—?Como te atreves a responderme asi? ?Como te atreves a saltarte clases?

Colin siguio soltando alaridos, y Tessa tuvo que parpadear para despejarse la vista al tomar el desvio de Pagford, para luego llegar a la plaza y pasar frente a Mollison y Lowe, el monumento a los caidos y el Black Canon. En St. Michael and All Saints giro a la izquierda para recorrer Church Row y acceder, por fin, al sendero de entrada de su casa. Colin ya se habia quedado con un ronco hilo de voz de tanto gritar y ella tenia las mejillas brillantes y saladas.

Cuando todos se apearon, Fats, cuya expresion no habia cambiado un apice durante la larga diatriba paterna, abrio la puerta principal con su propia llave y procedio a subir las escaleras con paso tranquilo y sin mirar atras.

Colin arrojo el maletin al suelo del vestibulo en penumbra y se encaro con Tessa.

—??Lo has visto?! —exclamo, haciendo aspavientos con sus largos brazos—. ?Has visto con que ingrato tengo que vermelas?

—Si —contesto ella, cogiendo un punado de panuelos de la caja de la mesita del vestibulo para secarse la cara y sonarse la nariz—. Lo he visto.

—?Ni se le ha ocurrido pensar en lo que estamos pasando! —Y Colin prorrumpio en aparatosos y asperos sollozos, como un nino con difteria.

Tessa se apresuro a rodearlo con los brazos, un poco por encima de la cintura, pues con lo baja y rechoncha que era no llegaba mas arriba. Colin se inclino para abrazarse a su mujer, que lo sintio temblar y noto su respiracion entrecortada a traves del abrigo.

Al cabo de unos minutos, se separo suavemente de el, lo condujo hasta la cocina y preparo una tetera.

—Voy a llevar un guiso a casa de Mary —dijo, cuando ya llevaba un rato sentada, acariciandole la mano—. Tiene a media familia ahi. Cuando vuelva, nos acostaremos temprano.

Colin asintio con la cabeza y sorbio por la nariz, y Tessa lo beso en la sien antes de dirigirse al congelador. Cuando volvio, cargada con el pesado y helado guiso envuelto en una bolsa de plastico, su marido seguia sentado a la mesa, con la taza entre sus grandes manos y los ojos cerrados.

Dejo el guiso en el suelo junto a la puerta de entrada y se puso la rebeca verde de punto grueso que solia usar en lugar de chaqueta, pero no se calzo los zapatos. Lo que hizo fue subir de puntillas al rellano y entonces, tomandose menos molestias en no hacer ruido, recorrio el segundo tramo que llevaba a la buhardilla.

Cuando se aproximaba a la puerta, percibio un estallido de actividad como de ratas desenfrenadas. Llamo con los nudillos, dandole tiempo a Fats para ocultar lo que fuera que anduviese buscando en internet o, quiza, los cigarrillos de los que no sabia que ella estaba al corriente.

—?Si?

Tessa abrio la puerta. Su hijo estaba agachado, con gesto teatral, ante la mochila del colegio. Ella fue al grano.

—?Tenias que hacer novillos precisamente hoy?

El nervudo muchacho se irguio en toda su estatura, mucho mas alto que su madre.

—He estado en la clase, aunque he llegado tarde. Bennett ni se ha dado cuenta de mi presencia. Es un inutil.

—Stuart, por favor. ?Por favor!

A veces tambien sentia el impulso de gritarles a los ninos en el colegio. De buena gana le habria espetado: «Tienes que aceptar la realidad de las demas personas. Crees que la realidad es algo con lo que se puede negociar, quieres que nosotros creamos que es como tu aseguras que es. Pero has de aceptar que somos tan reales como tu; debes aceptar que no eres Dios.»

—Tu padre esta muy afectado, Stu. Por lo de Barry. ?No puedes entenderlo?

—Si.

—Me refiero a que para ti seria como si se muriera Arf.

Fats no respondio, y tampoco cambio mucho su expresion, pero Tessa capto su desden, sus ganas de reirse.

—Se que piensas que tu y Arf sois muy distintos de tu padre y Barry…

—No —replico Fats, pero ella supo que solo lo decia para acabar con la conversacion.

