—Esto se esta poniendo muy feo —dijo.
—Cuando era Simon Price a quien atacaban no te parecia tan grave. ?Que diferencia hay?
—Si es una campana contra los miembros del concejo, o contra los candidatos…
Samantha se dio la vuelta para ocultar una sonrisa. Al fin y al cabo, no era por su madre por quien Miles estaba preocupado.
—Pero ?que quieres que publiquen sobre ti? —pregunto con fingida inocencia—. Tu no tienes secretos.
«Si los tuvieras, a lo mejor serias mas interesante.»
—?Y esa carta?
—?Que carta?
—Por amor de Dios. ?Mama y papa dijeron que habia llegado una carta, una carta anonima sobre mi! ?Ponia que no le llegaba a la suela del zapato a Barry Fairbrother!
Samantha abrio la nevera y contemplo su poco apetecible contenido, consciente de que su marido no podia verle la cara con la puerta abierta.
—No pensaras que alguien tiene algo contra ti, ?verdad? —pregunto.
—No, pero soy abogado. Puede haber gente que me guarde rencor. No creo que esos mensajes anonimos… No se, hasta el momento todos se refieren a la otra parte, pero podria haber represalias en… No me gusta nada el cariz que estan tomando las cosas.
—Mira, Miles, en eso consiste la politica —repuso Samantha, divertida—. En airear los trapos sucios.
El salio ofendido de la cocina, pero a ella no le importo: su pensamiento volvia a estar ocupado por pomulos cincelados, cejas picudas y musculos abdominales tensos y firmes. Ya se sabia de memoria casi todas las canciones del DVD. Se compraria una camiseta del grupo, y otra para Libby. Jake estaria contoneandose a solo unos metros de ella. Se divertiria como hacia anos que no lo hacia.
Entretanto, Howard se paseaba arriba y abajo por la tienda de delicatessen con el movil pegado a la oreja. Habian bajado las persianas y encendido las luces, y al otro lado del arco de la pared, Shirley y Maureen se afanaban en preparar la cafeteria para la inauguracion, desempaquetando loza y vasos, hablando en voz baja, alborotadas, y tratando de oir las contribuciones casi monosilabicas de Howard a la conversacion que mantenia.
—Si… Hum… Hum… Si…
—Chillandome, asi como lo oyes —decia Shirley—. Chillandome y soltando palabrotas. «Quitelo ahora mismo, joder», me dijo. Y yo le respondi: «Voy a quitarlo, doctora Jawanda, y le agradeceria que no me insultara.»
—Yo, si me hubiera insultado, lo habria dejado alli un par de horas mas —opino Maureen.
Shirley sonrio: resultaba que habia decidido prepararse una taza de te, dejando el mensaje anonimo sobre Parminder cuarenta y cinco minutos mas antes de quitarlo. Maureen y ella ya habian desmenuzado el asunto del mensaje hasta dejarlo pelado; su hambre mas inmediata estaba saciada. Ahora Shirley miraba hacia el futuro con ruindad, ansiosa por ver como reaccionaria Parminder al haberse hecho publico su secreto.
—Entonces no pudo ser ella quien puso el mensaje sobre Simon Price —dedujo Maureen.
—No, evidentemente —coincidio Shirley mientras pasaba el trapo por las bonitas piezas de loza azul y blanca que habia escogido, rechazando otras de tono rosa que a Maureen le gustaban mas.
A veces, aunque no estuviera directamente involucrada en el negocio, a Shirley le gustaba recordarle a Maureen que todavia tenia mucha influencia por ser la mujer de Howard.
—Si —dijo Howard por telefono—. Pero ?no seria mejor que…? Hum… hum…
—?Y tu quien crees que es? —pregunto Maureen.
—Pues no lo se —contesto Shirley con gesto remilgado, como si estuviera muy por encima de esa informacion y esas sospechas.
—Seguro que alguien que conoce a los Price y los Jawanda —especulo Maureen.
—Evidentemente —volvio a decir Shirley.
Entonces Howard colgo por fin.
