Barry se habia enamorado de Pagford, con su rio, sus campos y sus solidas casas. Habia fantaseado con tener un jardin donde jugar, un arbol del que colgar un columpio, espacio y verdor por todas partes. Habia recogido castanas para llevarselas a los Prados. Tras destacar en el St. Thomas, donde era el mejor de su clase, Barry se habia convertido en el primer miembro de su familia que asistia a la universidad.)
«Amor y odio —se dijo Parminder, un poco asustada de sincerarse tanto consigo misma—. Por amor y por odio, por eso estoy aqui.»
Paso la pagina de uno de los documentos de Kay, fingiendo concentracion.
Esta se alegro de que la doctora estudiara con tanto interes sus papeles, porque les habia dedicado mucho tiempo. Le costaba creer que, al leerlos, alguien pudiese no quedar convencido de que la clinica Bellchapel debia permanecer donde estaba.
Pero a la luz de aquellas estadisticas, los estudios de casos anonimos y los testimonios en primera persona, en realidad Kay pensaba en la clinica en terminos de una unica paciente: Terri Weedon. Notaba que se habia producido un cambio en aquella mujer, y eso la hacia sentirse orgullosa y la asustaba al mismo tiempo. Terri mostraba debiles signos de volver a ejercer cierto control sobre su vida. En dos ocasiones recientes le habia dicho a Kay: «No van a llevarse a Robbie, no les dejare», y no se trataba de quejas impotentes contra el destino, sino de la declaracion de un proposito.
—Ayer lo lleve yo a la guarderia —le dijo a Kay, quien cometio el error de quedarse perpleja—. ?Por que cono pones esa cara? ?No soy lo bastante buena para ir a la puta guarderia?
Kay estaba convencida de que, si a Terri le cerraban la puerta de Bellchapel en las narices, se destruiria la delicada estructura que trataban de ensamblar con los restos de una vida. Terri parecia tenerle un miedo visceral a Pagford que Kay no comprendia.
—Odio ese sitio de mierda —habia soltado al mencionarlo Kay de pasada.
Mas alla de que su difunta abuela vivia alli, Kay no sabia nada sobre la relacion de Terri con el pueblo, pero temia que, si le pedian que acudiera alli cada semana para recibir metadona, su autocontrol se derrumbara, y con el la nueva y fragil estabilidad familiar.
Colin habia tomado la palabra despues de Parminder para explicar la historia de los Prados; Kay asentia con la cabeza, aburrida, y decia «Hum», pero sus pensamientos estaban muy lejos.
Colin se sentia profundamente halagado por la forma en que aquella atractiva joven estaba pendiente de sus palabras. Esa noche se notaba mas tranquilo que en ningun otro momento desde que habia leido aquel espantoso mensaje, afortunadamente ya desaparecido de la web. No se habia producido ninguno de los cataclismos que habia imaginado de madrugada. No estaba despedido. No habia una multitud airada ante su puerta. Ni en la pagina web del concejo de Pagford, ni de hecho en ninguna otra parte de internet (habia llevado a cabo varias busquedas en Google), no habia nadie que exigiera su arresto o encarcelamiento.
Fats volvio a pasar ante la puerta abierta, llevandose una cucharada de yogur a la boca. Miro hacia el interior y durante un fugaz instante sus ojos se cruzaron con los de Colin, que perdio el hilo de lo que estaba diciendo.
—… y… si, bueno, eso es todo, en pocas palabras —concluyo con escasa conviccion.
Miro a Tessa en busca de apoyo, pero su mujer contemplaba el vacio con expresion glacial. Colin se sintio un poco dolido; habria dicho que Tessa se alegraria de verlo mejor, tan dueno de si, tras la noche insomne y horrible que habian pasado. Tenia el estomago encogido por vertiginosas oleadas de temor, pero lo consolaba la proximidad de Parminder, tan segundona y cabeza de turco como el, asi como la comprensiva atencion que le prestaba la atractiva asistente social.
A diferencia de Kay, Tessa habia escuchado cada palabra que acababa de pronunciar Colin sobre el derecho de los Prados a seguir perteneciendo a Pagford. En su opinion, las palabras de su marido no transmitian conviccion. Queria creer en lo que habia creido Barry, y queria derrotar a los Mollison porque eso era lo que su amigo se habia propuesto. Colin no le tenia simpatia a Krystal Weedon, pero Barry si, y por eso suponia que la chica valia mas de lo que el pensaba. Tessa sabia que su marido era una extrana mezcla de arrogancia y humildad, de conviccion inquebrantable e inseguridad.
