base tan bien como cualquier otro.
—Nunca pense… —dijo Kinsman.
Pero Ellen se habia vuelto ya hacia Colt.
—Espero que usted no tratara de crearme problemas mientras Chet este ausente.
Kinsman dirigio su atencion al mayor negro.
—?Que dices, Frank? ?Prometes no tratar de apoderarte del centro de comunicaciones o del equipo de lanzamiento?
Colt fruncio la frente, pestaneo y lucho visiblemente consigo mismo. Finalmente dijo:
—?Ah, mierda! Muy bien, no hare nada malo. ?Pero quiero estar en la primera nave que vuelva a la Tierra ! No quiero tener nada que ver con tu estupida revolucion.
Harriman tenia una expresion de duda, pero, por una vez, no dijo nada. Kinsman se sentia incomodo, y seguramente se le notaba mas de lo que el queria.
—?Que te ocurre, Chet? —pregunto Ellen—. ?Tienes miedo de dejar a una mujer a cargo de tu funcion, aunque solo sea por unos dias?
Kinsman se encogio de hombros, sonrio y se rindio graciosamente.
—Despues de todo, ?que otra cosa puedo hacer?
Una luz verde comenzo a encenderse y apagarse, interrumpiendo los complejos pensamientos de Kinsman.
—Listos para desembarcar —dijo por los altoparlantes la voz del piloto de la nave.
Kinsman desato las correas de seguridad y salio de su asiento anatomico flotando, sin peso. Habia sido un largo viaje de treinta y seis horas hasta Alfa…, pero ahora parecia demasiado corto, parecia que habia terminado demasiado pronto. Habian revisado el plan de batalla cincuenta veces. Ahora hubiera deseado hacerlo cincuenta veces mas.
—Muy bien, senores. Muchachos…, simplemente hagan lo que hemos programado, y en la base nunca sabran lo que ocurrio. Actuen con rapidez. No disparen salvo que sea necesario. Buena suerte.
Sus caras serias, jovenes y asustadas lo miraban. Algunos asintieron con la cabeza; otros revisaron sus armas. Todos llevaban pistolas, nada mas pesado. Eran lanzadardos, disenados para detener a un hombre con una combinacion de golpe de impacto y sedantes. No lo suficientemente poderosos como para atravesar el fragil casco de un aparato espacial o de una estacion… o matar a alguien.
Kinsman se adelanto a todos ellos y se dirigio hacia la portezuela de la esclusa neumatica. Sentia y oia las maniobras de la tripulacion de la estacion al otro lado para abrir la portezuela. Sopeso la pistola en su mano y apreto el boton que habia junto a la portezuela para destrabarla desde adentro de la nave.
La puerta se abrio, y aparecio un pesado sargento y dos hombres de la Fuerza Aerea vestidos de fajina.
—?Que? ?Esperabamos…! —Entonces el sargento vio el arma.
—De un paso atras y no cause problemas —dijo Kinsman.
—?Que demonios es esto?
Hicieron retroceder a los tres hombres por la estrecha camara metalica de la esclusa neumatica hasta el area mas amplia de la plataforma de descarga. Este lugar estaba en el centro de la estacion espacial, en el cubo de gravedad cero de la estructura.
Las tropas lunares se dispersaron, y siguieron los tres tubos principales —los “rayos” que conducian del centro hacia los distintos circulos—, hasta llegar al circulo exterior. Sus objetivos eran el centro de comunicaciones, los generadores de energia y la seccion para los oficiales.
Quedaron cinco hombres a cargo de la plataforma de descarga. Tres equipos de siete hombres cada uno corrieron hacia sus objetivos. La mayor parte de la estacion estaba constituida por las areas de trabajo, vivienda y descanso para los civiles; Kinsman las ignoro. Apoderandose de lo mas importante, lo demas no resistiria.
Estaban tambien las areas de arsenales, donde se guardaban laseres de alto poder y pequenos proyectiles cohete para defender la estacion contra cualquier ataque exterior. Pero eran mas necesarios los generadores de energia. Al controlar la energia electrica controlarian la estacion.