—Ahora voy a llevar un poco de comida a casa de Mary. Te lo ruego, Stuart, no le des ningun disgusto mas a tu padre en mi ausencia. Por favor, Stu.

—Vale —repuso el medio riendo, medio encogiendose de hombros.

Tessa advirtio que su atencion descendia en picado, cual golondrina, de vuelta a sus propios asuntos, antes incluso de que ella hubiese cerrado la puerta.

VI

El viento despiadado se llevo consigo las pesadas nubes de la tarde y, a la puesta de sol, dejo de soplar. Tres casas mas alla de la de los Wall, Samantha Mollison estaba sentada ante su reflejo en el espejo del tocador, iluminado por una lampara, pensando que el silencio y la quietud eran deprimentes.

Llevaba un par de dias decepcionantes. No habia vendido practicamente nada. El representante de Champetre habia resultado ser un tipo con cara de bulldog, modales bruscos y una bolsa de viaje llena de feos sujetadores. Por lo visto reservaba su encanto para los preliminares, pues en persona no se anduvo con tonterias y fue al grano, dandoselas de autoridad para criticar el genero de la pequena tienda de Samantha e insistirle en que le hiciera un pedido. Ella habia imaginado a alguien mas joven, alto y sexy, asi que tuvo ganas de ponerlos de patitas en la calle en el acto, a el y a su muestrario de chabacana ropa interior.

A la hora de comer habia comprado una tarjeta de «nuestro mas sincero pesame» para Mary Fairbrother, pero no se le ocurria que escribir, porque despues de aquel trayecto de pesadilla que habian hecho todos hasta el hospital, una simple firma no parecia suficiente. Nunca habian tenido una relacion estrecha. En un sitio tan pequeno como Pagford uno se tropezaba continuamente con todo el mundo, pero Miles y ella no habian conocido bien a Barry y Mary. En realidad, podia decirse que estaban en bandos opuestos, ya que Howard y Barry siempre andaban enzarzados en alguna disputa sobre los Prados… aunque la verdad era que a ella le importaba un bledo como acabara la cosa. Se consideraba por encima de asuntos tan insignificantes como la politica local.

Cansada, de mal humor e hinchada tras una jornada de picar indiscriminadamente, deseo que no tuvieran que ir a cenar a casa de sus suegros. Mirandose en el espejo, se apoyo las palmas a ambos lados de la cara y estiro suavemente la piel hacia las orejas. Milimetro a milimetro, aparecio una Samantha mas joven. Moviendo despacio la cara de un lado a otro, examino la tensa mascara. Mejor, mucho mejor. Se pregunto cuanto costaria, si le doleria, si se atreveria. Trato de imaginar que diria su suegra si aparecia con una cara tersa y nueva. Shirley y Howard, como Shirley no se cansaba de recordarles, ayudaban a pagar la educacion de sus nietas.

Miles entro en el dormitorio; Samantha se solto la cara, cogio el tapaojeras y echo la cabeza un poco hacia atras, como hacia siempre que se aplicaba maquillaje: asi tensaba la piel un poco caida de la mandibula y reducia las bolsas bajo los ojos. Tenia unas arruguitas finas como agujas en el contorno de los labios. Habia leido que podian rellenarse con un compuesto sintetico inyectable. Se pregunto si se notaria mucho la diferencia; sin duda seria mas barato que un estiramiento facial, y a lo mejor Shirley no se daria cuenta. En el espejo, por encima del hombro, vio a Miles quitarse la corbata y la camisa, con el vientre asomando sobre los pantalones.

—?No te reunias hoy con alguien? ?Con un representante? —pregunto. Se rasco distraidamente el velludo ombligo mientras estudiaba el interior del armario.

—Si, pero ha sido un desastre. Su muestrario era una porqueria.

A Miles le gustaba lo que ella hacia; habia crecido en una casa donde la venta al por menor era el unico negocio que importaba de verdad, y nunca habia perdido el respeto por el comercio que Howard le habia inculcado. Ademas, el ramo que tocaba Samantha le ofrecia todas las oportunidades del mundo para bromear, y para otras formas menos sutilmente disimuladas de satisfaccion personal. Miles nunca parecia cansarse de las mismas ocurrencias graciosas o las mismas alusiones picaras.

—?No se adaptaban bien? —quiso saber, dandoselas de entendido.

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