—Por supuesto —respondio Leonov—. Y tus reglamentos no te permiten aceptarlo sin la autorizacion de tus superiores alla en la Tierra.

—Demonios, Pete… Lo hare, y hare que lo aprueben estando el hecho consumado. Hay una vida humana en juego.

—Si…, pero es mas facil manejar a tus superiores que a los mios. Mis superiores van a prohibir absolutamente que transfiramos uno de nuestros ciudadanos a tu parte del hospital. Absolutamente.

—?Morira, entonces?

—No. Ya esta en camino. Di las ordenes esta manana, antes de salir a encontrarme contigo.

Kinsman se detuvo bruscamente en la pedregosa pendiente. Unas pocas piedras sueltas rodaron silenciosamente hacia abajo, hacia el oscuro fondo del crater.

—Tu… Pete, a veces me sorprendes.

—?Crees que es imposible para un buen comunista ser flexible? ?Desafiar a las autoridades? ?Crees acaso que solo los americanos tienen sentimientos?

—?Oh, demonios!

Leonov puso una mano sobre el hombro de Kinsman.

—Viejo amigo…, me relevan. Me envian nuevamente a la Madre Patria , junto a mi mujer y mis ninos. No nos volveremos a ver nunca mas.

—?Que te vas? ?Cuando?

—Dentro de dos semanas. Tal vez menos. No se con certeza todavia quien me reemplazara, pero… tengo sospechas de que sera uno de la linea dura. Un buen marxista y un buen soldado, no un blando como yo. No un colaboracionista que asiste a fiestas capitalistas y gasta el tiempo y el dinero del pueblo en frivolidades.

—?Tienes algun problema?

—Yo siempre tengo problemas —dijo Leonov, tratando de parecer jovial—. Por eso es que me destinaron a Lunagrad, en primer lugar. Esto es mejor que Siberia. Un exilio que parece ser un ascenso. La mayoria de la gente en Lunagrad esta exiliada.

—Si se parecen en algo a los de mi mitad de Selene —dijo Kinsman—, seguro que no quieren volver a la Tierra. Hay demasiada gente alla abajo, Pete. Como ratas, asi es como estan viviendo.

—Lo se. Pero nuestros superiores no se dan cuenta de eso. Aun viven en el pasado. Todavia creen que Lunagrad es una especie de exilio para oficiales que crean problemas.

—Sin embargo, te vuelven a llamar…

—Si. El juego se esta haciendo peligroso. Finalmente se han dado cuenta de que nosotros proveemos la mayor parte del oxigeno, de los alimentos y del combustible para las estaciones espaciales. Lunagrad… perdon, Selene es un centro logistico vital para los trabajos de las redes dc satelites ABM. De modo que nosotros, aqui en la Luna , tenemos la clave para todas las operaciones militares que se desarrollan en orbita alrededor de la Tierra. Esa es la razon por la que me reemplazan: quieren un hombre de confianza aqui arriba.

Kinsman volvio la cabeza dentro dc su casco presurizado. Su nariz se arrugo por el olor a plastico y grasa aislante. El borde del crater impedia ver nada; era un muro continuo de roca solida. Tanto el como Leonov no podian ver a los otros hombres, a los escarabajos, a los orugas. Tampoco la planicie lunar, y ni siquiera la siempre vigilante Tierra. No habia nada para ver excepto la pendiente rocosa del crater, las solemnes e inmoviles estrellas arriba y a Leonov, ese otro ser humano. Los ojos de Kinsman solo veian el exterior de un voluminoso e impersonal traje; hasta el visor era impersonal. Pero podia sentir el hombre dentro, el alma que animaba a todo ese plastico y metales.

—Pete, se supone que yo no deberia decirte esto —dijo Kinsman—, pero algo importante esta ocurriendo. No hablo solamente de los jugueteos con los satelites ABM; eso ha estado ocurriendo durante mucho tiempo. Creo que estan por dar el proximo paso.

Pudo sentir que Leonov asentia con la cabeza lentamente.

—Si. Por eso es que quieren retirar a un oficial de poca confianza del comando de Lunagrad.

—Han enviado a un “buen soldado” para que sea mi segundo tambien —dijo Kinsman—. Envian a Pat Kelly de vuelta a la Tierra , y Frank Colt viene aqui para controlarme.

