?Habria tocado el a esa chica?
Colin habia respondido que el instituto no podia proporcionar ninguna informacion sobre una alumna y que tendria que acceder a Krystal a traves de sus padres.
—Ya he hablado con Krystal —repuso ella—. Solo queria contar con su opinion sobre…
Pero Colin habia colgado, y el terror habia arrasado con todo.
?Por que querian hablar sobre Krystal? ?Por que lo llamaban a el? ?Habia hecho algo? ?Habria tocado a esa chica? ?Se habria quejado ella?
El psicologo le habia ensenado a no intentar confirmar ni desmentir esa clase de pensamientos. Se suponia que debia reconocer su existencia y luego seguir comportandose normalmente, pero era como evitar rascarse cuando se tenia un persistente picor. El hecho de que los trapos sucios de Simon Price hubiesen salido a la luz en la pagina web del consejo lo habia dejado pasmado: el terror de verse expuesto, que habia desempenado un papel tan predominante en la vida de Colin, ya tenia cara, y sus facciones eran las de un querubin avejentado, con una mente demoniaca que bullia bajo aquella gorra de cazador encasquetada sobre unos rizos canosos y tras unos ojos inquisitivos y saltones. Colin se acordaba muy bien de las historias de Barry sobre la formidable mente estrategica del dueno de la tienda de delicatessen, y sobre la intrincada marana de alianzas que rodeaba a los dieciseis miembros del Concejo Parroquial de Pagford.
Colin habia imaginado con frecuencia como se enteraria de que el juego habia terminado: un moderado articulo en el periodico; gente que le volveria la cara cuando entrara en Mollison y Lowe; la directora del instituto llamandolo a su despacho para tener una discreta charla con el. Habia imaginado su propia caida cientos de veces: su verguenza a la vista de todos, colgada del cuello como la campanilla de un leproso, sin posibilidad de volver a ocultarla nunca. Lo pondrian de patitas en la calle. Incluso podria acabar en la carcel.
—Colin —lo aviso Tessa en voz baja; Vikram le preguntaba si queria mas vino.
Ella sabia que estaba pasando detras de aquella frente amplia y abombada; no con detalle, pero la ansiedad de su marido habia sido una constante a lo largo de los anos. Tessa sabia que Colin no podia evitarlo, formaba parte de su idiosincrasia. Muchos anos atras, habia leido aquellas palabras de W. B. Yeats: «En lo mas profundo del amor se esconde una piedad indecible.» Que ciertas le habian parecido. El poema la habia hecho sonreir y acariciar la pagina, porque ella amaba a Colin y la compasion formaba una parte fundamental de ese amor.
A veces, sin embargo, casi se le agotaba la paciencia. A veces era ella quien necesitaba que la tranquilizaran, que se preocuparan un poco por ella. Colin habia sufrido un predecible ataque de panico cuando Tessa le conto que le habian diagnosticado una diabetes del tipo 2, pero una vez que lo hubo convencido de que no corria riesgo inminente de muerte, la desconcerto la rapidez con que el dejo de hablar del asunto para volver a sumirse en sus planes para las elecciones.
(Aquella manana, a la hora del desayuno, Tessa se habia controlado por primera vez el nivel de azucar en sangre con el glucometro. Luego saco la jeringuilla de insulina para pincharse en el vientre; le dolio mucho mas que cuando la pinchaba la diestra Parminder.
Al verla, Fats cogio su cuenco de cereales y se volvio en redondo, derramando leche en la mesa, la manga de la camisa de su uniforme y el suelo de la cocina. Colin solto un grito ahogado cuando lo vio escupir en el cuenco los copos que tenia en la boca y luego espetarle a su madre:
—?Tienes que hacer eso en la puta mesa?
—?Haz el favor de no ser tan grosero y desagradable! —salto Colin—. ?Sientate bien! ?Y limpia este desastre! ?Como te atreves a hablarle asi a tu madre? ?Pidele disculpas!
Tessa se retiro la aguja precipitadamente y sangro un poco.
—Lamento que ver como te chutas cuando estamos desayunando me de ganas de vomitar, Tess —dijo Fats desde debajo de la mesa, mientras limpiaba el suelo con papel de cocina.
—?Tu madre no se esta chutando, tiene una enfermedad! —grito Colin—. ?Y no la llames «Tess»!
—Ya se que las agujas no te gustan, Stu —dijo Tessa, pero tenia los ojos llorosos; se habia hecho dano y estaba enfadada con los dos.
