– Ese periodista… el que ha muerto… Frank McGee… Le pregunto a Armstrong algo sobre los suenos, y Neil dijo que habia tenido un sueno que se le repetia desde que era nino.

– ?Y?

– Era un sueno en el que Neil podia elevarse del suelo si contenia el aliento el tiempo suficiente. ?Lo recuerdas?

– No.

– Pues yo si. Neil dijo que habia tenido el sueno por primera vez cuando era muy pequeno. Contenia el aliento y se elevaba del suelo. No volaba, solo revoloteaba.

Baedecker termino el cafe y arrojo la taza de plastico en una bolsa de basura junto al asiento.

– ?Por que te irrito? -pregunto.

Dave lo miro. Los ojos eran inescrutables detras de las gafas oscuras.

– Porque ese era mi sueno -dijo.

El Huey bajo el morro y descendio hasta solo cien metros del escarpado terreno, muy por debajo de la altitud minima requerida por las regulaciones federales. Matas de salvia y pino se deslizaban por debajo, confirmandoles la sensacion de velocidad. Baedecker miro a traves de la burburja de plexiglas y vio pasar una casa solitaria. Era marron, decrepita, el techo de hojalata estaba oxidado, el granero derruido; roderas que se extendian hasta el horizonte sugerian el unico acceso. Junto a esa casucha sobresalia una flamante y blanca antena satelital.

Baedecker encendio el interfono. No habia interruptor de interfono en el suelo del asiento izquierdo, asi que debia estirar la mano para tocar el interruptor del control ciclico cada vez que queria hablar.

– Tom Gavin me explico que estuviste enfermo en primavera -dijo.

Dave miro hacia la izquierda y hacia el suelo que se deslizaba debajo a cien nudos. Cabeceo.

– Si, tuve algunos problemas. Pense que tenia la gripe… fiebre y ganglios en el cuello. Pero mi medico de Washington me dijo que tenia la enfermedad de Hodgkin. Yo ni siquiera habia oido hablar de ella.

– ?Grave?

– La califican segun una escala de cuatro puntos -dijo Dave-. El nivel uno significa toma un aspirina y envia cuarenta dolares por correo. El nivel cuatro significa «coge tus calcetines».

Baedecker no pidio mas explicaciones. Durante los cientos de horas que habian compartido en sofocantes simuladores, Dave reaccionaba ante las emergencias con la expresion «coge tus calcetines y despidete de tu pellejo».

– Yo estaba en el nivel tres -dijo Dave-. Lo pillaron a tiempo. Me hicieron sentir mejor con medicacion y un par de sesiones de quimioterapia. Para asegurarse me extirparon el bazo. Ahora todo parece ir muy bien. Si lo detienen al principio, generalmente lo detienen para siempre. Pase mi examen fisico de piloto hace tres semanas. -Sonrio senalando una ciudad al norte-. Alla esta Condon. Proxima parada, Lonerock. Sede de la futura Casa Blanca Oeste de Estados Unidos.

Cruzaron un camino rural de grava y Dave viro bruscamente para seguirlo, bajando a quince metros. No habia trafico. Maltrechos postes telefonicos bordeaban el lado izquierdo del camino, dando la impresion de haber estado alli desde siempre. No habia arboles; las cercas de alambre de puas no estaban sujetas con postes, sino con pedazos de chatarra.

El Huey sobrevolo el borde de un desfiladero. En unos segundos pasaron de estar a quince metros de altura sobre un camino de grava a doscientos cincuenta metros sobre un valle oculto donde un arroyo atravesaba alamedas y donde los campos se hallaban prenados de trigo y hierba invernal. En el centro del valle sobresalia un pueblo fantasma. Aqui y alla un tejado de hojalata asomaba entre las ramas desnudas o el follaje otonal, y en un lugar asomaba un campanario de iglesia. Baedecker reparo en una vieja escuela que miraba hacia el oeste desde una loma que se erguia sobre el pueblo. Eran apenas las cinco de la tarde, pero era obvio que hacia rato que la sombra tapaba el valle.

Durante unos segundos, Dave inicio una zambullida con los rotores casi perpendiculares al suelo. Sobrevolaron una calle Mayor que parecia consistir en cinco edificios abandonados y un herrumbrado surtidor de gasolina. Viraron a la izquierda y pasaron sobre una iglesia blanca cuya torre quedaba empequenecida por un penasco que parecia un diente mellado y se elevaba mas alla del cementerio.