—?Colt? El negro… si, lo recuerdo.

—?Maldito sea todo! —Kinsman blandio sus punos—. Van a terminar haciendo lo que quieren. Comenzaran matando la gente que esta en orbita, y terminaran destruyendolo todo.

—La historia es inexorable.

—?Deja de hablarme como si fueras un maldito robot! —replico Kinsman—. Esto no es abstracto. ?Se trata de ti y de mi, Pete! Van a tratar de hacer que nos matemos mutuamente. Esa gente con la cabeza llena de mierda no va a sentirse satisfecha con destrozar la Tierra. Van a enviarnos ordenes para que nosotros tambien nos hagamos la guerra aqui arriba.

—Yo no estare aqui —dijo Leonov, suavemente—. Estare en casa, en Kiev, con mi mujer y mis ninos, esperando que tus proyectiles caigan sobre nosotros.

—?Y vas a permitir simplemente que hagan lo que quieran contigo? ?No vas a hacer nada para tratar de evitarlo?

—?Y que es lo que podemos hacer? —La voz de Leonov se hizo profunda hasta convertirse en un grunido—. Hemos hablado de esto muchas veces, Chet, pero ?de que sirve hablar? Llegado el momento, ?que puedo yo hacer? ?Que puedes tu hacer?

—Puedo negarme a luchar —se oyo Kinsman a si mismo—. Y tu tambien puedes negarte a hacerlo, mientras sigas al mando. Podemos evitar que ellos hagan la guerra aqui arriba, en la Luna.

—Bravo. ?Y que pasa con los ocho mil millones de seres humanos alla en la tierra?

Kinsman miro fijamente a su amigo. No tenia ninguna respuesta para eso.

Armored.

Estaba casi totalmente oscuro en Washington. Las luces de las calles estaban encendidas y las ventanas de los depositos iluminadas, porque el peligro de las calles oscuras era mucho peor que el gasto de energia producido por las luces. La gente que vivia en los protegidos suburbios se precipitaba hacia los omnibus blindados que la llevaria rapidamente fuera de la ciudad, a la relativa seguridad de sus hogares, dejando la ciudad en manos de los pobres, los negros y los hambrientos.

El presidente estaba de pie junto a la ventana de su oficina, mirando hacia el Parque Lafayette, donde estaba el Arbol Nacional de Navidad. Se erguia con sus mas de doce metros de altura, un triunfo de plastico y fluorescencias quimicas. Una guardia de honor de infantes de Marina caminaba alrededor, con las carabinas armadas de bayonetas.

—Ya nadie viene a verlo —murmuro el presidente—. Cuando yo era nino veiamos todos los anos el encendido del arbol por television. La primera vez que vine a Washington con mi familia fue para ver el Arbol de Navidad. Y ahora nadie le presta la menor atencion.

El secretario de Defensa tosio delicadamente.

—Estos papeles, senor presidente… requieren su firma.

Renuente, casi molesto, el presidente se retiro de la ventana.

—Deberiamos hacer algo. Debe haber millones de ninos que quieren ver el arbol.

—Lo ven por television —dijo el secretario de Defensa—. No es facil para ellos llegar a la ciudad.

Estaba frente del amplio escritorio de madera autentica del presidente, golpeando inconscientemente con los dedos el grueso monton de papeles que estaban sobre el mueble.

—Hum. Bueno, supongo que es asi.

El presidente sacudio la cabeza y luego dejo caer su cuerpo regordete en el sillon giratorio de alto respaldo y tapizado en felpa, al otro lado del escritorio. Se lo veia demasiado pequeno para esa silla, para el amplio escritorio.

—Bueno, ?que es lo que se supone que debo firmar? —pregunto.

—Estos son los planes de emergencia, parte de nuestros proyectos acerca de los problemas de los satelites ABM.

—Ah. ?Y cual es la diferencia en estos planes, que necesita mi firma?

La cara estrecha y aguda del secretario de Defensa se ensombrecio momentaneamente.

—Los planes de emergencia cubren la posibilidad de un ataque rojo a nuestras estaciones espaciales tripuladas. Se provee asi todo el material logistico y humano necesario para que un ataque semejante

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