«Autentico» y «nada autentico» eran palabras que Fats utilizaba con frecuencia en sus pensamientos; para el tenian un significado tan preciso como un laser cuando se las aplicaba a si mismo y a los demas.
Creia poseer rasgos autenticos que, como tales, debia fomentar y cultivar; pero tambien tenia ideas que eran el producto poco natural de su desafortunada educacion, y en consecuencia poco autenticas, por lo que habia que purgarlas. Ultimamente intentaba actuar de acuerdo con los que consideraba sus impulsos autenticos, e ignorar o suprimir la culpa y el miedo (nada autenticos) que dichos actos parecian suscitar. Sin duda, con la practica se hacia cada vez mas facil. Queria endurecerse por dentro, volverse invulnerable, verse libre del miedo a las consecuencias: deshacerse de las falsas nociones del bien y del mal.
Una de las cosas que habian empezado a irritarlo de su dependencia de Andrew era que la presencia de este a veces frenaba y limitaba la expresion de su yo autentico. En algun lugar del interior de Andrew habia un mapa trazado por el mismo de lo que constituia juego limpio, y desde hacia un tiempo Fats advertia expresiones de desagrado, confusion y decepcion mal disimuladas en la cara de su viejo amigo. Andrew se echaba atras ante el tormento y las burlas llevados al extremo. Fats no se lo tenia en cuenta; habria sido poco autentico que Andrew participara si no lo deseaba de verdad. El problema era que Andrew mostraba demasiado apego a la moral contra la que Fats luchaba con creciente decision. Intuia que la forma correcta de proceder, sin sentimentalismos, para llegar a ser plenamente autentico habria significado romper con Andrew; sin embargo, seguia prefiriendo su compania a la de cualquiera.
Estaba convencido de conocerse especialmente bien; exploraba los recovecos de su propia psique con una atencion que habia dejado de prestarle a todo lo demas. Pasaba horas interrogandose sobre sus propios impulsos, deseos y temores, tratando de discriminar los que le pertenecian realmente de los que le habian ensenado a experimentar. Analizo sus propios vinculos emocionales (estaba seguro de que ninguno de sus conocidos era jamas tan sincero consigo mismo: se dejaban llevar, medio adormecidos, por la vida), y sus conclusiones fueron que Andrew, al que conocia desde los cinco anos, era la persona por la que sentia un afecto mas nitido y sincero; que conservaba un vinculo afectivo con su madre que no era culpa suya, aunque ahora era lo bastante mayor para calarla; y que despreciaba intensamente a Cuby, que representaba el colmo y la cuspide de la falta de autenticidad.
En su pagina de Facebook, que atendia con un carino que no dedicaba a casi nada mas, habia colgado una cita que encontro en la biblioteca de sus padres:
No quiero creyentes, me considero demasiado malevolo para creer siquiera en mi mismo… Me daria mucho miedo que algun dia me declarasen santo… No quiero ser un santo, prefiero ser un bufon… y quiza lo sea…
A Andrew le gusto mucho, y a Fats le gusto que su amigo se quedara tan impresionado.
En el tiempo que le llevo pasar ante la casa de apuestas —cuestion de segundos—, los pensamientos de Fats se toparon con el amigo muerto de su padre, Barry Fairbrother. Tres rapidas zancadas ante los caballos de carreras en los carteles al otro lado del sucio cristal, y Fats vio la cara burlona de Barry, con su barba, y oyo la estentorea y patetica risa de Cuby, que a menudo soltaba incluso antes de que Barry hubiese contado uno de sus chistes malos, por la mera emocion que le producia su presencia. No tuvo deseos de ahondar en esos recuerdos, no se interrogo sobre las razones de su instintivo estremecimiento, no se pregunto si el muerto habia sido autentico o no, se quito de la cabeza a Barry Fairbrother y las ridiculas angustias de su padre, y siguio adelante.
Ultimamente sentia una curiosa tristeza, aunque seguia haciendo reir a todo el mundo tanto como siempre. Su cruzada para librarse de la moral restrictiva era un intento de recuperar algo que sin duda le habian reprimido, algo que habia perdido al dejar atras la infancia. Lo que Fats queria recobrar era una especie de inocencia, y la ruta que habia elegido para volver a ella pasaba por todas las cosas que se suponian malas para uno, pero que, paradojicamente, a el le parecian el unico camino verdadero hacia lo autentico, hacia una suerte de pureza. Que curioso como, muchas veces, todo era al reves, lo inverso de lo que le decian a uno; empezaba a creer que, si desechaba hasta el ultimo apice de sabiduria recibida, se encontraria con la verdad. Queria recorrer oscuros laberintos y luchar contra todo lo extrano que acechaba en su interior; queria resquebrajar la cascara de la piedad y exponer la hipocresia; queria romper tabus y exprimir la sabiduria de sus sangrientos corazones; queria alcanzar un estado de gracia amoral, y retroceder para ser bautizado en la ignorancia y la ingenuidad.
