—?Sabes una cosa? —siguio Mary—. Me encantaria pensar que, este donde este, se preocupa por nosotros, por mi y por los chicos. Pero lo dudo. Apuesto a que quien mas le preocupa es Krystal Weedon. ?Sabes que me diria si estuviera aqui?
Mary apuro la copa. Gavin no creia habersela preparado muy fuerte de ginebra, pero vio que tenia las mejillas muy sonrosadas.
—No —contesto con cautela.
—Me diria que yo tengo apoyo —dijo Mary, y Gavin, para su asombro, capto ira en aquella voz que siempre le habia parecido tan dulce—. Si, probablemente diria: «Tu tienes a toda la familia, a nuestros amigos y a los chicos para ofrecerte consuelo, pero Krystal… —su tono se volvia mas estridente—, Krystal no tiene a nadie que la cuide.» ?Sabes a que dedico el dia de nuestro aniversario de boda?
—No —repitio Gavin.
—A escribir un articulo sobre Krystal para el periodico. Sobre Krystal y los Prados. Los puneteros Prados. Ojala no vuelvan a mencionarmelos nunca, ya ira siendo hora. Quiero otra ginebra. Deberia beber mas a menudo.
Gavin cogio su vaso y volvio al armario de las bebidas, perplejo. Siempre habia considerado absolutamente perfecto el matrimonio de Barry. Nunca se le habia pasado por la cabeza que Mary pudiese no apoyar al cien por cien cada empresa y cruzada en que se embarcaba su eternamente ocupado marido.
—Entrenamientos de remo por las tardes, salidas los fines de semana para llevarlas a las regatas — continuo Mary sobre el tintineo de los cubitos que Gavin le ponia en el vaso—, y se pasaba muchas noches al ordenador, tratando de conseguir gente que lo apoyara con lo de los Prados, anadiendo cosas al orden del dia para las reuniones del concejo. Y todos decian siempre: «Que maravilloso es Barry, que bien lo hace todo, siempre se ofrece voluntario; que comprometido esta con la comunidad.» —Tomo un buen trago del segundo gin- tonic—. Si, maravilloso. Absolutamente maravilloso. Hasta que eso lo mato. Todo el dia de nuestro aniversario de boda estuvo tratando de cumplir con la entrega de ese estupido articulo. Ni siquiera lo han publicado todavia.
Gavin no podia dejar de mirarla. La rabia y el alcohol habian devuelto el color a su rostro. Estaba sentada muy erguida, no encorvada y acobardada como la veia ultimamente.
—Fue eso lo que lo mato —declaro entonces, y su voz reverbero un poco en la cocina—. Se lo dio todo a todos. Excepto a mi.
Desde el funeral de Barry, Gavin habia pensado varias veces, con una profunda sensacion de ineptitud, en el insignificante vacio que el dejaria atras en su comunidad, en comparacion con su amigo, el dia que muriese. Mirando a Mary, se pregunto si no seria mejor dejar un enorme hueco en el corazon de una persona. ?No habia comprendido Barry como se sentia Mary? ?No habia comprendido la suerte que tenia?
La puerta de entrada se abrio con estrepito, y Gavin oyo entrar a los cuatro chicos: voces, pisadas y trajin de zapatos y mochilas.
—Hola, Gav —saludo Fergus, el mayor, y beso a su madre en la coronilla—. Mama, ?estas bebiendo a estas horas?
—Es culpa mia —intervino Gavin—. Asumo toda la responsabilidad.
Que buenos chicos eran los Fairbrother. A Gavin le gustaba como le hablaban a su madre, como la abrazaban; la forma en que charlaban unos con otros y con el. Eran abiertos, educados y simpaticos. Penso en Gaia, en sus maliciosos comentarios, en sus silencios como cortantes trozos de cristal, en los bufidos que le soltaba.
—Gav, ni siquiera hemos hablado del seguro —dijo Mary, mientras los chicos iban de aqui para alla en la cocina, buscando bebidas y algun tentempie.
—No importa —respondio el sin pensar, y se apresuro a corregirse—. ?Vamos a la sala de estar o…?
—Si, vamos.
