—Los visores filtran mucho. Y el resplandor de la Tierra no ayuda casi nada.
—?Es tan…
?Que es lo que esperabas?, se dijo a si mismo. En voz alta, pregunto:
—?Que es lo que te hizo venir?
Ella se volvio pesadamente para mirarlo de frente.
—Estaba trabajando en el Pentagono, y me entere de una vacante para jefe de la seccion criptografia. Y me abalance sobre ella. Despues de eso me dijeron donde era.
—Pero igualmente viniste.
—?Por la posibilidad de ser jefe de seccion? Iria aun mas alla de la Luna por tal ascenso.
Kinsman sintio que sus cejas se arrugaban.
—?Es tan dificil conseguir trabajos alla en Washington?
—En todas partes. Especialmente cuando uno comienza a trabajar tan tarde como yo lo hice. Un hombre puede casarse y tener un hijo, y nadie lo castiga por eso…, pero una mujer pierde por lo menos un ano de su carrera, y no creo que la oficina de personal deje de marcar eso en rojo.
—?Tienes un nino?
—Una nina. Tiene nueve anos ahora. Esta con mi ex marido. En Arizona, eso es lo ultimo que se.
—Y entonces te viniste aqui —dijo Kinsman—, al lugar de las oportunidades.
—Efectivamente. Quiero ser jefa de todo el departamento de comunicaciones.
Con una sonrisa torcida el dijo:
—Vere que puedo hacer para que sea asi. —Y luego agrego, mas seriamente—: Sabras que Pierce debe ser trasladado a la Tierra. Ha estado dirigiendo el Departamento de Comunicaciones por mas de un ano… —Dejo que su voz se perdiera.
Pero la voz de Ellen sono ansiosa.
—?Crees que yo podria ocupar su lugar? Quiero decir…, yo se que puedo hacerlo. Alla en el Pentagono realmente era yo quien manejaba todo, excepto que mi jefe…
—?Ya! —reacciono Kinsman, levantando sus manos enguantadas—. Calma. Es Larry quien debe designar a su reemplazante. Y no creo que el poner a una recien llegada sea bien visto por el resto del equipo. Especialmente por aquellos que han estado aqui un tiempo.
—?Larry? ?Quieres decir el senor Pierce?
—Si. Hablale a el de eso. Depende de el.
—Lo hare —dijo Ellen.
Estaban de pie uno junto al otro, en el solitario vacio de la rocosa, desgastada y desnuda llanura lunar. Kinsman se dio cuenta de que no tenian nada mas que decirse.
—Vamos, deberiamos estar ya de regreso —le dijo.
Ella caminaba junto a el mientras se dirigian sobre el desnivelado suelo de vuelta hacia la cupula principal de Selene.
—La gente te estima mucho aqui —dijo Ellen, despues de un largo silencio.
—Privilegios del rango.
—Es mas que eso. Tu fuiste uno de los primeros astronautas que permanecio en la Luna por largo tiempo…
—Un pionero normal. Alla a principios de la decada del ochenta.
—Y tambien salvaste unas cuantas vidas cuando se instalaron las primeras bases temporarias.
—Todo el mundo salvo unas cuantas vidas en aquella epoca No habia manera de sobrevivir sin la ayuda de los companeros.
?Cuantas otras cosas sabe ella?
—Eres una figura romantica y atractiva.
—Oh, por supuesto.
—Lo eres —insistio Ellen—. Las mujeres hablan. Y segun lo que he oido, puedes elegir la mujer que quieras aqui, y a menudo lo haces.
—Bueno…
—Pero ninguna relacion que dure. Nada permanente. Nada a largo plazo.
El se dio cuenta de que lo estaba examinando, pero no dijo nada.
—Eso es actuar con inteligencia —continuo Ellen—. Nada de ligaduras, nada de compromisos. Muy inteligente.
—Maldicion, Ellen. Esto se esta poniendo ridiculo.
—?Te parece? —su voz sonaba divertida—. Yo creo que es fascinante. Estoy tratando de comprenderte… y de comprenderme. Yo no soy de las que van a una fiesta con un tipo la primera vez que lo ven y terminan en la cama de el. Y ademas tuve que
—Estoy viejo y cansado.
—Yo se que no es verdad. Estas en excelentes condiciones.
—No era mi intencion llevarte a la cama.
—?Llevarme a la cama? Yo no tuve nada que ver con eso. Fue todo idea tuya. Tarzan encuentra una companera y se la lleva a su arbol.
—Vamos… Tu sabes lo que quiero decir.
Ella se rio.
—Chet, eres inapreciable. Eres el ultimo de los heroes. Realmente tendrias que andar con una espada y una brillante armadura.
—?Y un sombrero con una pluma encima? —todo lo que podia ver en el visor de ella fue el reflejo de su propio e inexpresivo casco.
—Te quedaria muy bien.
—Despues de todo, ?por que no?
Caminaron en silencio durante unos cuantos pasos, lentos y como en sueno.
—?Cenamos juntos esta noche? —pregunto Kinsman.
Ella dudo el tiempo suficiente como para que el se diera cuenta de que lo estaba considerando cuidadosamente.
—Me temo que ya me he comprometido con el senor Pierce. Me invito esta manana.
Kinsman no dijo nada por un momento. Luego hablo.
—Bueno, tengo que volver a mi oficina y jugar a ser comandante de la base por un rato.
Y ver que quiere Leonov, penso.
—Chet —dijo Ellen—, tampoco yo quiero asumir ningun compromiso.
—Seguro —replico el—. Eso es muy inteligente.
Jill Myers estaba terminando su recorrida por el hospital de Selene. Al igual que casi todas las contrucciones de la comunidad del subsuelo, el hospital estaba construido en dos partes intercomunicadas, una americana y otra rusa. Casi todas las instalaciones estaban duplicadas.
En primera instancia, Jill no parecia un medico. Era baja —apenas un metro y medio— y tenia una carita de nina, con la nariz respingada. Pero tambien era fuerte y habil, y tenia ademas una cualidad rara en los medicos: simpatia. El hospital era amplio y con mucho personal,desproporcionado para el tamano total de Selene. Eso era asi porque la mayoria de los residentes permanentes de Selene, tanto rusos como americanos, estaban en la Luna por razones de salud: corazon debil, pulmones enfermos, enfermedades musculares. La misma Jill habia sufrido una intolerable serie de alergias que la habian incapacitado para trabajar en la Tierra. Aqui , en la atmosfera controlada de la comunidad lunar, estaba practicamente perfecta.
Se la veia cansada ahora, cuando abandono al ultimo de sus pacientes y se dirigio al centro del hospital donde estaban las oficinas administrativas y las estaciones de monitores. Llego a la primera estacion monitora: era un grupo de escritorios en forma de herradura cubierto de pantallas visoras y sensores conectados con la computadora, que controlaban el ritmo cardiaco, la respiracion, los ritmos alfa y otras cosas por el estilo de una docena de pacientes. La muchacha que estaba sentada en la curva de la herradura la llamo.
—Doctora Myers, telefono para usted.
Jill se detuvo y recibio el auricular que le alcanzo la muchacha. Apoyada cansadamente sobre el borde del escritorio miro hacia la pantalla visora que tenia mas cerca, la que chisporroteaba por las interferencias. Luego se