Kinsman conducia el grupo que se dirigia a la zona de los oficiales. Treparon la larga y casi interminable escalera espiral que serpenteaba por la pared interior del tubo. Primero se abandonaron en la caida libre, luego comenzaron a tomarse del pasamano y mitad caminaban, mitad saltaban a medida que retornaba la gravedad.
El area de oficiales estaba en el nivel Cuatro, cuyo giro proporcionaba una gravedad similar a la lunar. Kinsman lo sabia, y estaba agradecido de no tener que estar en total gravedad terrestre, por lo menos no inmediatamente.
Pasaron junto a dos sorprendidos civiles que ascendian por el tubo. Ninguno de ellos dijo nada mientras los hombres armados pasaban. Era mejor asi, penso.
Sus pasos repiqueteaban y resonaban metalicamente ahora a traves del estrecho y debilmente iluminado tubo.
Finalmente entraron al Cuarto Nivel, y corrieron por el corredor central hacia el sector de oficiales. Con su corazon golpeandole contra las costillas, Kinsman miraba las placas con nombres sobre las puertas que iban pasando.
—?Esta es!
Tte. Cnel. H. J. STAHL. Abrio la puerta de un empellon. Vacia. Una cama, un escritorio, fotografias de la mujer y los hijos, cassettes grabadas, pero nadie estaba alli.
Otros dos oficiales de la estacion eran arrancados de sus compartimientos por los cariacontecidos ayudantes de Kinsman. Uno de ellos lo reconocio.
—?Kinsman! ?Que haces aqui? ?Que demonios ocurre?
Flanqueados por los jovenes armados, ambos se mostraban sorprendidos y algo mas que molestos.
—Nos estamos apoderando de la estacion, Ralph. ?Donde esta Harry Stahl?
—?Apoderandose? ?Que quieres decir?
—Precisamente eso —respondio Kinsman, caminando por el corredor hacia ellos—. ?Donde esta Stahl? No hay tiempo para demoras.
Ralph estaba encolerizado. Su companero miraba fijamente las armas que llevaban los jovenes oficiales.
—El coronel no siempre me hace confidencias sobre lo que va a hacer —dijo Ralph, furioso—. Es posible que este en el comando. ?Como demonios puedo saberlo?
Kinsman hizo una mueca.
—Muy bien —dijo—. Muevanse, hacia el salon principal. —Y agrego, para sus hombres—: Vacien todos los compartimientos de este corredor. Lleven a todo el mundo al salon principal.
Ralph y su amigo caminaban delante de Kinsman. No levantaron las manos sobre la cabeza y Kinsman guardo su arma…, pero todos sabian lo que estaba ocurriendo.
—Esto es una locura, Chet. No podras salirte con la tuya.
—Vamos, sigue caminando, Ralph.
El corredor se inclinaba hacia arriba en ambas direcciones; parecia como si uno constantemente estuviera caminando cuesta arriba cualquiera fuera la direccion que uno eligiera. Pero, en realidad, se sentia como si fuera perfectamente llano: no existia la sensacion de estar ascendiendo.
El salon principal no era otra cosa que una seccion del corredor ensanchado con salientes ampollas a los costados, formando pequenas plataformas donde el personal se podia sentar y mirar hacia afuera. Habia suficientes mesas como para acomodar a unas cincuenta personas simultaneamente. Amibos extremos del salon estaban abiertos al corredor que atravesaba el Cuarto Nivel, como la camara de una antigua rueda de bicicleta. En el extremo mas distante, el corredor pasaba por la cocina y por una serie de depositos. Kinsman hizo sentar a los dos oficiales en una de las mesas, luego se dirigio a la cocina e hizo senas para que un cocinero y sus ayudantes —todos con los ojos muy abiertos— se sentaran cerca de Ralph y su furioso amigo.
La Tierra paso por la ventana junto a las mesas cuando las tropas lunares comenzaron a traer a otros oficiales y empleados de la estacion al salon. Se los veia sorprendidos, enojados, confundidos. Algunos de ellos habian sido obviamente sacados abruptamente de su sueno. Tres de los oficiales eran mujeres. El teniente