Mary se tambaleo un poco al bajar del taburete, y el volvio a asirla del brazo.
—?Te quedas a cenar, Gav? —quiso saber Fergus.
—Quedate si quieres —dijo Mary.
El sintio que lo invadia una oleada de calidez.
—Me encantaria —contesto—. Gracias.
IV
—Que pena —dijo Howard Mollison meciendose ligeramente sobre las puntas de los pies, de cara a la repisa de la chimenea—. Una pena, desde luego.
Maureen acababa de contarle con pelos y senales la muerte de Catherine Weedon; se habia enterado de todo esa tarde a traves de su amiga Karen, la recepcionista, incluida la queja presentada por la nieta de la fallecida. Una expresion de satisfecho reproche le arrugaba la cara; Samantha, que estaba de muy mal humor, penso que parecia un cacahuete. Miles se limitaba a soltar las convencionales exclamaciones de sorpresa y lastima, pero Shirley miraba el techo con expresion impasible; detestaba que Maureen tuviera el papel protagonista con una noticia que deberia haber oido ella primero.
—Mi madre conocia a la familia desde hacia mucho —le conto Howard a Samantha, que ya lo sabia—. Eran vecinas en Hope Street. Cath era buena persona, a su manera. La casa estaba siempre impecable, y trabajo hasta pasados los sesenta. Oh, si, Cath Weedon era trabajadora como la que mas, con independencia de como haya acabado el resto de la familia. —Howard disfrutaba reconociendo meritos cuando tocaba—. El marido se quedo en paro cuando cerraron la fundicion. No, la pobre Cath no lo tuvo siempre facil, claro que no.
A Samantha le estaba costando mucho mostrar interes, pero por suerte Maureen interrumpio a Howard.
—?Y el periodico la ha tomado con la doctora Jawanda! —grito—. Imaginaos como debe de sentirse, ahora que los del
Shirley se levanto y salio de la habitacion, con el delantal puesto. Samantha tomo otro trago de vino, sonriendo.
—A ver, pensemos —dijo Howard. Presumia de conocer a casi todo el mundo en Pagford, pero las ultimas generaciones de Weedon pertenecian mas a Yarvil—. No puede ser una hija, porque Cath tuvo cuatro varones. Sera una nieta, supongo.
—Y quiere que se lleve a cabo una investigacion —anadio Maureen—. Bueno, la cosa tenia que acabar asi. Era cuestion de tiempo. Lo que me sorprende es que haya tardado tanto. La doctora Jawanda se nego a darle antibioticos al crio de los Hubbard, y acabo hospitalizado con un ataque de asma. ?Sabes donde se formo esa mujer, si en la India o…?
Shirley, que escuchaba desde la cocina mientras removia la salsa, se sintio irritada, como le pasaba siempre, por la forma en que Maureen monopolizaba la conversacion, o eso al menos le parecia. Resuelta a no volver hasta que Maureen hubiese acabado, se dirigio al estudio a comprobar si alguien se habia excusado de asistir a la siguiente reunion del concejo parroquial; en su papel de secretaria, ya estaba redactando el orden del dia.
—?Howard, Miles…! ?Venid a ver esto!
La voz de Shirley, habitualmente dulce y aflautada, sono estridente.
Howard salio bamboleante de la sala de estar, seguido por Miles, aun con el traje que habia llevado todo el dia en la oficina. Los ojos de Maureen, enrojecidos, con parpados caidos y kilos de rimel, se clavaron en el umbral desierto como los de un sabueso; sus ansias de saber que habia encontrado Shirley eran casi palpables. Sus dedos de nudillos descarnados y cubiertos de piel translucida y moteada, como de leopardo, empezaron a deslizar el crucifijo y la alianza por la cadena que llevaba al cuello. A Samantha, las profundas arrugas que descendian de las comisuras de la boca de Maureen siempre le recordaban a un muneco de ventrilocuo.
«?Por que te pasas la vida aqui? —le pregunto mentalmente Samantha—. Por sola que me sintiera, jamas seria el perrito faldero de Howard y Shirley como tu.»
Samantha sintio una arcada de repugnancia. Tuvo ganas de coger aquella habitacion demasiado caldeada