y mi viaje era particular, no se hicieron honores oficiales. Solo acompanaban al Comisionado su ayudante y… una nina de unos quince anos.

Lo conocia por fotografias y sabia bastante sobre el; Roger y Penny me habian preparado con todo detalle. Nos estrechamos las manos, le pregunte como seguia su sinusitis; le di las gracias por sus atenciones durante mi ultima visita a Marte y cambie algunas palabras con su ayudante del modo cordial que caracterizaba a Bonforte. Luego me volvi hacia la nina. Sabia que Boothroyd tenia una hija de aproximadamente esa misma edad; pero no sabia… quiza ni Roger ni Penny lo supieran… si la habia visto antes de ahora.

El mismo Boothroyd me saco del apuro.

—No creo que conozca a mi hija Deirdre. Insistio mucho en acompanarme.

En todas las peliculas que habia estudiado, nada indicaba como se comportaba Bonforte con las ninas; en ninguna pude ver a Bonforte en una situacion semejante… asi que me vi obligado a ser Bonforte… un viudo de cincuenta anos, sin hijos ni sobrinas y probablemente con muy poca experiencia en el trato con ninos… aunque tenia mucha experiencia en el trato con personas extranas de todas las clases y categorias. De modo que la trate como si tuviera el doble de edad, pero no llegue a besarle la mano. La muchacha enrojecio y parecio muy satisfecha.

Boothroyd la miro con indulgencia y dijo:

—Bien, diselo de una vez, querida. Quiza no tengas nunca otra oportunidad.

Ella se sonrojo aun mas y dijo:

—Senor, ?podria tener su autografo? Las chicas de mi colegio los coleccionan. Ya tengo el del senor Quiroga… Me gustaria tener tambien el suyo.

Saco un librito blanco que habia mantenido escondido a su espalda.

Me senti igual que un conductor de helicoptero al que le piden la licencia… y se da cuenta de que la ha olvidado en casa, en los otros pantalones. Habia estudiado mi papel a fondo, pero no esperaba verme obligado a falsificar la firma de Bonforte ?Caramba, no hay tiempo de hacerlo todo en dos dias y medio!

Pero era imposible que Bonforte rehusara atender a semejante peticion, y yo era Bonforte. Sonrei con jovialidad y dije:

—?De modo que ya tiene el autografo del senor Quiroga?

—Si, senor.

—?Solo su autografo?

—Si. Puso Recuerdos y su firma.

Hice un guino a Boothroyd.

—Solo Recuerdos, ?eh? A las muchachas nunca les pongo menos que Carino. Le dire lo que voy a hacer… —le cogi el libro de las manos y le eche un vistazo.

—Jefe —dijo Dak con urgencia—, ya vamos retrasados.

—Tenga calma —le conteste sin mirarle—. Toda la nacion marciana tendra que esperar, si es necesario, para atender a esta senorita —luego entregue el libro a Penny—. ?Quiere tomar nota del tamano de este libro? Y luego recuerdeme que tenemos que enviar una fotografia adecuada para colocarla aqui… naturalmente, autografiada.

—Si, senor Bonforte.

—?Le parece bien, senorita Deirdre?

—?Naturalmente!

—Bien. Gracias por pedirme el autografo. Ya podemos marcharnos, capitan. Senor Comisionado, ?es este nuestro coche?

—Si, senor Bonforte —el Comisionado movio la cabeza con buen humor—. Me temo que acaba de convertir a un miembro de mi propia familia a sus herejias Expansionistas. No es muy deportivo, ?eh? Aprovecha todas las ocasiones, ?verdad?

—Eso le ensenara a no exponer a su hija a las malas companias, ?no le parece, senorita Deirdre? — estreche las manos de todos los visitantes—. Gracias por venir a recibirnos, senor Comisionado. Creo que ahora tendremos que darnos prisa.

—Si, desde luego. Ha sido un placer.

—Muchas gracias, senor Bonforte.

—Gracias a usted, querida.