—Aubrey esta de acuerdo —informo a las dos mujeres entrando con sus andares de pato en la cafeteria. Llevaba en la mano el
Ambas mujeres tardaron unos segundos en recordar que se suponia que tenian que mostrarse interesadas por el articulo postumo de Barry Fairbrother aparecido en el periodico local. Su fantasma era muchisimo mas interesante.
—Ah, si. A mi me ha parecido muy flojo —dijo Shirley cuando reacciono.
—La entrevista a Krystal Weedon era divertida —apunto Maureen con sorna—. Decia que le gustaba el arte. Supongo que se referia a los garabatos que hace en los pupitres.
Howard se rio. Buscando un pretexto para darles la espalda, Shirley cogio del mostrador la EpiPen de recambio de Andrew Price, que Ruth habia llevado a la tienda esa manana. Shirley habia buscado informacion sobre las EpiPen en su pagina web medica favorita, y se consideraba capacitada para explicar como funcionaba la adrenalina. Pero como nadie se lo pregunto, guardo el tubito blanco en un armario y cerro la puerta haciendo tanto ruido como pudo para que Maureen no siguiera con sus ocurrencias.
A Howard le sono el telefono que tenia en su enorme mano.
—?Si? Ah, Miles. Si, si… Si, ya nos hemos enterado… Mama lo ha visto esta manana… —Rio—. Si, ya lo ha quitado… No lo se… Creo que lo publicaron ayer… Hombre, yo no diria… Todos conocemos a la Pelmaza desde hace anos…
Pero la jocosidad de Howard fue debilitandose a medida que Miles hablaba. Al cabo de un rato dijo:
—Ah… Si, entiendo. Si. No, no me lo habia planteado desde… Quiza deberiamos buscar a alguien que le eche un vistazo a la seguridad…
Las tres personas que estaban en la tienda no repararon en el ruido de un coche que pasaba por la plaza a oscuras, pero el conductor si vio la enorme sombra de Howard Mollison moverse detras de las persianas de color crema. Gavin piso el acelerador, impaciente por llegar a casa de Mary. Por telefono le habia parecido que estaba desesperada.
—?Quien es el que hace esto? ?Quien es? ?Quien me odia tanto?
—Nadie te odia —habia dicho el—. ?Como quieres que alguien te odie? No te muevas, voy para alla.
Aparco delante de la casa, cerro la portezuela con un golpe sordo y corrio por el sendero. Mary le abrio antes de que el llamara. Volvia a tener los ojos hinchados y llorosos, y llevaba una bata de lana hasta los pies que la empequenecia. No era nada seductora; es mas, era la antitesis del kimono rojo de Kay. Sin embargo, su caracter casero y sencillo, incluso su fealdad, ofrecian un nuevo nivel de intimidad.
Los cuatro hijos de Mary se hallaban en la sala de estar. Mary le indico a Gavin que la acompanara a la cocina.
—?Saben algo? —pregunto el.
—Fergus si. Se lo ha contado un companero de clase. Le he pedido que no les diga nada a los demas. La verdad, Gavin… ya no aguanto mas. Tanta maldad…
—Pero no es cierto —replico el, y entonces, superado por la curiosidad, anadio—: ?Verdad que no?
—?Claro que no! —exclamo ella, indignada—. Bueno… no lo se… no la conozco mucho. Pero hacerle hablar a el asi… poner esas palabras en su boca… ?No se han parado a pensar en como me sentaria a mi?
Y rompio a llorar de nuevo. A Gavin no le parecio oportuno abrazarla mientras llevara aquella bata, y al instante se alegro de no haberlo hecho, porque Fergus, el hijo de dieciocho anos, entro en la cocina.
—Hola, Gav.
El chico parecia cansado, mayor de lo que era. Con un brazo rodeo los hombros de su madre, que apoyo la cabeza en su hombro, enjugandose las lagrimas con la manga de la camisa de su hijo, como una nina pequena.
—Yo no creo que haya sido la misma persona —les dijo Fergus sin ningun preambulo—. He vuelto a leerlo. El estilo del mensaje es diferente.
Lo tenia en su telefono movil, y empezo a leerlo en voz alta:
—«La concejala Dra. Parminder Jawanda, que se las da de preocuparse tanto por los pobres y necesitados de la region, siempre ha tenido una motivacion secreta. Hasta el dia de mi muerte…»