«Son unos completos ilusos —se dijo, mirandolos a los tres, que examinaban un grafico que Parminder habia sacado de entre las notas de Kay—. Creen que van a cambiar sesenta anos de ira y rencor con unas cuantas estadisticas.» Ninguno de ellos era Barry. El habia constituido el vivo ejemplo de lo que ellos proponian en teoria: a traves de la educacion, habia pasado de la pobreza a la opulencia, de la impotencia y la dependencia a hacer valiosas aportaciones a la sociedad. ?Acaso no veian que, comparados con el malogrado Barry, eran un desastre como defensores de su legado?
—Desde luego, a la gente la irrita cada vez mas que los Mollison traten de controlarlo todo —estaba diciendo Colin.
—Y en mi opinion —tercio Kay—, si leen todo esto, va a costarles lo suyo fingir que la clinica no esta cumpliendo una funcion crucial.
—No todos los miembros del concejo se han olvidado de Barry —intervino Parminder con voz ligeramente temblorosa.
Tessa reparo en que sus grasientos dedos tanteaban inutilmente. Mientras los demas hablaban, se habia acabado ella sola el cuenco entero de patatas fritas.
VII
Hacia una manana radiante y calida, y en el aula de informatica del instituto Winterdown el aire se notaba viciado al acercarse la hora de comer; la luz que entraba por las sucias ventanas cubria las polvorientas pantallas de molestas motas. Pese a que ni Fats ni Gaia estaban alli para distraerlo, Andrew Price no conseguia concentrarse. No dejaba de pensar en la conversacion de sus padres que habia escuchado a escondidas la noche anterior.
Estaban hablando, y muy en serio, de mudarse a Reading, donde vivian la hermana y el cunado de Ruth. Con la atencion puesta en la puerta abierta de la cocina, Andrew se habia apostado en el pasillo a oscuras. Por lo visto, un tio de Simon, del que Andrew y Paul apenas sabian nada porque a su padre le caia fatal, le habia ofrecido un empleo, o la posibilidad de un empleo.
—Es menos dinero —dijo Simon.
—Eso no lo sabes. No ha mencionado…
—Tiene que serlo. Y alli la vida es mas cara.
Ruth profirio un sonido ambiguo.
En el pasillo, sin atreverse apenas a respirar, Andrew supo que su madre queria ir: asi lo indicaba el mero hecho de que no se hubiese mostrado inmediatamente de acuerdo con su marido.
A Andrew se le hacia imposible imaginar a sus padres en una casa que no fuera Hilltop Hill, o con un escenario de fondo que no fuera Pagford. Habia dado por sentado que se quedarian alli para siempre. El se marcharia algun dia a Londres, pero Simon y Ruth permanecerian alli arraigados como arboles, hasta la muerte.
Subio con sigilo a su habitacion y miro a traves de la ventana las titilantes luces de Pagford, acurrucado en su profunda y oscura hondonada entre colinas. Le parecio que era la primera vez que contemplaba aquella vista. Alli abajo, en algun sitio, Fats fumaba en su buhardilla, probablemente viendo porno en el ordenador. Gaia tambien estaba alli, absorta en los misteriosos ritos de su genero. A Andrew se le ocurrio que ella ya habia pasado por eso: la habian arrancado de su mundo para trasplantarla a otro. Por fin tenian algo profundo en comun; casi le produjo cierto placer melancolico pensar que, al marcharse, compartiria algo con ella.
Pero Gaia no habia provocado su propio destierro. Con la inquietud revolviendole el estomago, Andrew cogio el movil para escribirle un SMS a Fats: A Simoncete le ofrecen trabajo en Reading. Igual lo acepta.
Fats no le habia contestado todavia, y Andrew llevaba toda la manana sin verlo, pues no habian tenido clases en comun. Tampoco lo habia visto los dos fines de semana anteriores, porque el habia trabajado en La Tetera de Cobre. La conversacion mas larga que habian mantenido recientemente se habia cenido al mensaje de Fats sobre Cuby en la web del concejo.