Di media vuelta lentamente para no aparecer agitado o nervioso en las pantallas de estereovision. A nuestro alrededor se agolpaba una multitud de fotografos, camaras de cine y de estereovision, magnetofonos, etcetera, asi como gran cantidad de periodistas. Bill mantenia a los reporteros apartados de nuestro grupo; cuando nos volvimos para marcharnos saludo con la mano y dijo:

—Le vere luego, Jefe —y se volvio para seguir hablando con uno de los periodistas.

Roger, Dak y Penny me siguieron cuando entre en el coche. A nuestro alrededor se apretujaba el acostumbrado gentio de todos los espaciopuertos, quiza no tan compacto como en la Tierra, pero bastante numeroso. Aquella gente no me preocupaba, ya que Boothroyd habia aceptado como buena mi personificacion; aunque no cabia duda de que entre los presentes algunos sabian que yo no era Bonforte.

Pero no quise preocuparme por aquellos individuos. No podian causarnos ninguna dificultad sin comprometerse ellos mismos.

El coche era un Rolls Estelar, con cabina a presion; a pesar de ello, me deje puesta la mascara de oxigeno porque los demas tampoco se la sacaron. Yo cogi el asiento de la derecha; Roger se sento a mi lado y Penny en el otro extremo, mientras Dak hacia lo posible por acomodar sus largas piernas en uno de los asientos plegables. El conductor nos miro a traves del cristal divisorio y arranco.

Roger dijo en voz baja:

—Durante un momento me senti preocupado.

—No habia necesidad de preocuparse —conteste—. Ahora les ruego a todos un poco de silencio. Tengo que repasar mi discurso.

En realidad lo que queria era contemplar la paz del paisaje marciano; conocia el discurso de memoria. El conductor tomo un camino a lo largo del extremo norte del espaciopuerto, dejando atras buen numero de cruces de carreteras secundarias. Pude ver muchos anuncios de la Verwijs Trading Company, de Diana Outlines, de la Compania Three-Planets y de la I. G. Farbenindustrie. Se veia casi a tantos marcianos como humanos. Nosotros, los topos de tierra, tenemos la impresion de que los marcianos se desplazan casi tan despacio como las tortugas… y eso es cierto, en nuestro planeta comparativamente mas pesado. Pero en su propio mundo se deslizan sobre sus bases con la misma facilidad que una piedra lanzada al agua.

A la derecha, al sur y mas alla del campo, el Gran Canal se hundia en el cercano horizonte, sin que se pudiera ver su otra orilla. Delante de nosotros, y a gran distancia, se veia ya el nido de Kkkah; una ciudad de hadas. Lo estaba contemplando con el corazon conmovido ante su fragil belleza, cuando Dak se movio subitamente.

Habiamos dejado atras todo el trafico cerca de los cruces, pero aun teniamos un coche ante nosotros, que se nos acercaba de frente; ya lo habia visto sin prestarle atencion. Pero Dak debia estar preparado para alguna contingencia semejante; cuando el otro coche ya estaba muy cerca, de repente hizo bajar el cristal que nos separaba del conductor, paso los brazos por encima del cuello del hombre y se agarro al volante. Nos desviamos a la derecha, evitando por unos centimetros el choque con el otro coche, y luego volvimos a la izquierda, manteniendonos por milagro en la carretera. Estuvimos muy cerca del desastre porque ya habiamos dejado el campo atras y ahora la carretera bordeaba el Gran Canal.

No le habia servido de gran ayuda a Dak un par de dias antes, en el incidente del Eisenhower, pero entonces yo estaba desarmado y no sospechaba una posible lucha. Esta vez tampoco iba armado, ni siquiera llevaba un mondadientes conmigo, pero me porte algo mejor. Dak no podia hacer mas que tratar de dirigir el coche desde el asiento trasero. El conductor, sorprendido en el primer momento, ahora trataba de sacarselo de encima y apoderarse de nuevo del volante.

Me lance sobre el, pase mi brazo izquierdo por la garganta del conductor y le aprete con el pulgar derecho en las costillas.

—?Un solo movimiento y eres hombre muerto!

La voz pertenecia al gangster de El Caballero del Hampa, y las palabras tambien

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