y estrujarla hasta que la porcelana, la chimenea de gas y las fotografias con marco dorado de Miles se hicieran pedazos; y entonces, con la marchita y pintarrajeada Maureen chillando en su interior, arrojarla, cual lanzadora de pesos celestial, hacia el sol poniente. La habitacion aplastada con la vieja arpia dentro volo en su imaginacion por el cielo para hundirse en un oceano sin fondo, dejandola a ella sola en la infinita quietud del universo.
Samantha habia pasado una tarde terrible. Habia tenido otra aterradora conversacion con su contable; no recordaba gran cosa del trayecto de vuelta a casa desde Yarvil. Le habria gustado descargarlo todo en Miles pero, despues de dejar el maletin y quitarse la corbata, el pregunto:
—Todavia no has empezado a preparar la cena, ?verdad? —Hizo ademan de olisquear el aire, y contesto a su propia pregunta—: No, no has empezado. Bueno, pues ya va bien, porque mis padres nos han invitado a cenar. —Y antes de que ella protestara, anadio—: No tiene nada que ver con el concejo. Es para hablar de la organizacion de los sesenta y cinco anos de papa.
La rabia fue casi un alivio para Samantha, pues eclipso su ansiedad y sus temores. Habia seguido a Miles hasta el coche regodeandose en su sensacion de mujer maltratada. Cuando el le pregunto por fin, en la esquina de Evertree Crescent: «?Como te ha ido el dia?», ella contesto: «De punetera maravilla.»
—Me pregunto que estara pasando —dijo Maureen, rompiendo el silencio en la sala.
Samantha se encogio de hombros. Tipico de Shirley, lo de llamar a los hombres y dejar a las mujeres a la expectativa; Samantha no estaba dispuesta a darle a su suegra la satisfaccion de mostrar interes.
Las pisadas elefantinas de Howard hicieron crujir el parquet bajo la alfombra del pasillo. Maureen boqueaba de pura expectacion.
—Bueno, bueno, bueno —resollo Howard, entrando pesadamente en la habitacion.
—Estaba comprobando la pagina del concejo —explico Shirley detras de el y un poco jadeante—, por si alguien no podia asistir a la proxima reunion…
—Alguien ha colgado acusaciones contra Simon Price —informo Miles a Samantha, adelantandose a sus padres en el papel de locutor.
—?Que clase de acusaciones? —quiso saber ella.
—Lo culpan de aceptar bienes robados —intervino Howard, reclamando para si el protagonismo— y de estafar a sus jefes en la imprenta.
A Samantha le alegro comprobar que se quedaba impasible. Solo tenia una idea muy remota de quien era Simon Price.
—Ha firmado con pseudonimo —continuo Howard—, y no con uno de muy buen gusto, la verdad.
—?Que es, una groseria? —pregunto Samantha—. ?La Gran Polla o algo asi?
La carcajada de Howard resono en la habitacion. Maureen solto un afectado chillido de espanto, pero Miles fruncio el entrecejo y Shirley echaba fuego por los ojos.
—No es eso exactamente, Sammy —dijo Howard—. No, se hace llamar El Fantasma de Barry Fairbrother.
—Ah —repuso Samantha, y su sonrisa se evaporo.
Eso no le gustaba. Al fin y al cabo, ella iba en la ambulancia cuando le habian puesto todos aquellos tubos y agujas al cuerpo inerte de Barry; lo habia visto moribundo con la mascarilla; habia visto a Mary aferrada a su mano, habia oido sus gemidos y sollozos.
—Oh, no, no tiene ninguna gracia —intervino Maureen, aunque su voz de rana revelo que aquello le encantaba—. Que desagradable, lo de hablar en nombre de los muertos, faltandoles al respeto de esa manera. No esta bien.
—No —admitio Howard. Distraidamente, cruzo la habitacion, cogio la botella de vino y volvio junto a Samantha para llenarle la copa vacia—. Pero por lo visto hay alguien a quien no le importa el buen gusto, si se trata de eliminar de la campana a Simon Price.
—Si piensas lo que creo que estas pensando, papa —intervino Miles—, ?no habria ido a por mi en lugar de a por Price?
—?Y como sabes que no lo ha hecho ya?
—?Que quieres decir? —se apresuro a preguntar Miles.
