nosotros.
Kinsman asintio con la cabeza y hasta eso le resulto un esfuerzo. Por primera vez advirtio conscientemente que tres de los seis tecnicos que trabajaban en las pantallas visoras eran mujeres.
—Tienen que ponerme con la red de urgencia inmediatamente —dijo, con voz cansada—. La Casa Blanca , el Pentagono, el cuartel general de la Fuerza Aerea , los comandantes de las fuerzas de ataque en el Atlantico y en el Pacifico… los talleres…
—El circuito dorado. Si, senor, lo haremos —dijo un joven gesticulando con facilidad, sonriendo. Comenzo a mover sus dedos sobre el teclado principal de su escritorio.
Seria un buen pianista. Kinsman se dio cuenta de que no podria tocar bien el piano en esta gravedad. Y no podria hacerlo de ningun modo en la gravedad normal de la Tierra. Cerro los ojos y echo la cabeza hacia atras. Momentaneamente se sintio molesto de que la silla que le dieron no tuviera un respaldo mas alto.
Hasta ahora no se habia lanzado ningun proyectil. Hasta ahora los informes que venian de todas las estaciones espaciales y de los satelites ABM no tripulados eran buenos. Era el momento de darle a conocer a Washington la nueva situacion. Debia persuadirlos de que podian derribar cualquier cosa que ellos lanzaran y que efectivamente lo harian.
Se fricciono la nuca, que le dolia pesadamente. ?Es injusto, maldicion! Jefferson tuvo meses para escribir su Declaracion. Yo solo tengo unos pocos minutos.
Las pantallas visoras, que cubrian la pared principal del atestado compartimiento del centro, comenzaban a mostrar imagenes de militares en la Tierra. En un primer momento eran tecnicos en comunicaciones, pero rapidamente fueron reemplazados por un oficial. Coroneles y generales y hasta un par de almirantes fruncian las cejas o miraban ferozmente o se pasaban la lengua por los labios nerviosamente mientras esperaban el mensaje de la Estacion Espacial Alfa. No estaban habituados a esperar.
—?Que pasa con la Casa Blanca ? —pregunto Kinsman.
El joven aparto su mirada de el teclado de su escritorio. Tenia una mano sobre su auricular.
—Estan siguiendo la via jerarquica entre montones de lacayos. Dicen que el general Hofstader hablara con usted. ?Esta bien?
Kinsman hizo un gesto de asentimiento.
—Esta bien.
—Tienen que encontrarlo y conectarlo al circuito. A esta hora estan todos durmiendo alla.
—Dificil. Dudo que alguno de ellos este durmiendo.
Subitamente, la pantalla central mostro la hermosa imagen de cabellos plateados del general Hofstader. Los paneles de las paredes de la oficina detras de el parecian mas bien los del Pentagono que los de la Casa Blanca. Habia una bandera plegada un poco mas atras, y el daba la impresion de estar mirando a otra gente, que estuviera en la oficina pero fuera del alcance de las camaras.
—General…
—?Que es esto, coronel? —La voz de Hofstader era aspera y profunda, el tono decidido de un comandante—. ?Por que se han quitado del aire las estaciones espaciales y han estado incomunicadas? ?Que es lo que ocurre?
—Nos hemos apoderado de las estaciones. Y de la red ABM.
—?Apoderarse? ?Quienes? ?De que esta hablando?
Todas las caras en las pantallas mas pequenas alrededor de la imagen del general se mostraron adecuadamente alarmadas, sorprendidas, preocupadas. Kinsman casi se echo a reir. Era como estar observando un test de Rorschach viviente.
—El pueblo de la Luna —dijo Kinsman, lenta y cuidadosamente— ha decidido formar la nacion independiente de Selene. Nos hemos apoderado de las estaciones espaciales, tanto de las americanas como de las rusas.
Por un momento penso que no lo habian escuchado. Estaban todos sentados en sus sitios, sin mostrar ninguna reaccion. Luego se produjo la erupcion. Las pantallas mas pequenas mostraban hombres que se ponian rojos de furia, blancos por el shock, azules de indignacion. Los ojos del general Hofstader se abrieron hasta quedar absolutamente redondos, la mandibula se le aflojo dejando su boca abierta; parecio hundirse dentro de su impecable uniforme.
—?Eso es imposible! No puede…
—Ya lo hemos hecho. Y tenemos la intencion de imponer una absoluta prohibicion a todos los lanzamientos de cohetes. Cualquier cosa lanzada por cualquier nacion, desde cualquier parte de la Tierra , sera destruida inmediatamente.
—?Eso es traicion!
Un civil aparecio en la pantalla poniendose junto al general, y forzando a este a echarse hacia atras en su sillon de cuero de alto respaldo. Kinsman reconocio esa cara con facciones de halcon: el secretario de Defensa.
—?Se da cuenta de que los rusos estan a punto de lanzar un ataque nuclear en gran escala? —rugio ante las camaras—. ?Esta loco, hombre? ?Esta destruyendo su nacion, su patria!
—No ha sido lanzado ningun proyectil —replico Kinsman con tranquilidad—. Y si lo hacen, nosotros lo destruiremos mucho antes de que alcance su objetivo.
El general Hofstader aparto el codo del secretario de Defensa para gritar:
—?Le doy cinco minutos para rendirse y entregarse! Si no lo hace, recibira todo el peso del poder que…
—?Tonterias, general!
Hofstader se hundio. El secretario de Defensa lo tomo de un brazo como para impedir que se cayera de su asiento.
—Ahora, escuchenme todos ustedes —dijo Kinsman a las caras en las pantallas—. Esto no es una broma, ni una vacia amenaza. Detendremos cualquier lanzamiento de cohetes, sin importar de que parte del mundo sea lanzado. No permitiremos la destruccion de americanos, rusos o cualquiera que sea. No habra guerra. ?Esta claro? ?Nada de guerra! —Kinsman sintio su corazon latiendo salvajemente y aturdiendo sus oidos. Aspiro dolorosa y profundamente y continuo—: De ningun modo podemos nosotros hacerles dano alguno. Nuestros armamentos fueron especificamente disenados para defendernos contra lanzamientos y proyectiles. La nacion de Selene no representa una amenaza para ninguna nacion de la Tierra. ?Pero no permitiremos que se lancen proyectiles!
»Y si intentan enviar tropas a estas estaciones espaciales para recuperarlas nos veremos forzados a destruir las naves de transporte de ustedes. Consulten con sus tecnicos, senores. Podemos hacerlo…, y lo haremos. Buenas noches, caballeros. Hemos tenido aqui un largo y dificil dia.
Se volvio e hizo un gesto al oficial que estaba junto a el. Todas las pantallas visoras quedaron vacias.
—Continuen en contacto con ellos —ordeno—. Respondan a sus preguntas. Diganles que solo exigimos una cosa: que no lancen ningun cohete. Diganles que destruiremos cualquier cosa que se mueva.
—Si, senor.
Lentamente, Kinsman se puso de pie.
Cuando llego a su cama era ya bien pasada la medianoche. Sus hombres lo instalaron en una de las
Kinsman les devolvio la sonrisa mientras le mostraban la
Sabia que debia llamar a Selene. Sabia que debia controlar a Ellen y Colt, y debia hablar con Harriman. Sabia que debia decirles que todo estaba en orden, y que habia resultado mejor de lo que tenian derecho a esperar…, pero estaba demasiado cansado. Demasiado cansado para hablar, para pensar y hasta para dormir.