aclaro para mostrar a un hombre barbudo y de ojos oscuros; Jill lo reconocio inmediatamente como uno de los medicos rusos. Tenia un aspecto muy serio.

—?Que pasa, Alexei? —dijo ella apresuradamente, mientras con su mano libre se alisaba inconscientemente su pelo marron.

—Tenemos un dificil asunto entre manos —dijo, en un suave ingles—. Un infarto cardiaco. Nuestro equipo de emergencia esta ocupado con otro paciente. Si ustedes no nos pueden prestar un sistema de bombeo aortico, tendre que decidir cual de los dos hombres debe morir. Es una decision que preferiria no tener que tomar.

—Por supuesto. ?Puedes traer el paciente hasta aqui?

—No sin una bomba. Esta demasiado debil.

—Estare alli en quince minutos —dijo Jill—. No, diez.

—Bien.

Se volvio a la encargada de los monitores y le dijo:

—Comuniqueme con el comandante de la base, y mientras hablo con el, haga que el equipo de emergencia vaya hasta donde esta el doctor Landau con una bomba cardiaca.

La cara de Pat Kelly aparecio en la pantalla visora.

—Kinsman ha salido —dijo, con una leve sonrisa para demostrar lo que pensaba de la ausencia de su comandante—. No debe ser molestado, salvo que haya un cataclismo.

Jill describio la situacion en dos palabras. Y luego agrego:

—Llevare la unidad de emergencia al sector de Lunagrad.

Kelly arqueo las cejas.

—Ya sabes que eso va en contra de los reglamentos.

—Entonces encuentra a Chet dentro de tres minutos, ?o pasa por sobre las reglas tu mismo! Hay una vida en juego.

—No es uno de los nuestros.

—?Como! ?Tu no eres miembro de la raza humana? Tendre eso en cuenta la proxima vez que vengas aqui. Atiende bien, yo voy para alla. Lo que hagas con tus reglamentos es cosa tuya, pero puedo darte un consejo medico…

—Muy bien, muy bien —Kelly alzo los brazos—. Escribire la orden y pedire a Chet que la firme cuando vuelva a la oficina.

—Muy bien —dijo Jill—. Gracias.

—No me agradezcas. Yo solo estoy haciendo lo que Kinsman haria si estuviera aqui. Si fuera por mi…

Pero Jill habia soltado ya el auricular, y corria por el corredor hacia la mitad rusa del hospital.

Cuatro horas mas tarde yacia recostada en un sofa tapizado, bebiendo una taza de te caliente. Alexei Landau estaba sentado junto a ella. Era este un hombre alto, de hombros anchos y manos de cirujano, fuertes y seguras. Sonreia detras de su barba.

—Hay un viejo proverbio ruso que acabo de inventar: si uno tiene cinco emergencias cardiacas, en realidad tiene seis emergencias cardiacas.

Jill le devolvio la sonrisa.

—Por lo menos, pudimos atenderlo a tiempo.

—?Oh, si! Pero va a necesitar atencion por varios dias.

—Podemos llevarlo a…

Landau sacudio la cabeza.

—No. Los reglamentos nos prohiben enviar a nuestra gente a tu parte del hospital.

—?Reglamentos! —replico ella—. Si nos hubieramos atenido a las reglas, tu paciente estaria muerto ahora.

El ruso se encogio de hombros lentamente.

—Hare que Kinsman hable con Leonov —resolvio Jill—. Ellos lo resolveran.

—Lo dudo. Y ademas Leonov se ira pronto, de todos modos. No sabemos todavia quien vendra en su lugar.

—Chet Kinsman encontrara el modo —dijo Jill, obviando el problema—. ?Quien es el paciente? Su cara me resulto vagamente conocida.

—Por supuesto. Es Nikolai Baliagorev.

—?El maestro de danza?

—Si.

—?No sabia que estaba aqui!

—Acaba de llegar. Lo enviaron aqui para que descansara, por su problema del corazon. Pero el viaje espacial fue demasiado para el.

—?Oh, Alex, tenemos que salvarlo! No podemos dejar que un hombre como el muera a causa de los reglamentos.

Landau sacudio la cabeza cansadamente.

—Los reglamentos han matado mas gente que las mismas balas, mi querida muchacha. Mucho mas.

VIERNES 3 DE DICIEMBRE DE 1999, 11:20 HUT

Era aun de noche en el Mar de las Nubes, y continuaria siendolo por otra semana mas. Pero la creciente forma de la Tierra , mas de la mitad llena ahora, arrojaba una suave luz sobre el paisaje lunar.

Kinsman estaba de pie en una pequena elevacion que dominaba la amplia y ondulada planicie, oyendo el ruido de su propia respiracion y del ventilador de su traje. Un par de los vehiculos llamados “escarabajos” marcaban un camino por la planicie. No lejos de donde el estaba, un grupo de rusos y americanos en trajes presurizados estaban inmersos en una conversacion. A su lado, el coronel Leonov vestia un traje rojo brillante, casi identico al de Kinsman excepto por pequenas diferencias de formato en el casco y en la mochila trasera.

—Sera una buena carrera —dijo Leonov. Kinsman oyo la voz en los auriculares de su casco.

—Si —respondio—. Y tendriamos que ganar este ano, para variar un poco.

—?Ja! Espera a ver el escarabajo especial que hemos armado…

—No sera otra vez un aparato con cohetes, ?no?

—Ya veras.

Mientras hablaban, Kinsman saco un bloc de su cinturon. Torpemente, a causa de sus manos enguantadas, escribio: ?Hay microfonos ocultos en tu traje? Sostuvo la nota frente al visor de Leonov.

—Controle personalmente el traje antes de ponermelo —respondio Leonov—. Es perfectamente seguro.

—Tendriamos que examinar aquel crater —dijo Kinsman, dirigiendose pesadamente hacia el borde de una depresion de unos treinta metros de diametro—. Esta lo suficientemente cerca de la ruta de la carrera como para marcarlo, ?no te parece?

—Eso depende de la profundidad que tenga.

Leonov lo siguio. Descendieron lentamente por la pendiente interior, eligiendo su camino a traves de las rocas y la gravilla suelta usando los fanales de sus cascos. Continuaron hasta que estuvieron fuera de la vista de la comision de carreras y de los orugas y escarabajos detenidos. Fuera de la vista significaria fuera de contacto radial. Ahora podrian hablar sin temor a que alguien escuchara.

—?Que ocurrio ayer? —pregunto Kinsman—. Tu mensaje no fue muy claro.

—Demasiado trabajo. No pude zafarme. No hubiera dado una buena impresion abandonar trabajos importantes a causa de la comision de carreras.

Kinsman asintio, y cambio de tema.

—Recibi una llamada de uno de nuestros medicos. Ella quiere transferir un paciente cardiaco de ustedes a nuestra parte del hospital.

—Si, lo se. Baliagorev, el ex bailarin.

—Me dice que tus reglamentos impiden que nosotros lo recibamos.

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