—Quiero decir —repuso Howard, encantado de ser el blanco de todas las miradas— que hace un par de semanas recibi una carta anonima que hablaba de ti. No decia nada especifico, solo que no le llegabas a la suela del zapato a Fairbrother. Me sorprenderia mucho que esa carta no viniera de la misma fuente que el anuncio en la web. En ambos se hace mencion de Fairbrother, ?comprendeis?
Samantha se llevo la copa a los labios con demasiado entusiasmo y un poco de vino se le derramo en dos hilillos hacia la barbilla, exactamente por donde sus propias arrugas de ventrilocuo aparecerian con el tiempo. Se limpio la cara con la manga.
—?Donde esta esa carta? —quiso saber Miles, tratando de no parecer inquieto.
—La meti en la trituradora. Era anonima, no contaba.
—No queriamos preocuparte, carino —intervino Shirley, y le dio unas palmaditas en el brazo.
—De todas formas, no tienen nada contra ti —anadio Howard para tranquilizar a su hijo—, o habrian sacado a la luz los trapos sucios, como han hecho con Price.
—La mujer de Simon Price es una chica encantadora —comento Shirley con ligero pesar—. Si es cierto que el anda metido en chanchullos, seguro que Ruth no sabe nada. Es amiga mia del hospital —anadio, dirigiendose a Maureen—. Es enfermera.
—No seria la primera esposa que no ve lo que esta pasando ante sus narices —dijo Maureen, demostrando que, como si fueran naipes, la sabiduria mundana triunfa sobre la informacion privilegiada.
—Usar el nombre de Barry Fairbrother me parece el descaro mas absoluto —comento Shirley, fingiendo no haber oido a Maureen—. El que lo ha hecho no ha pensado ni un momento en su viuda, en su familia. Solo le importan sus prioridades, sacrificaria lo que fuera por ellas.
—Demuestra a que nos enfrentamos —dijo Howard. Se rasco bajo la barriga, pensativo—. Estrategicamente hablando, es una jugada astuta. Desde el principio supe que Price iba a dividir el voto de los defensores de los Prados. La Pelmaza no tiene un pelo de tonta; tambien lo ha advertido, y quiere que abandone.
—Pero a lo mejor no tiene nada que ver con Parminder y los suyos —especulo Samantha—. Puede ser de alguien a quien no conocemos, alguien que quiera ajustar cuentas con Simon Price.
—Ay, Sam —repuso Shirley con una risa cristalina, negando con la cabeza—. Se nota que la politica es algo nuevo para ti.
«Vete a la mierda, Shirley.»
—Vale, y entonces, ?por que han usado el nombre de Barry Fairbrother? —pregunto Miles, encarandose con su mujer.
—Bueno, esta en la web, ?no? Es su plaza la que esta vacante.
—?Y quien va a andar buscando esa clase de informacion en la web del concejo? No —anadio el con seriedad—, es alguien de dentro.
Alguien de dentro… Libby le habia contado una vez a Samantha que dentro de una gota de agua de charca podia haber miles de especies microscopicas. Samantha se dijo que eran todos absolutamente ridiculos, alli sentados ante los platos conmemorativos de Shirley como si estuvieran en la sala del gabinete de Downing Street, como si unos cuantos chismes en la pagina web de un concejo parroquial constituyeran una campana organizada, como si todo aquello tuviese la mas minima importancia.
Asi pues, con actitud desafiante, Samantha dejo de prestarles atencion. Clavo la vista en la ventana y el despejado cielo del anochecer, y penso en Jake, el chico musculoso del grupo musical favorito de Libby. A la hora del almuerzo, Samantha habia salido en busca de unos bocadillos, y volvio con una revista de musica en la que venia una entrevista a Jake y su grupo. Habia montones de fotos.
—Es para Libby —le dijo a su ayudante en la tienda.
—Hala, vaya tio. No lo echaria de mi cama aunque me la llenara de migas —comento Carly senalando a Jake, desnudo de cintura para arriba, con la cabeza hacia atras, revelando aquel cuello grueso y fuerte—. Oh, mira, pero si solo tiene veintiun anos. No soy una asaltacunas.
Carly tenia veintiseis. Samantha no se molesto en calcular cuantos anos le llevaba ella a Jake. Se habia comido el bocadillo, habia leido la entrevista y estudiado las fotos. Jake con las manos apoyadas en una barra sobre la cabeza, los biceps abultados bajo una camiseta negra; Jake con una camisa blanca abierta, los musculos