entran en Texas. Su precioso colegio de St. Thomas —un iman para los profesionales que acudian a trabajar a Yarvil y que se sentian atraidos por las pequenas aulas, los pupitres de persiana, el vetusto edificio de piedra y el exuberante verdor del campo de deportes— se veria invadido y desbordado por hijos de marginados, drogadictos y madres de retonos engendrados por distintos padres.

Ese escenario de pesadilla nunca habia sido realidad del todo, pues, aunque el St. Thomas ofrecia ventajas, tambien tenia sus inconvenientes: la obligacion de adquirir el uniforme o rellenar los formularios requeridos para optar a una ayuda para comprarlo; la necesidad de procurarse abonos de autobus y levantarse mas temprano para que los ninos llegaran puntuales. Para algunas familias de los Prados, esos obstaculos resultaban insalvables, y escolarizaban a sus hijos en la gran escuela primaria construida para cubrir las necesidades de la urbanizacion de Cantermill, donde los alumnos no llevaban uniforme. La mayoria de los ninos de los Prados que acudian al St. Thomas harian buenas migas con sus companeros de Pagford; a algunos, de hecho, llegarian a considerarlos chicos perfectamente normales. Ese seria el caso de Barry Fairbrother, que habia pasado sus anos de colegial representando su papel de payaso de la clase listo y popular, advirtiendo solo muy de vez en cuando que a los padres y madres de Pagford se les congelaba la sonrisa cuando mencionaba donde vivia.

No obstante, en el St. Thomas se veian obligados en ocasiones a admitir a algun alumno de los Prados indudablemente problematico. Krystal Weedon vivia con su bisabuela en Hope Street cuando le llego el momento de empezar el colegio, de modo que no hubo forma de impedir que se matriculara en el centro, si bien el pueblo, cuando la nina regreso a los Prados con su madre a la edad de ocho anos, abrigo grandes esperanzas de que no volviera nunca al St. Thomas.

El lento transito de Krystal por la escuela habia sido parecido al de una cabra a traves del cuerpo de una boa constrictor: un trayecto igualmente visible e incomodo para las dos partes implicadas. Tampoco era que Krystal estuviese siempre en las aulas: durante gran parte de su escolarizacion en el St. Thomas habia recibido clases individuales de un profesor especial.

Un golpe de verdadera mala suerte quiso que Krystal estuviese en la misma clase que Lexie, la nieta mayor de Howard y Shirley. En cierta ocasion, Krystal la habia abofeteado con tanta fuerza que le hizo saltar dos dientes. Que ya los tuviera flojos no les parecio a los padres y los abuelos de la nina un atenuante digno de consideracion.

Fue la conviccion de que a sus dos hijas les aguardarian aulas enteras de ninas como Krystal en el instituto Winterdown lo que decidio por fin a Miles y Samantha a sacarlas de la escuela para llevarlas a St. Anne, el colegio privado para ninas de Yarvil, donde estaban internas de lunes a viernes. El hecho de que Krystal Weedon les hubiera usurpado a sus nietas el sitio que les correspondia por derecho se convirtio rapidamente en uno de los ejemplos favoritos de Howard en sus conversaciones sobre la nefasta influencia de la barriada en la vida de Pagford.

V

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