– Bienvenido a Lonerock -dijo Dave por el interfono.

La mayoria de los deudos se han marchado cuando Baedecker regresa a la casa de Dave y Diane en Salem. La nieve que habia visto cerca del monte St. Helens cae ahora como una llovizna ligera.

Tucker Wilson saluda a Baedecker en la puerta. Baedecker no habia vuelto a ver a Tucker desde el dia del desastre del Challenger, dos anos antes. Piloto de la Fuerza Aerea y miembro de reserva del equipo Apollo, Tucker al fin habia recibido una mision Skylab un ano antes de que Baedecker se marchara de la NASA. Tucker es un hombre bajo con fisico de luchador, cara rubicunda y apenas un rastro de pelo color arena sobre las orejas. Al contrario de muchos pilotos de prueba, que hablaban con acento sureno o neutro, Tucker hablaba con las vocales monotonas de Nueva Inglaterra.

– Diane esta arriba con Katie y la hermana -dice Tucker-. Vamos al cuarto privado de Dave a beber una copa.

Baedecker lo sigue. La habitacion revestida de libros, con sillas de cuero y un viejo escritorio, es un estudio mas que un cuarto privado. Baedecker se desploma en una silla y mira alrededor mientras Tucker sirve el whisky. En los estantes hay una mezcla eclectica de ediciones para coleccionistas, ediciones en tapa dura, ediciones en rustica, pilas de revistas y periodicos. En la pared, cerca de la ventana, hay varias fotografias: Baedecker se reconoce en una de ellas, sonriendo junto a Tom Gavin mientras Richard Nixon extiende rigidamente la mano a un sonriente Dave.

– ?Agua o hielo? -pregunta Tucker.

– No -dice Baedecker-. Solo, por favor.

Tucker le entrega el vaso a Baedecker y se sienta en la antigua silla giratoria del escritorio. Parece incomodo, recoge una hoja mecanografiada del escritorio, la deja donde estaba, bebe un largo sorbo.

– ?Algun problema con el vuelo de esta manana? -pregunta Baedecker. Tucker ha volado en la formacion del piloto ausente.

– No -dice Tucker-. Pero podiamos haberlo tenido si las nubes hubieran estado mas bajas. Ya estabamos quemando los pollos del granero a esa altura.

Baedecker mueve la cabeza y paladea el whisky.

– ?Estas en lista de espera para algun viaje cuando se reinicie el programa del transbordador? -le pregunta a Tucker.

– Si. En noviembre proximo si las cosas arrancan de nuevo. Llevamos un cargamento del Departamento de Defensa, asi que sortearemos todas esas ruedas de prensa donde posamos de heroes conquistadores.

Baedecker asiente. El whisky es The Glenlivet, sin mezcla, el favorito de Dave.

– ?Que crees, Tucker? ?Es seguro pilotar ese trasto?

El piloto mas bajo se encoge de hombros.

– Dos anos y medio -dice-. Mas tiempo para arreglar las cosas que el intervalo que hubo cuando Gus, Chaffee y White murieron en el Apollo 1. Desde luego, le cedieron la reparacion de los cohetes impulsores a Morton Thiokol, y ellos son los que certificaron que esas anillas eran seguras.

Baedecker no sonrie. Ha presenciado la extrana e incestuosa danza entre contratistas y agencias del gobierno y, como la mayoria de los pilotos, no la encuentra graciosa.

– He oido que dispondran del nuevo sistema de escape para el primer vuelo.

Tucker se echa a reir.

– Si, ?lo has visto, Dick? Hay un palo muy largo en el compartimiento inferior, y mientras el piloto de mando mantiene la nave recta y a velocidad subsonica, los tripulantes trepan y se deslizan hacia afuera como truchas en una cana de pescar.

– No habria ayudado al Challenger -dice Baedecker.

– Me recuerda a esa broma del SIDA, la del heroinomano que no teme contagiarse cuando usa agujas sucias porque lleva puesto un condon -dice Tucker. Apura el whisky y se sirve mas-. Bien, que demonios, hay mas de setecientos puntos de Estado Critico Uno en el transbordador, y estoy convencido de que esas malditas anillas son lo unico por lo que no debemos preocuparnos.

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