Y asi, decidido a incumplir una de las pocas normas escolares que no habia infringido todavia, se alejo para internarse en los Prados. No se trataba solo de que el crudo pulso de la realidad pareciera mas cercano alli que en cualquier otro sitio; tenia asimismo la vaga esperanza de toparse con ciertas personas de mala fama por las que sentia curiosidad y —aunque no acababa de reconocerlo porque era uno de los pocos anhelos para los que no tenia palabras— andaba en busca de una puerta abierta, de que alguien lo reconociera y le diera la bienvenida a un hogar que no era consciente de tener.
Al pasar ante las casas de color piedra andando, no en el coche de su madre, advirtio que en muchas de ellas no habia pintadas ni desechos y que algunas imitaban (o eso le parecio) el refinamiento de Pagford, con pulcras cortinas y adornos en los alfeizares. Esos detalles eran menos evidentes desde un vehiculo en movimiento, donde la mirada de Fats se veia irresistiblemente atraida por las ventanas tapiadas y la basura desparramada en los jardines. Las casas mas dignas no tenian interes para el. Lo atraian los sitios donde el caos o la anarquia fueran bien visibles, aunque solo se tratara de la pueril variedad de las pintadas con espray.
En algun lugar cerca de alli (no sabia exactamente donde) vivia Dane Tully. La familia Tully tenia muy mala fama. Los dos hermanos mayores y el padre pasaban largas temporadas en prision. Circulaba el rumor de que, la ultima vez que Dane se habia enzarzado en una pelea (con un chico de diecinueve anos, decian, de Cantermill), su padre lo habia escoltado hasta la cita y se habia quedado para enfrentarse a los hermanos mayores del rival de Dane. Luego, este se habia presentado en la escuela con cortes en la cara, un labio hinchado y un ojo morado. Todo el mundo coincidio en que habia hecho una de sus infrecuentes apariciones con la simple intencion de alardear de sus heridas de guerra.
Fats estaba casi convencido de que el habria actuado de otra manera. Darle importancia a lo que los demas pensaran de tu cara machacada no era nada autentico. A el le habria gustado participar en la pelea y luego seguir con su vida de siempre, y si alguien se enteraba seria porque lo habian visto por casualidad.
A Fats nunca le habian pegado, pese a que solia ofrecer motivo para ello. Ultimamente solia preguntarse que se sentiria en una pelea. Intuia que el estado de autenticidad que buscaba incluiria alguna clase de violencia, o al menos no la descartaria del todo. Estar dispuesto a pegar, y a que te pegaran, le parecia una forma de valentia a la que deberia aspirar. Nunca habia necesitado los punos: le habia bastado con la lengua; pero el Fats que estaba emergiendo empezaba a despreciar su propia elocuencia y a admirar la autentica brutalidad. Las navajas eran otro cantar, debian considerarse con mayor cautela. Comprarse una navaja y permitir que se supiera que la llevaba supondria una falta de autenticidad, una lamentable imitacion de tios como Dane Tully; se le encogia el estomago con solo pensarlo. Seria distinto si algun dia se encontraba con la necesidad de llevar navaja. No descartaba la posibilidad de que llegara ese dia, aunque la idea lo asustaba. Le daban miedo los objetos que penetraban en la carne, las agujas y los cuchillos. Era el unico que se habia desmayado cuando les pusieron la vacuna de la meningitis en el St. Thomas. Uno de los pocos metodos que Andrew habia descubierto para perturbarlo era destapar cerca de el la EpiPen, la jeringuilla de adrenalina que debia llevar siempre encima por su peligrosa alergia a los frutos secos. Fats se mareaba cuando Andrew la blandia y fingia pincharlo con ella.
Paseando sin un destino concreto, en cierto momento se encontro en Foley Road. Krystal Weedon vivia alli. Fats no sabia si ese dia habia ido al instituto, pero no tenia intencion de hacerle creer que habia acudido en su busca.
Habian quedado en verse la noche del viernes. Fats les habia dicho a sus padres que iria a casa de Andrew para hacer un trabajo para la clase de lengua. Krystal parecia comprender que iban a hacer, y parecia dispuesta a hacerlo. Hasta entonces, le habia permitido a Fats introducir dos dedos en su intimidad, caliente, firme y resbaladiza, ademas de sobarle los pechos calidos y turgentes tras desabrocharle el sujetador. Fats habia ido resueltamente en su busca durante el baile de Navidad de la escuela: la saco de la pista ante la incredula mirada de Andrew y los demas y se la llevo a la parte de atras del edificio. Krystal parecia casi tan sorprendida como los otros, pero, tal como Fats esperaba, apenas ofrecio resistencia. Su eleccion de Krystal habia sido deliberada; y tenia lista una respuesta guay y descarada para cuando llego el momento de enfrentarse a los abucheos y burlas de los colegas:
—Cuando uno quiere patatas fritas, no va a un puto bufet de ensaladas. —La analogia no ofrecia dudas, pero aun asi tuvo que explicarla—: Tios, vosotros seguid con vuestras pajas. Yo quiero follar.