Por la noche, en la cena, todavia le duraba el enfado.)
Tessa se pregunto por que Parminder no apreciaba la preocupacion de Vikram. Cuando ella estaba estresada, Colin nunca se daba cuenta. «A lo mejor —se dijo con irritacion— esto del matrimonio concertado no esta tan mal… Desde luego, mi madre no habria elegido a Colin para mi…»
Parminder estaba sirviendo el postre, unos cuencos de macedonia de fruta. Molesta, Tessa se pregunto que le habria servido a un invitado que no fuera diabetico, y se consolo pensando en la barrita de chocolate que tenia en la nevera de su casa.
Parminder, que durante la cena habia hablado cinco veces mas que el resto de comensales, empezo a despotricar contra su hija Sukhvinder. Ya le habia contado a Tessa por telefono lo de la traicion de la nina, y ahora volvio a soltarlo en la mesa.
—Va a trabajar de camarera para Howard Mollison. De verdad que no se donde tiene la cabeza. Pero Vikram…
—Ni siquiera piensan, Minda —proclamo Colin rompiendo su largo silencio—. Los adolescentes son asi. Nada les importa. Son todos iguales.
—Que tonterias dices, Colin —salto Tessa—. No son todos iguales, en absoluto. Nosotros estariamos encantados de que Stu se buscara un trabajo de fines de semana, aunque me temo que no hay ni la mas remota posibilidad de que eso suceda.
—… pero a Vikram no le importa —continuo Parminder, ignorando la interrupcion—. No le ve nada malo, ?no es asi?
El aludido contesto sin alterarse.
—La experiencia laboral ensena. Es muy probable que Jolly no llegue a la universidad, y no me parece ninguna verguenza. No es para todo el mundo. Yo la veo casandose pronto, y feliz.
—Pero camarera, nada menos…
—Bueno, no todos pueden ser academicos, ?no?
—No, desde luego ella no lo sera —repuso Parminder, que casi temblaba de rabia y tension—. Sus notas son un absoluto desastre… No tiene aspiraciones ni ambicion. Camarera… «Seamos realistas, no voy a llegar a la universidad», me dice. Claro, con esa actitud desde luego que no. Y con Howard Mollison… Oh, seguro que le ha encantado que mi hija haya ido a suplicarle un empleo. ?En que estaria pensando? ?En que?
—A ti tampoco te gustaria que Stu trabajara para alguien como Mollison —le dijo Colin a Tessa.
—No me importaria —lo contradijo ella—. Me encantaria que diera muestras de cualquier clase de etica laboral. Por lo que se, solo parecen importarle los juegos de ordenador y… —Se interrumpio, porque su marido no sabia que Stuart fumaba.
—En realidad —repuso Colin—, Stuart seria muy capaz de una cosa asi: de congraciarse con alguien que supiera que no nos cae bien, solo para fastidiarnos. Disfrutaria mucho, desde luego.
—Por el amor de Dios, Colin, Sukhvinder no trata de fastidiar a Parminder —dijo Tessa.
—?O sea que piensas que estoy siendo poco razonable? —le solto Parminder.
—No, no —contesto Tessa, horrorizada por verse metida en una discusion familiar—. Solo digo que en Pagford no hay muchos sitios donde los chicos puedan trabajar, ?no?
—?Y que falta hace que trabaje? —pregunto una Parminder furiosa, alzando las manos con exasperacion—. ?No le damos dinero suficiente?
—El dinero ganado por uno mismo es diferente, eso ya lo sabes —le recordo Tessa.
Tessa estaba de cara a una pared llena de fotografias de los chicos Jawanda. Solia sentarse alli y habia contado cuantas veces aparecia cada hijo: Jaswant, dieciocho; Rajpal, diecinueve; y Sukhvinder, nueve. Solo habia una fotografia que celebrara los logros individuales de Sukhvinder: la imagen del equipo de remo de Winterdown el dia que habia derrotado al del St. Anne. Barry les habia entregado a todos los padres una copia ampliada de esa fotografia, en la que Sukhvinder y Krystal Weedon aparecian en el centro de las ocho chicas, rodeandose los hombros con el brazo, sonriendo de oreja a oreja y dando un brinco, de manera que salian ambas ligeramente desenfocadas.
«Barry habria ayudado a Parminder a ver las cosas desde la perspectiva correcta», se dijo. Habia sido un puente entre madre e hija, las dos lo adoraban.
Tessa se pregunto, y no por primera vez, hasta que punto suponia una diferencia el hecho de que no