avariciosa, como Danielle, que ahora andaba hurgando entre las posesiones de la abuelita Cath, tratando de ocultarles su muerte a los demas.

Habia una colilla bastante larga sobre un plato grasiento; Terri la limpio un poco frotandola contra la camiseta y la encendio en el fogon. Le parecio oir su propia voz a los once anos: «Ojala fueras mi mami.»

No queria recordar. Se apoyo contra el fregadero, fumando, y trato de mirar hacia el futuro, de imaginar el inminente enfrentamiento entre sus dos hermanas mayores. Cheryl y Shane sabian como usar los punos, y no hacia mucho Shane habia metido unos trapos ardiendo en el buzon de la puerta de un desgraciado; habia acabado cumpliendo condena por ello, y aun estaria a la sombra de no ser porque la casa estaba vacia en aquel momento. Pero Danielle contaba con armas de las que Cheryl carecia: dinero, una casa en propiedad y un telefono fijo. Tenia conocidos en cargos oficiales y sabia como dirigirse a ellos. Era de esas personas que tienen llaves de repuesto y andan revolviendo papeles misteriosos.

No obstante, y pese a sus armas, Terri dudaba que Danielle se quedara con la casa. No estaban solo ellas tres; la abuelita Cath tenia montones de nietos y bisnietos. Despues de que Terri quedara bajo la tutela de Proteccion de Menores, su padre habia tenido mas hijos. Cheryl calculaba que eran nueve en total, de cinco madres distintas. Terri nunca habia conocido a sus hermanastros, pero Krystal le habia contado que la abuelita los veia.

—?Ah, si? —habia contestado Terri—. Pues espero que le roben hasta las bragas a esa vieja puta estupida.

Conque veia al resto de la familia… pues no eran precisamente angelitos, por lo que habia oido Terri. Era solo con ella, en otro tiempo Terri-Baby, con quien la abuelita Cath habia roto toda relacion.

Cuando no iba chutada, los pensamientos y los recuerdos malos surgian de la oscuridad en su interior, como moscardones negros que se le aferraban a las paredes del craneo, zumbando.

«Ojala fueras mi mami.»

Terri llevaba una camiseta de tirantes que le dejaba al descubierto la piel quemada del brazo, el cuello y la parte superior de la espalda, formando pliegues y arrugas antinaturales, como de helado fundido. A los once anos habia pasado seis meses en la unidad de quemados del South West General.

(—?Como te hiciste eso, carino? —le pregunto la madre de la nina de la cama contigua.

Su padre le habia arrojado una sarten con aceite hirviendo y su camiseta de The Human League habia prendido fuego.

—Un accidente —murmuro Terri.

Le habia dicho lo mismo a todo el mundo, incluidas la asistente social y las enfermeras. Antes que delatar a su padre habria preferido quemarse viva.

Su madre se habia ido al poco de cumplir Terri once anos, dejando a sus tres hijas. Danielle y Cheryl se mudaron a casa de la familia de sus novios en cuestion de dias. Solo Terri quedo atras, tratando de hacerle patatas fritas a su padre, aferrada a la esperanza de que su madre volveria. Incluso durante la agonia y el terror de aquellos primeros dias en el hospital, se alegraba de lo ocurrido, porque estaba segura de que su madre, cuando se enterara, volveria a buscarla. Cada vez que habia movimiento al fondo de la sala, a Terri le daba un vuelco el corazon.

Pero, en aquellas seis largas semanas de dolor y soledad, la unica visitante fue la abuelita Cath. Pasaba las tardes sentada junto a su nieta, recordandole que les diera las gracias a las enfermeras, muy seria y estricta, pero irradiando una inaudita ternura.

Le regalo una muneca barata de plastico, con un reluciente impermeable negro, pero cuando Terri se lo quito, no llevaba nada debajo.

—No lleva bragas, abuelita.

Y la anciana habia soltado una risita. La abuelita Cath nunca reia.

