Eso les habia borrado la sonrisa de la cara. Todos, Andrew incluido, tuvieron que tragarse las burlas y admirar el absoluto descaro con que Fats perseguia el objetivo, el unico y verdadero objetivo. Estaba claro que habia elegido la ruta mas directa para alcanzarlo y ninguno pudo discutirle su osado pragmatismo. Fats se percato de que hasta el ultimo de ellos se preguntaba por que no habia tenido los huevos de considerar ese medio para llegar al anhelado fin.
—Hazme un favor y no le menciones esto a mi madre, ?vale? —le habia murmurado a Krystal cuando cogian aire entre las largas y humedas exploraciones de la boca del otro y mientras los pulgares de Fats le frotaban una y otra vez los pezones.
Krystal solto una risita y lo beso con mayor impetu. No le pregunto por que la habia elegido a ella, no le pregunto nada; parecia muy ufana por las reacciones de los conocidos de ambos, tan distintos entre si, como si se jactara de la confusion provocada y hasta del asco que fingian sentir los amigos de Fats. Apenas habian cruzado palabra durante tres tandas mas de exploracion y experimentacion carnal. Fats se habia ocupado de organizarlas, pero ella habia estado mas disponible de lo habitual, dejandose ver en sitios donde el pudiese encontrarla con facilidad. La noche del viernes seria su primera cita fijada con antelacion. Fats habia comprado condones.
La perspectiva de llegar hasta el final guardaba alguna relacion con hacer novillos para ir a los Prados, aunque no habia pensado en la propia Krystal (o no en la que habia mas alla de sus esplendidos pechos y aquella vagina milagrosamente desprotegida) hasta que vio el rotulo de su calle.
Fats volvio sobre sus pasos, encendiendo otro pitillo. Leer «Foley Road» le habia dado la extrana sensacion de que aquel no era buen momento. Ese dia, los Prados parecian banales e inescrutables, y lo que el buscaba, lo que esperaba reconocer cuando lo encontrara, estaba hecho un ovillo en alguna parte, fuera de la vista. Por tanto, emprendio el camino de vuelta al instituto.
IV
Nadie contestaba al telefono. De vuelta en la Oficina de Proteccion de la Infancia, Kay llevaba casi dos horas marcando numeros una y otra vez, dejando mensajes y pidiendo que le devolvieran la llamada: al asistente de salud de los Weedon, al medico de cabecera, a la guarderia de Cantermill y la Clinica Bellchapel para Drogodependientes. Tenia el expediente de Terri Weedon, grueso y manoseado, abierto sobre el escritorio.
—Vuelve a drogarse, ?no? —dijo Alex, una de las companeras de trabajo de Kay—. Esta vez le van a dar la patada en Bellchapel y no la dejaran volver. Dice que le da panico que le quiten a Robbie, pero no se esfuerza lo suficiente para dejar el caballo.
—Es la tercera vez que pasa por Bellchapel —comento Una.
Basandose en lo que habia visto esa tarde, Kay pensaba que habia que revisar el caso, reunir a los profesionales asignados a las distintas parcelas de la vida de Terri Weedon. Fue apretando la tecla de rellamada al tiempo que se ocupaba de otras cuestiones, mientras en un rincon otro telefono no cesaba de sonar y el contestador automatico saltaba con un chasquido. En aquella oficina habia poco espacio, reinaba el desorden y olia a leche cortada, porque Alex y Una tenian la costumbre de vaciar sus tazas en la maceta de la yuca de aspecto anemico que habia en un rincon.
Las notas mas recientes de Mattie, ademas de incompletas, eran un caos, llenas de tachaduras y errores en las fechas. En el expediente faltaban varios documentos clave, entre ellos una carta enviada por la clinica de desintoxicacion dos semanas antes. Acabaria antes pidiendoles informacion a Alex y Una.
—La ultima revision del caso fue… —empezo a decir Alex mirando la yuca con el cejo fruncido— hace mas de un ano, calculo.
—Por lo visto, entonces pensaron que Robbie podia quedarse con ella —repuso Kay sujetando el auricular entre la oreja y el hombro, mientras buscaba las notas de la revision en la abultada carpeta, sin exito.
—No se trataba de que se quedara con ella o no, sino mas bien de si volvia a vivir con ella. Le habian asignado una madre de acogida porque a Terri un cliente le pego una paliza y acabo en el hospital. Cuando le dieron el alta y volvio a casa, se empeno en recuperar a Robbie. Volvio a ingresar en el programa de Bellchapel; estaba limpia y poniendo de su parte. Y su madre prometia que iba a ayudarla. De modo que al final consiguio que le devolvieran al nino, pero al cabo de unos meses estaba chutandose otra vez.