«Ojala fueras mi mami.» Terri queria irse a vivir con ella. Se lo pidio y la abuelita dijo que si. A veces, Terri pensaba que aquellas semanas en el hospital habian sido las mas felices de su vida, a pesar del dolor. Se sentia segura y la gente era amable con ella, la cuidaban. Y creia que al salir iria a casa de la abuelita Cath, la casa de los preciosos visillos, y no tendria que volver con su padre; no tendria que volver a la habitacion cuya puerta se abria en plena noche, dando un golpetazo contra el poster de David Essex que Cheryl habia dejado, para revelar a su padre con la mano en la bragueta, acercandose a la cama desde donde ella le suplicaba que no lo hiciera…)

La Terri adulta tiro la colilla humeante al suelo de la cocina y se dirigio a la puerta. Necesitaba algo mas que nicotina. Cruzo el jardin, salio a la calle y camino en la misma direccion que Cheryl. Con el rabillo del ojo vio a dos vecinos que charlaban en la acera y la miraban al pasar. «?Quereis una puta foto o que? Os durara mas.» Terri sabia que era objeto constante de cotilleos, sabia que decian de ella; a veces se lo decian a gritos. La bruja presumida de la puerta de al lado andaba siempre quejandose al concejo parroquial del lamentable estado del jardin de Terri. «Que os jodan, que os jodan, que os jodan…»

Echo a correr, tratando de dejar atras los recuerdos.

«Ni siquiera sabes quien es el padre, ?verdad, zorra? No quiero saber nada mas de ti, me lavo las manos. Ya estoy harta, Terri, harta.»

Esa fue la ultima vez que hablaron, y la abuelita Cath la habia llamado eso que la llamaban todos los demas, y Terri habia respondido con tono parecido.

«Que te jodan, vieja desgraciada, que te jodan.»

Nunca le habia dicho: «Me fallaste, abuelita.» Nunca le habia dicho: «?Por que no dejaste que me quedara contigo?» Nunca le habia dicho: «Te queria mas que a nadie en el mundo, abuelita.»

Esperaba que Obbo hubiese vuelto. En teoria volvia ese dia; ese o el siguiente. Necesitaba un poco de droga. La necesitaba mas que nunca.

—Que pasa, Terri.

—?Has visto a Obbo? —le pregunto al chico que fumaba y bebia apoyado contra la fachada de la tienda de licores.

Tenia la sensacion de que las cicatrices de la espalda le ardian de nuevo.

El chico nego con la cabeza, mascando chicle y mirandola con lascivia. Terri siguio adelante. Molestas imagenes de la asistente social, de Krystal, de Robbie: mas moscardones en su cabeza, pero eran como los vecinos que la miraban, meros jueces: no comprendian la terrible urgencia de su ansia.

(La abuelita Cath la habia ido a buscar al hospital para llevarsela a su casa, y la habia instalado en el dormitorio de invitados. Terri nunca habia dormido en una habitacion tan limpia y tan bonita. Cada una de las tres noches que habia pasado alli, se habia sentado en la cama despues de que la abuelita le hubiese dado un beso y reordenado los adornos que habia a su lado sobre el alfeizar de la ventana. Un ramito de tintineantes flores de cristal en un jarron, un pisapapeles de plastico rosa con una concha y un caballo de ceramica con una sonrisita tonta en la cara, su favorito.

—Me gustan los caballos —le habia dicho a la abuelita.

Antes de que su madre se fuera, habian hecho una visita a la feria agricola con el colegio. Toda la clase contemplo un gigantesco percheron negro completamente enjaezado, pero Terri fue la unica que se atrevio a acariciarlo. El olor la embriago y se abrazo a la pata del animal, una columna que reposaba sobre un enorme casco cubierto de pelo blanco, sintiendo la carne viva bajo el pelaje, mientras la profesora exclamaba: «?Cuidado, Terri, cuidado!», y el anciano que estaba con el caballo le sonreia y decia que no pasaba nada, que Samson no le haria dano a una ninita preciosa como ella.

El caballo de ceramica era de otro color: amarillo, con la crin y la cola negras.

—Te lo puedes quedar —le habia dicho la abuelita, y Terri fue presa del extasis mas absoluto.

Pero la manana del cuarto dia aparecio su padre.

—Te vienes a casa conmigo —dijo, y su expresion la aterro—. No vas a quedarte con esta vieja chivata de los cojones. Ni en broma, zorra.

La abuelita Cath estaba tan asustada como Terri.

—Mikey, no… —gimoteaba una y otra vez.

Varios vecinos espiaban desde sus ventanas. La abuelita agarraba a Terri de un brazo y su padre del otro.

—?Te vienes a casa conmigo!

Su padre le puso un ojo morado a la abuelita. Se llevo a rastras a Terri y la metio en el coche. Cuando

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