—Pero no es la madre de Terri quien la ayuda, ?no? —comento Kay; empezaba a dolerle la cabeza de intentar descifrar la enorme y descuidada letra de Mattie—. Es su abuela, la bisabuela de los ninos. Asi que debe de tener sus anos, y esta manana Terri me ha dado a entender que la mujer esta enferma. Asi que si actualmente Terri es la unica persona que cuida del pequeno…
—La hija tiene dieciseis anos —interrumpio Una—. Es ella quien mas se ocupa de Robbie.
—Bueno, pues no lo esta haciendo precisamente bien —repuso Kay—. El nino no estaba en muy buen estado cuando lo he visto esta manana.
Pero tambien era verdad que habia visto cosas mucho peores: cardenales y llagas, cortes y quemaduras, moretones negros como el betun, costras y piojos, bebes gateando en alfombras donde cagaba el perro, ninos arrastrandose con huesos rotos, e incluso (todavia sonaba con eso) uno al que su padrastro psicopata habia tenido cinco dias encerrado en un armario. Ese habia salido en los informativos nacionales. El peligro mas inmediato para Robbie eran aquellas pesadas cajas en la sala de estar, a las que habia intentado encaramarse al ver que asi atraia la atencion de Kay. Ella las habia dispuesto en dos pilas mas bajas antes de marcharse. A Terri no le habia gustado que tocara las cajas, y menos aun que le dijera que debia quitarle aquel panal asqueroso a Robbie. De hecho, Terri habia montado en colera, aunque aun estaba un poco ida, y le habia dicho que se largara de alli y no se le ocurriera volver.
Le sono el movil. Era la asistente de toxicomanos que supervisaba a Terri.
—Llevo dias tratando de localizarla —le solto la mujer de mala manera.
A Kay le costo hacerle entender que ella no era Mattie, pero eso no redujo gran cosa la hostilidad de la mujer.
—Si, aun la atendemos, pero la semana pasada dio positivo. Si vuelve a drogarse, se acabo. Ahora mismo tenemos a veinte personas que podrian ocupar su sitio y quiza sacarle algun provecho. Esta es la tercera vez que intenta seguir nuestro programa.
Kay no le menciono que Terri se habia pinchado esa misma manana. Luego tomo nota de todos los detalles sobre su falta de progresos en la clinica para toxicomanos.
—?Teneis paracetamol? —les pregunto a Una y a Alex despues de colgar.
Se tomo el analgesico con te tibio, ya sin energias para ir hasta el dispensador de agua del pasillo. El ambiente de la oficina estaba cargado, con el radiador a tope. Al languidecer el dia al otro lado de la ventana, la luz fluorescente que incidia en su escritorio cobro intensidad y volvio sus papeles de un reluciente blanco amarillento; un hervidero de palabras negras como hormigas marchaban en filas interminables.
—Ya vereis como cierran la Bellchapel —comento Una, que trabajaba en su PC dandole la espalda a Kay—. Tienen que hacer recortes. El municipio financia una de las trabajadoras sociales para toxicomanos. El propietario del edificio es el Concejo Parroquial de Pagford. He oido que planean remodelarlo para alquilarselo a alguien que pague mejor. Hace anos que se la tienen jurada a esa clinica.
A Kay le palpitaban las sienes. Oir el nombre del pueblo que era su nuevo hogar le provoco tristeza. Sin pararse a pensarlo, hizo lo que se habia prometido no hacer cuando el no la habia llamado la noche anterior: cogio el movil y tecleo el numero de la oficina de Gavin.
—Edward Collins y Asociados —contesto una mujer al tercer timbrazo. En el sector privado, donde el dinero podia depender de ello, si contestaban las llamadas.
—Con Gavin Hughes, por favor —pidio Kay, mirando fijamente el expediente de Terri.
—?De parte de quien?
—Kay Bawden.
No alzo la vista; no queria encontrarse con las miradas de Alex o Una. La pausa le parecio interminable.
(Se habian conocido en Londres, en la fiesta de cumpleanos del hermano de Gavin. Kay no conocia a nadie, excepto a la amiga que la habia arrastrado hasta alli para sentirse respaldada. Gavin acababa de romper con Lisa; estaba un poco borracho, pero le parecio decente, formal y convencional, en absoluto la clase de